Capítulo 4

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Ultraviolence

Capítulo 4. La fortaleza

"Faltan fuerzas a la alta fantasía;

más mi voluntad y mi deseo giraban como ruedas

impulsadas por aquel que movía el sol y las estrellas."

Una suave sucesión de golpes metálicos despertó a Galadriel. Ella abrió los ojos y se incorporó sobre las mantas, con la que le cubría escurriéndose sobre su abdomen. En la oscuridad borrosa, con las antorchas del corredor apagadas, vislumbró la luz de un candil. La puerta de la celda se cerraba, su mente tardó un poco en salir de la vigila y darse cuenta de quién era sin tener que preguntar. Era Annatar quien sujetaba el candil, acuclillándose junto a ella para dejarlo en el suelo. Llevaba una capa de pieles marrón, pues la negra de terciopelo era la manta con la que Galadriel se había cubierto esa noche, encontrando, muy a su pesar, calidez y un extraño confort en las notas olfativas masculinas que traía la prenda. Ella se dio cuenta demasiado tarde de que los ojos de él se posaron sobre la capa, reconociéndola como suya, con la que Galadriel dormía.

—Estaba dormida —dijo Galadriel—. ¿Qué ocurre? —preguntó, esperando que no lo mencionara.

Galadriel había perdido el seguimiento de las horas de sol desde hacía tiempo, pero era tarde. Apenas quedaban guardias orcos a esa hora y en la fortaleza reinaba el silencio desde en sus forjas subterráneas hasta la última torre. Ella se fijó en que su rostro estaba algo desencajado, con las ojeras grises y los pómulos hundidos. Annatar soltó el candil en el suelo, junto a ellos y sin musitar palabra, introdujo su mano en el bolsillo de su pecho, bajo la capa, para sacar un objeto muy pequeño.

Entonces tomó su mano y por su dedo corazón deslizó un anillo. Galadriel no tardó en percatarse de la cálida sensación de su dulce luz y su ligero peso. Su pecho se sacudió de la emoción, Nenya había regresado a su dedo. Ella espiró su aliento, con los labios entreabiertos, levantó su mano contemplando el oro blanco y el grueso diamante que lo engarzaba.

—Lo has encontrado...

Él la silenció con un dedo en los labios. Atrapó su mano, acariciándola, acariciando a Nenya con la yema de los dedos, que luego deslizó por sus delgados nudillos. Finalmente enlazó su mano con la suya y la miró a los ojos. En el tibio vaivén de las llamas del candil, ella se fijó en sus manos, sus dedos largos y calientes. Llevaba solo un anillo dorado en el dedo corazón, una simple banda de oro. El vaivén de la llama sobre el oro atrajo la atención de la elfa, hasta que él levantó su mentón con unos dedos para que lo mirara. Galadriel le miró desconcertada, casi sin aliento, los labios aún entreabiertos, deseando comprender qué estaba pasando. En lazo de sus manos persistía.

—Procura que nadie lo vea. Te protegerá mientras no esté.

—¿Te vas? ¿Otra vez? —soltó repentinamente desesperanzada.

—No. Pero no sé si...

Galadriel le contemplaba en silencio. Él se quedó allí, tan paralizado como ella, y ella se preguntó cuál sería su plan. Estaba tan quieto como una estatua. Cuando se movió, extendía los dedos para atrapar la capa de terciopelo que se enroscaba entre sus piernas. Le rodeó los hombros con ella y luego le apretó suavemente los hombros con las palmas de las manos. Se incorporó para marcharse, o al menos, intentarlo, pero ella le detuvo.

—Espera —se oyó a sí misma alzar la voz antes de poder detenerse, mientras una de sus manos le agarraba la manga de la túnica aterciopelada.

Él se detuvo en seco y le dio su atención. Galadriel se dio cuenta de que sentía como si Nenya le insuflase fuerzas desde su dedo. La oscuridad era menos densa, podía oír las notas musicales de su luz, envolviéndola, llenándola de esperanza, apagando momentáneamente la oscura llama de su rencor. Pero ella estaba temblando por algo más. Sus dedos de aferraban desesperadamente a su manga, retorciéndola en su agarre. ¿A qué estaba esperando? ¿Qué la asustaba tanto? ¿Por qué temblaba cuando aún no había sucedido nada? ¿Qué iba a suceder? Galadriel cerró los ojos y lentamente soltó el aliento que había estado conteniendo en su pecho. Estaba loca. En su tiempo de cautiverio se había vuelto loca, hambrienta de cualquier tipo de consideración, incluso de amistad, así fuera de él... el Enemigo, se recordaba a sí misma. Su enemigo. ¿Por qué lo había olvidado tan pronto? Él... Él, que se parecía tanto a Halbrand en ese momento más que en ningún otro antes, no le quitaba los ojos de encima.

Ultraviolence ⟡ Galadriel & SauronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora