Seis meses después del rescate familiar, Poppy y Ramón, la pareja real de Villa Pop, anhelan un poco de normalidad. Sin embargo, los celos, las inseguridades y las responsabilidades de la corona amenazan con ensombrecer su romance. ¿Podrán superar s...
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El día se hizo presente una vez que Poppy despertó. Acompañado de la habitual rutina diaria: mirarse al espejo y sonreír. Comenzando a modelar frente a él, para visualizar en su cuerpo variedad de vestidos previamente seleccionados para su partida. Miró la bata ligera que usaba como pijama ahora que se encontraba sola. Pero si Ramón estuviera ahí, tenía la seguridad de que hubiera elegido algo más atrevido. Algo así como un conjunto de seda que acentuara su figura... más ahora, se limitaba a la comodidad como su única compañía.
Alistó su chocolate, con una cantidad cuestionable de azúcar, que, probablemente hizo más presente su ansiedad. Había escogido un croissant —bañado en extra chocolate—, el cual mordisqueaba distraídamente mientras su mente viajaba lejos de las paredes de la villa. Todo era tan predecible, tan monótono. El mismo paisaje, las mismas caras, las mismas tareas. Anhelaba algo más, aunque en el fondo sabía que ese "algo" no era realmente un cambio en su entorno, sino la presencia de Ramón.
"Solo será un ratito", se dijo a sí misma, tratando de justificar lo que ya era un plan decidido. Se vistió con algo sencillo pero favorecedor, consciente de que, aunque no planeaba verlo de inmediato, quería estar preparada para cualquier casual encuentro. Decidió visitar a Viva en su capullo. Quizás, pensaba, ella podría darle una perspectiva nueva, una chispa de aliento para romper con la rutina.
—¡Viva, siento que necesito verlo! —confesó en voz alta, una vez que abrió la puerta del hogar de la mayor.
Viva la miró con atención, guardando en una canasta el material de tejido que en ese momento utilizaba. —Poppy... ¿No crees que estás dejando que todo gire alrededor de Ramón? Es decir, ¿qué pasa contigo? ¿Con lo que tú quieres, aparte de él? —inquirió, claramente sorprendida por el altero de su hermanita, por su evidente desesperación e inquietud.
El comentario hizo que Poppy frunciera el ceño.
—Me siento solita.
Y eso fue algo que la rubia no pudo entender. Cada integrante de la familia de Ramón se había tomado el tiempo de visitarla y verificar si requería ayuda en cualquier cuestión, papá siempre estaba al pendiente de Poppy y su hiperactividad no controlada... ¡Y Viva siempre le facilitaba los trabajos!, Chiquilina continuó siendo su fiel seguidora —hablando literalmente—, ¿Pero es realmente necesario continuar la lista de amigos de inquebrantable apoyo?
En fin. Tuvo que ponerse en los pies de Poppy.
Suspiró y se acomodó en el sofá, dando unas palmaditas en su regazo para invitarla a recostarse. Aunque con exagerado dramatismo, Poppy aceptó y dejó caer la cabeza con un suspiro largo, como si todo el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.
—¡Ay, Viva! Es que nadie me entiende. —se lamentó, cubriéndose los ojos con las manos mientras dejaba escapar un supuesto sollozo.
Viva, conocedora de los teatrales despliegues emocionales de su hermana, simplemente sonrió y comenzó a acariciarle el cabello con suavidad, tratando de apaciguar su inquietud.
—Poppy, yo entiendo lo que sientes, pero debes ser sensata. No puedes dejar que tus emociones dicten todo lo que haces. Ramón está ahí, pero el mundo no puede girar solo alrededor de él.
La pelirrosa retiró las manos de su rostro y miró a Viva con el ceño fruncido. —¿Por qué no? Si él me hace feliz, ¿por qué no puedo ir a verlo un ratito?
Viva guardó silencio por un momento, sopesando sus palabras. Desde que John Dory había enviado la advertencia sobre el Frosty Fiasco, todos sus cercanos se habían puesto en guardia, especialmente con Poppy y Ramón. Sabían que, si esos dos decidían seguir sus impulsos de querer verse, podrían talvez nunca volver a hacerlo.
—Poppy, no te estoy diciendo que no puedas sentir lo que sientes. Solo digo que debes pensar en el panorama completo. Además, no olvides que tenemos eventos importantes que preparar. Tú eres parte esencial, y no podemos darnos el lujo de que te pierdas en tus fantasías.
Poppy asintió lentamente, fingiendo haber recibido la sabiduría de su hermana. —Tienes razón. A veces soy un poco impulsiva. Gracias por recordarme mis responsabilidades.
La sonrisa de Viva se suavizó, aliviada por lo que parecía un momento de madurez de su hermana menor. —Eso es lo que quería escuchar. Amo tu sensatez.
—Claro, claro —respondió Poppy, poniendo su mejor cara de arrepentimiento. Pero en el fondo, su mente ya tramaba un plan alterno. Sabía que, si quería hablar de verdad sin juicios ni restricciones, debía acudir a su confidente más confiable: Floyd.
No pasó mucho tiempo antes de que Poppy se deslizara fuera del capullo de Viva con una excusa rápida sobre "revisar unos planos". En cuanto estuvo segura de estar sola, se dirigió directamente al escondite de Floyd.
—¡Floyyyd! —llamó Poppy al entrar, cerrando la puerta tras de sí.
El aludido levantó la mirada de un montón de papeles desordenados, sosteniendo su guitarra eléctrica mientras la observaba con curiosidad. —¿Ahora que hiciste? —preguntó, en tono burlón.
Poppy se dejó caer en la silla frente a él, cruzando los brazos y adoptando una expresión de frustración dramática. —Es que no sé si no entienden lo que siento Creo que nadie lo hace.
Floyd esbozó una sonrisa comprensiva, pero con un toque de burla. —Déjame adivinar. ¿Tiene que ver con Ramón?
Poppy asintió, su tono bajando un poco mientras hablaba. —Yo sé que lo hacen por el Frosty Fiasco. Y también sé que solo tú puedes ayudarme.
Él apoyó los codos en la mesa, entrelazando los dedos bajo la barbilla mientras la miraba con interés. —¿Y qué es lo que piensas? ¿Una estrategia? ¿O sólo irte?
—¡Algo que me ayude a salir sin morirme y verlo! —dijo Poppy, inclinándose hacia él con entusiasmo. —Piensa en algo brillante.
Floyd se quedó en silencio unos segundos, evaluando la situación con diversión y prudencia. —Déjame pensarlo... Pero ya sabes, Poppy, si te metes en problemas, a mí es el que matarán.
Ella rió, sintiéndose aliviada de que al menos alguien no intentara detenerla con sermones. Sabía que, aunque estaba equivocada, su corazón no podía resistirse a seguir ese impulso. Y... tras esa risa, se permitió pensar en algo obvio.
—¿Y si cruzo bajo tierra?
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sé que este cap no tiene demasiado sentido con todo lo anterior, pero es parte de la esencia. esperen el próximo.