Capítulo 49

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El silencio se volvió más denso a medida que caminaban por el pasillo hacia el jardín trasero. Las ardillas intercambiaron miradas furtivas, cada una consciente de que algo no estaba bien. Mickey, con su habitual sonrisa tranquila, parecía no percibir el nerviosismo que comenzaba a flotar en el aire.

Al llegar al jardín, Mickey se giró hacia ellas y comenzó a abrir una botella de vino con movimientos meticulosos. Su sonrisa nunca abandonaba su rostro, pero su tono cambió sutilmente cuando habló de nuevo.

—Sabes, estuve pensando mucho en esa visita a recursos humanos —comentó, mientras el corcho hacía un suave pop—. Es curioso, ¿no creen? Cómo a veces las cosas no son lo que parecen.

Las ardillas se tensaron aún más, sus cuerpos rígidos mientras lo miraban. Una de ellas, finalmente incapaz de soportar la presión, decidió hablar.

—¿A qué te refieres, Mickey? —preguntó, intentando mantener la compostura.

Mickey vertió el vino en tres copas, observando cómo el líquido rojo se deslizaba con suavidad. Luego, les ofreció una copa a cada una antes de tomar la suya.

—Bueno —comenzó él, levantando su copa en un gesto de brindis— parece que algunas personas han estado haciendo preguntas... preguntas incómodas. Y no a las personas adecuadas, si me entienden.

El viento sopló ligeramente, y las hojas del jardín susurraron a su alrededor. Las ardillas se miraron una vez más, su desconcierto ahora mezclado con un toque de miedo.

—No queríamos causar problemas —dijo la otra ardilla, su voz temblorosa—. Solo queríamos saber... si todo estaba en orden.

Mickey tomó un pequeño sorbo de vino y los miró con una expresión que podría haber sido amable... o peligrosa.

—No se preocupen —dijo finalmente— solo es que a veces, hacer preguntas tiene consecuencias. Pero no pasa nada... mientras todo se quede entre nosotros.

El silencio se alargó, y por un instante, ninguna de las ardillas se atrevió a moverse. Pero el tiempo corría y no había más tiempo que perder. Chip comenzó a navegar entre su celular y a seleccionar de uno en uno. Una serie de documentos, todos de ellos digitalizados a tal punto. Que ni siquiera el mismo podría entender.

Micky únicamente se encontraba observando. Y con una pequeña vibración en su celular, observo la pantalla como habían notificaciones de archivos enviados.

— Yo... Nosotros. — incluyendo a Dale. — Tenemos una idea para una película. No es la gran cosa en su mayoría, Pero. Podría ayudar a muchas de las caricaturas que se encuentran sin trabajo en las instalaciones de grabaciones.

— Igual que la película que firme hace muchos años. ¿Cómo se llamaba?.— Se decía así mismo. Tratando de acordarse.

— ¿Quién engaño a Roger Rabbit?.

Contesto rápidamente Dale, mostrando una sonrisa, pero al tener la vista de los otros dos. Dale bajó la mirada, sintiendo el calor de la vergüenza subirle por el cuello hasta las orejas. Sabía que su comentario había sido un intento de romper el silencio incómodo, pero al ver la expresión de sorpresa en los rostros de Chip. se dio cuenta de que no había sido el momento adecuado. El silencio se hizo más pesado, y aunque intentó forzar una sonrisa para disimular su incomodidad, solo logró apretar los labios en un gesto torpe.

~¿Por qué dije eso?~, pensó, deseando poder retroceder en el tiempo unos segundos. La burla suave y las carcajadas que imaginaba nunca llegaron. En su lugar, el silencio persistía, haciéndolo aún más consciente de su error. Movió una mano nerviosa por la nuca, frotándola distraídamente, como si al hacer eso pudiera borrar el malestar que lo invadía.

El Diario [Chip X Dale]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora