Ultraviolence
Capítulo 5. Libertad
"Mi esperanza es que no logremos ver más el cielo.
He venido para guiarte hacia la otra orilla,
A la oscuridad eterna, en el fuego y el hielo."
Las patas del huargo golpeaban la tundra helada con un ritmo incansable, avanzando a grandes y veloces zancadas, dejando atrás una estela de nieve y escarcha a su paso. Galadriel, débil y exhausta, se aferraba a Annatar, su cuerpo casi aplastado contra el suyo mientras el viento gélido azotaba sus mejillas con una furia implacable. Un estruendo sordo sacudió el aire, y Galadriel sintió cómo la tierra temblaba violentamente. Desde la distancia, vio con horror mirando hacia atrás cómo la fortaleza de la que huían comenzaba a hundirse sobre sí misma, como si una grieta inmensa se la tragara en un solo bocado. Las montañas temblaban bajo el poder de la tormenta que comenzaba a arreciar, enormes fragmentos de roca y nieve se desprendían de las laderas, cayendo en un colosal derrumbamiento. Mientras cabalgaban a lomos del huargo, Galadriel, abrazada con fuerza a la espalda de Annatar, echó una mirada desesperada hacia atrás. La avalancha se deslizaba por la montaña como una ola imparable, y por un terrible momento, pudo sentir el frío de la nieve al rozarles los talones, amenazando con arrastrarlos con su furia. El huargo, veloz y poderoso, lograba mantenerlos un paso por delante del desastre que se cernía sobre ellos. Annatar, encorvándose ligeramente hacia el huargo, deslizó una mano sobre sus crines en un gesto reverente. Galadriel no pudo oír lo que le susurraba, pero supo que había pronunciado algo en esa lengua oscura y seductora, la misma que hubo utilizado antes de montarlo. Ella detectó la sutil vibración recorriendo el cuerpo de Annatar, trasmitida a través de su tórax hasta las manos de ella, aferradas a su cintura. Al instante, el huargo aceleró con una ferocidad renovada, como si una fuerza sobrenatural lo hubiera invadido y excitado. Las zancadas de la criatura se hicieron aún más largas y poderosas, desafiando la misma furia de la tormenta que los perseguía. Se alejaba de la nieve a grandes zancadas, logrando poner mucha más distancia entre ellos y la colosal avalancha.
Ella escuchó un crujido lejano, profundo y ancestral, resonando en las entrañas de las montañas. En lo alto, gigantes de nieve, los ancianos elementales de las tundras de hielo. El estruendo los había despertado, sacudiéndose del letargo de siglos. Emergiendo lentamente entre las avalanchas, sus cuerpos colosales, formados por hielo y roca, se movían con una torpeza imponente, como si el tiempo les afectara de una manera distinta, sus movimientos pesados y lentos, pero letales. A través de la oscuridad y la tormenta, apenas alcanzaba a distinguir las enormes siluetas que dominaban el horizonte. Al mirar una última vez atrás, su corazón se paralizó de terror. La grieta donde la fortaleza había sucumbido se hallaba envuelta en una inmensa nube de humo y tinieblas, una sombra densa que se retorcía como una bestia hambrienta, cubriendo todo a su paso mientras la avalancha llegaba a ella. ¿Qué había ocurrido allí? No lo sabía, pero la sensación de haber escapado de las bocas de una muerte infernal por un margen tan delgado la llenaba de inquietud. Solo por la gracia del Único, pensó, había logrado huir de aquella destrucción en el último momento antes de ser devorada por la furia de las montañas y sus despiadados guardianes.
Galadriel se agarró más fuerte a su compañero, estrechando los brazos bajo su tórax, sin dejar atrás la idea de quién la había ayudado a escapar de allí a tiempo. A medida que avanzaban, alejándose de una muerte segura, la nieve dejó de caer sobre ellos, si bien el viento los arreciaba. Las nubes eran densas y se fracturaban con fragmentos del cielo negro. El frío se colaba por sus ropas, mordiendo sus dedos y nudillos, rojos y adormecidos por las horas interminables de cabalgata. Sus mejillas quemadas por el viento helado le escocían, y a cada bocanada de aire era un latigazo de dolor en su garganta. La oscuridad les envolvía mientras el tiempo parecía desvanecerse en un ciclo sin fin de tormenta y vendavales. Desesperada por calor, escondía el rostro tras el hombro de Annatar, buscando refugio en su cuerpo. Sin embargo, algo extraño sucedía: a diferencia de otras veces, Annatar no le proporcionaba apenas calor. Él siempre irradiaba una fuerza inquebrantable, pero el frío también parecía haberse apoderado de él.
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Ultraviolence ⟡ Galadriel & Sauron
FanfictionEl nuestro no fue un encuentro casual. Ni la suerte, ni el destino, ni ninguna otra palabra que usen los hombres para hablar de las fuerzas que no tienen la convicción de nombrar. La nuestra fue obra de algo más grande. Y fue la divina providencia l...