La semana siguiente llegó como un vendaval, cargada de una tensión palpable. Tory, o más bien, Victoria, como su padre insistía en llamarla, estaba sentada en el sofá de la sala que compartía con su madre, una casa moderna y elegante que en su momento había sido un regalo de Angela y Carmen. Sin embargo, para Tory, aquella casa era más un recordatorio de lo sola que había estado, de cómo su padre había desaparecido de su vida cuando más lo necesitaba. Y ahora estaba de vuelta, como si nada hubiera pasado.
Theodoro estaba de pie junto a una ventana, su figura erguida y sus manos en los bolsillos de su traje perfectamente planchado. Él no era un hombre que se permitiera mostrar debilidad, y esa frialdad que compartía con su hija parecía haberse agravado con los años. Tory, sentada frente a él, no podía evitar sentir una mezcla de resentimiento y desconfianza. Habían pasado demasiados años sin él, demasiados momentos en los que lo había necesitado y no estaba allí. Y ahora que él había vuelto, Tory no estaba segura de si realmente quería escuchar lo que tenía que decir.
—Victoria, ¿estás escuchando? —La voz profunda y medida de Theodoro resonó en la sala.
Ella alzó la vista, sus ojos oscuros llenos de una frialdad que no intentaba ocultar. —Sí, papá. Estoy escuchando. —El tono de su voz era casi cortante, como si cada palabra fuera una barrera entre ellos.
Theodoro suspiró, su expresión apenas cambiando, pero sus ojos mostraban una pizca de incomodidad. Él estaba acostumbrado a tratar con personas que lo respetaban, que lo admiraban o lo temían. Pero Tory, su propia hija, no le ofrecía ninguno de esos sentimientos.
—Sé que las cosas no han sido fáciles para ti, Victoria. Pero estoy aquí ahora, y quiero ayudarte. —Intentó suavizar su tono, pero ella no parecía impresionada.
—¿Ahora? —Tory se cruzó de brazos, su postura rígida. —Después de años de estar en España, dejando que mamá se hundiera en sus problemas y a mí... —Cerró la boca, tragando las palabras que había querido decir. Ella no era del tipo de persona que mostraba debilidad, y menos frente a su padre. —No importa. ¿Cuándo llega Eli?
Theodoro mantuvo la compostura, aunque sabía que la frialdad de su hija no se iba a desvanecer tan fácilmente. —Eli debería estar aquí en unos minutos. Hablé con él hace un par de días. Me pasó toda la información que pude obtener sobre el caso de su hermana. Es complejo, pero... —Se detuvo, analizando las palabras—. No es imposible.
Tory frunció el ceño, el nombre de Alexia resonando en su mente. Desde aquella noche en la playa, Eli se había mantenido distante. La historia de su hermana había despertado algo en Tory, algo que no sabía cómo manejar. Se había visto en los ojos de Eli, en la desesperación que él había ocultado por tanto tiempo. Y aunque ella misma tenía demasiadas cicatrices por lidiar, no podía ignorar el hecho de que su padre podría ser la clave para hacer justicia.
—Papá... —empezó, su tono más bajo, casi vacilante—. No quiero que esto sea otro de tus juegos de poder. No quiero que uses esto para engrandecer tu reputación. Alexia merece justicia. Eli merece justicia. No lo arruines.
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ÉlITE [Cobra kai]
Fiksi PenggemarWest Valley High no era solo una escuela, era el epicentro de la élite de Los Ángeles. Un lugar donde hijos de magnates, celebridades y figuras del bajo mundo caminaban con la arrogancia de saber que el mundo ya les pertenecía. En medio de este lujo...