Capitulo 🎩27

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Mile estaba sentado en el suelo con las largas piernas estiradas frente a él, bloqueándole la entrada. Nattawin lo miró en asombrado silencio.

-¿Qué haces? -le preguntó con voz ronca viéndolo ponerse de pie con un suave movimiento.
Mile se encogió de hombros.

-No podía dormir, así que me levanté para trabajar un poco. Pero no puedo concentrarme -lo miró y esbozó una sonrisa-. Tal vez esto te sorprenda, pero parece que al final no todo tiene que ver con el trabajo después de todo.
Nattawin reconoció sus propias palabras, aunque sonaban distintas cuando las pronunciaba él. Menos
como una acusación y más como autodesprecio. Pero
aunque fuera cierto, sabía que seguramente solo estaba intentando una nueva táctica.

-¿Y entonces decidiste estirar las piernas? -dijo mirándole las largas extremidades con sus grandes ojos verdes muy abiertos y retadores-. ¿Qué quieres, mile?
Él no apartó la mirada.

-Quiero hablar contigo. Iba a llamar a tu puerta, pero tenías la luz apagada y pensé que estarías durmiendo.
Nattawin vaciló y luego sacudió la cabeza.

-Yo tampoco podía dormir. De hecho, yo también quería hablar contigo. Iba en tu búsqueda.
Mile sintió un tirón en el pecho. Al ver a Nattawin salir prácticamente corriendo del templo tuvo que reunir hasta el último átomo de su fuerza de voluntad para evitar salir tras el y exigirle que accediera a la única salida
que había para ellos. En aquel momento supo que necesitaba un tiempo para calmarse, así que se quedó allí de pie y la vio desaparecer mientras esperaba a que se le calmara el latido del corazón. Y luego, cuando volvió a la villa, le resultó imposible dormir. En su habitación todavía resonaba la presencia de Nattawin de la noche anterior. Pero aunque no hubiera sido así, no habría sido capaz de pensar en otra cosa que no fuera el.
Y no se trataba solo de sexo.

En muchos sentidos aquello habría sido más fácil, más directo. Mile apretó los dientes. Pero lo cierto era que con Nattawin las cosas nunca eran sencillas. Era un truco de magia imposible de resolver, desconcertante,
seductor y excitante. No había más que verlo ahora. Aunque hubiera dicho que quería hablar, la expresión de su rostro era un híbrido perfecto entre el
desafío y la duda, y Mile podía percibir que se estaba preparando o bien para la lucha o para salir huyendo.

Contrajo los músculos. No quería seguir peleándose con el, pero tampoco quería ahuyentarlo.
Y no podían quedarse allí en la oscuridad para siempre.

-No quiero forzar esto -empezó a decir con la esperanza de que Nattawin entendiera sus palabras como una invitación y no como una trampa. -Así que
voy a ir a sentarme a la piscina. Si quieres unirte a mí, fantástico. Si no te veré por la mañana.

Fuera el aire estaba algo más fresco, y Mile lo aspiró con fuerza tratando de calmar el latido de su corazón

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Fuera el aire estaba algo más fresco, y Mile lo aspiró con fuerza tratando de calmar el latido de su corazón. ¿Había dicho lo suficiente para tranquilizarlo y que supiera que podrían sobrevivir a aquella conversación?
No estaba seguro, y el silencio se extendió en la noche de tal modo que estuvo a punto de darse la vuelta y volver a la villa. Entonces lo vio acercarse muy rígido. Se detuvo frente a él.

-No quiero discutir, Nattawin -dijo él tras un instante-. Lo único que quiero es intentar arreglar esto.

-¿Arreglar qué? -Nattawin lo miró un instante y luego clavó la vista en la oscuridad-. ¿A mí? ¿A nosotros? Porque yo no necesito que me arreglen,
muchas gracias, y no existe un «nosotros».

-¿Y qué me dices de anoche?

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-¿Y qué me dices de anoche?

-Lo de anoche fue sexo, mile.

-No fue sexo... fue pasión -murmuró él.

-Llámalo como quieras. Solo es química, hormonas -aseguró Nattawin con voz despreocupada-. Nada más.

-¿Nada más? -repitió mile con incredulidad-. ¿Crees que lo de anoche fue algo normal y corriente?

-No, por supuesto que no -a Teddie se le sonrojaron las mejillas-. No digo que lo que tenemos no sea especial. Sé que lo es. Por eso tenemos este acuerdo, ¿no podemos simplemente disfrutarlo? ¿Por qué tenemos que seguir hablando de matrimonio?

Mile apretó un músculo de la mandíbula de manera casi imperceptible.

-Porque este «acuerdo» funciona aquí, pero no es práctico a largo plazo.

-¿Práctico? -nattawin aspiró con fuerza el aire-. Creí que estábamos hablando de pasión, no de colocar unas estanterías.

Mile lo miró fijamente y el vio algo tembloroso en sus ojos oscuros.

-Entonces, ¿tú cómo lo ves, Nattawin? ¿Vamos a tener sexo por las tardes, cuando George esté en el colegio? ¿Vamos a tener que levantarnos antes y cambiar de cama cada vez que uno de nosotros se duerma en la del otro? - esbozó una sonrisa-. Pero supongo que no tienes una cama de sobra, así que ¿cómo vamos a hacerlo? ¿Esperas que duerma en el sofá?..

Nattawin apretó los puños.

-Esa es la cuestión. Yo no espero nada. Y tú tampoco deberías esperar nada de mí... y menos el matrimonio -afirmó frustrado, -Seamos sinceros. Lo que
buscas de mí es sexo, pero quieres que sea tu hombre porque necesitas un esposo.

-No un esposo cualquiera. A ti.

Nattawin sacudió la cabeza.

-No sabes nada de mí en realidad -le espetó. Estaba empezando a sentirse acorralado porque mile solo quería ver las cosas desde su punto de vista-. Y lo que es peor:
no quieres saberlo. Tienes tu idea de lo que debe ser una
esposo y yo no soy así, mile. No te molestes en intentar explicarme que estoy equivocado. Sé que no soy lo suficientemente bueno. Lo sé desde que tenía cinco años...

Nattawin guardó silencio de pronto, asombrado no solo por la cara de impacto de mile, sino por las palabras que acababa de decir en voz alta. Porque hasta aquel momento el tema de su padre nunca había sido motivo de conversación.

-¿De qué estás hablando? -le preguntó él con suavidad.

Nattawin sacudió la cabeza, no se atrevía a hablar por temor a lo que pudiera decir a continuación.

-No es nada -murmuró finalmente-. Solo una pequeña y triste historia que no quieres oír.

Con el corazón en un puño, temeroso de perderlo pero más temeroso aún de perseguirlo, mile lo vio caminar en la oscuridad y contó despacio hasta diez mentalmente antes de seguirlo.

Nattawin Estaba sentado al lado de la piscina con la cabeza gacha y los pies en el agua.

-Sí quiero oírla. Quiero oírlo todo.

Se hizo una breve pausa y luego Nattawin dijo con voz pausada:

-La primera vez que mi padre se fue no lo eché de menos. Era demasiado pequeño, un bebé. Volvió cuando yo tenía la edad de George más o menos.

Entonces se quedó el tiempo suficiente para que me importara cuando volvió a marcharse, lo que ocurrió cuando tenía cinco años. Y luego otra vez a los
ocho y a los nueve.

Nattawin alzó la vista para mirarle un instante y mile asintió, porque no sabía qué decir.


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