"Mi corazón siente nostalgia por cosas que solo existen en mi imaginación." Atticus.
Ser diferente nunca fue un problema.
Al menos no en mi niñez, esta transcurrió en compañía de los mejores amigos que un niño pueda tener, aunque todos insistan en decir que existieron solo en mi imaginación. Las más geniales y más valientes historias de fantasía aparentemente ocurrieron solo en mi cabeza. Pero eso era suficiente para considerarme feliz, no fue un problema hasta que crecí. Entonces entendí que ser diferente es sinónimo de ser rechazado y ser rechazado es igual a estar solo.
La magia se esfumó cuando llegó la adolescencia. Ser ese chico que vivía entre las nubes resultó ser poco práctico para sobrevivir con él resto de los humanos, quienes se empecinan en deambular en un mundo lleno de prisas y realidades pesadas, dígase padres, maestros... terapeutas. Para estos últimos yo era alguien que eludía la realidad.
Luego de años de sesiones fui más consciente de lo que en verdad es el mundo. Sin embargo mi existencia se volvió pesada también, tanto que no me percate de cómo llegó la vida adulta. Sin darme cuenta me convertí en lo que más odie de pequeño: un adulto que dejó de soñar y que solo tiene tiempo de llegar a casa a dormir después de una jornada rutinaria de trabajo.
Soñar y dormir son cosas diferentes y contrarias.
La última se convirtió en el premio de consuelo de perder a la primera.
Además descubrí que el daño ya estaba hecho, vivir una infancia solitaria me hizo imposible tener un apego sano por alguien...si es que eso es siquiera posible.
De vez en cuando, mientras estoy distraído (no pasa a menudo, pero sigue pasando) en esos instantes cuando naufrago en bucles de pensamientos, a mi memoria llegan ligeros destellos en forma de recuerdos de esos días increíbles que tanto extraño. Ante mis ojos vuelven a aparecer los rostros de mis pequeños amigos imaginarios de la infancia, que en realidad fueron envejeciendo tanto como yo (mi imaginación cuenta con las mejores actualizaciones del mundo, no cabe duda)
Mi nivel de soñador llegó a estar en un nivel extremo... lo debo de admitir aunque también debo confesar que por decencia elijo ignorar esos recuerdos.
Tengo veintiocho años y ahora es vergonzoso. Como el hecho de que cuando estoy bajo presión o estrés intenso tiendo a perder el control de mis palabras, volviéndome tartamudo como si todo quedara enredado dentro de mi boca. Son episodios de suma frustración, por esa razón prefiero no socializar tanto.
No soy antisocial para mi mala suerte, debo aclararlo. Al contrario, por mucho que lo intente no logro pasar desapercibido en este mundo, en especial en mi trabajo porque soy el asistente principal del Presidente de la Compañía, quien es un tipo atractivo, carismático y cruel como el mismo demonio.
La relación con mi jefe oscila entre el amor y el odio...más odio que amor en los últimos años.
Él grado de responsabilidad de mi cargo me hace tener algún tipo de jerarquía sobre mis compañeros de trabajo, mi puesto lleva a relacionarme con todos en la compañía, y eso me hace propenso a conocer a cierto tipo de personas que intentan llegar hasta la cima por medio de las ramas.
A veces, cuando estoy aburrido, les hago creer que es posible.
En el pasado, ser utilizado de trampolín no era un problema para mí; siempre y cuando las condiciones fueran claras. Sin embargo comencé a darme cuenta que me volví como un objeto del que muchos intentan adueñarse.
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Memorias Perdidas (Yoonmin)
Teen FictionSer raro no fue un problema hasta que confirmé que, en realidad, sí soy raro. Cielo santo, no sé cómo decodificar toda esta información en mi cabeza. Cuando era niño, mis amigos imaginarios eran hadas del bosque. Decirlo en voz alta me llevó a varia...