Capítulo 23. Un corazón a la luz.

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La luz del amanecer se hacía presente a través de las cortinas, Ramón se sentó en la mesa, con una mano sosteniendo una taza de café humeante

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La luz del amanecer se hacía presente a través de las cortinas, Ramón se sentó en la mesa, con una mano sosteniendo una taza de café humeante. Se miró en el reflejo de la ventana: ojeras marcadas y completamente desaliñado...

El silencio se rompió con un estruendo de energía. John apareció repentinamente, sus pasos resonaban en el suelo. Con una palmada en la espalda, despertó a Ramón de su ensueño.

—¡Buenos días, dormilón! —exclamó, completamente entusiasmado—. ¡Hoy es un buen día!

El menor soltó un quejido, sobándose la espalda donde la mano de su hermano había impactado. Con desgano, tomó un sorbo de café, intentando ahogar la incomodidad que le producía la alegría desbordante que John presentaba.

—¿Puedes, por favor, calmarte un poco? —murmuró Ramón, sin apartar la mirada de su taza.

John lo ignoró, lanzando una sonrisa amplia y contagiosa. Se sentó a su lado, con un sentimiento de complicidad que Ramón no captaba.

—¿Y qué tal si hablamos de Poppy? —propuso el mayor, apuntando con el dedo hacia el sobre que yacía en la mesa, con el nombre de su novia escrito con una caligrafía hermosa.

Ramón sintió sus mejillas arder, se estaba sonrojando. De inmediato, la molestia y vergüenza se apoderó de él. Sabía que su hermano iba a insistir.

—No hay nada de qué hablar —respondió, evitando mirar a John.

—¿Nada? —replicó John, levantando una ceja con expresión burlona—. ¡Vamos! ¿Qué no estás emocionado por enviárselo? Estoy seguro de que ella estará contenta, bro.

Ramón apretó los labios, conteniendo las palabras que querían decir. El café se sentía demasiado caliente en su garganta.

—Es sólo una carta. —dijo, tratando de sonar indiferente, pero su voz tembló un poco al final.

John se inclinó hacia él, con una mirada pícara.

—¿Seguro que no estás nervioso? Vamos, un poco de emoción no le haría daño a tu corazón amargo.

Ramón suspiró exasperado, pasándose la mano por el cabello desordenado.

—Ya déjame, John. No estoy jugando.

La risa de su hermano invadió la cocina, pero él no podía compartirla. La idea de abrirse más acerca de Poppy, de dejar que su vulnerabilidad se expusiera en esas páginas, le producía temor.

Mientras intentaba disfrutar de su café, un insecto volador golpeó la ventana de la cocina, revoloteando sin detenerse. Levantándose de un salto, con la carta en la mano, se dispuso a alcanzarlo.

—¡Espera! —gritó Ramón, sosteniendo la carta con torpeza. Su rostro se iluminó con una sonrisa involuntaria una vez que cumplió su misión, imaginándose que la carta llegaría hasta Poppy. Al final, se detuvo, respirando profundamente.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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