Capítulo 7

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Ultraviolence

Capítulo 7. Crisálida

"La rígida justicia que hiere se sirve del lugar en el que pequé,

para que ponga en fuga más suspiros."

Partieron al norte a pie siguiendo la costa oeste, donde los bosques se extendían copiosamente cerca del mar. La tregua silenciosa que habían firmado era frágil, una paz sostenida por la necesidad de supervivencia; como cuando sobrevivieron durante días en aquella balsa, superando la tormenta, sosteniendo al otro, hasta que el barco de Elendil dio con ellos. Galadriel no se aventuraba a liberar en voz alta las preguntas que quería hacerle a Halbrand, pero la proximidad entre ellos se había cargado de una familiaridad que convertía su cercanía en una fuerza peligrosa. Aún estaban lejos de Pelargir, cuando la luz comenzó a desvanecerse y el cielo se teñía de tonos violetas y naranjas, encontraron un lugar en el espesor de los árboles, donde una pequeña ladera de tierra bajaba hacia la fina y blanca arena de la playa. Galadriel decidió detenerse allí, la frontera clara y las copas de los árboles les protegían. El sonido del mar, calmo y constante, los acompañaba junto al ligero crujido de las ramas y hojas de alrededor. Era un lugar de tranquilidad aparente.

Galadriel se había detenido a recolectar algunas bayas y plantas comestibles antes, pero su preocupación principal fue encontrar una fuente de agua potable. Halbrand, por otro lado, se había movido hacia los peñascos de la orilla, y sin decir mucho, recogió varias piezas de grandes moluscos, los cuales limpió y retiró de sus conchas, utilizando el cuchillo, con movimientos rápidos y precisos.

Ambos trabajaban en silencio, una tregua tácita que les permitía funcionar, aunque la tensión seguía latente, envolviéndolos en un velo invisible. Galadriel intentó lavar los moluscos con agua de mar, pero manos aún estaban quemadas y agrietadas por la helada y el sol. Él la observó de reojo, notando el esfuerzo en su rostro y los gestos de incomodidad que ella intentaba disimular.

—Déjalo. Yo lo haré —dijo él con esa calma que siempre parecía revestida de una advertencia. Aunque en esa ocasión, su voz sonó casi... amable. Había algo en la manera en la que lo dijo, que la desarmó momentáneamente. Entonces le rozó ligeramente la mano con el dorso de unos cuidadosos dedos, y le transmitió una terrible ternura—. Pero lo veo mejor que ayer.

—Están... Estoy recuperándome —ella se metió un mechón de pelo tras la oreja puntiaguda.

—Luego me encargo —concluyó Halbrand, agachándose para lavar los moluscos.

Oh, no. No, y no. Galadriel regresó al campamento con pasos lentos desde la playa, negándolo mental y tajantemente. No pensaba dejar que Halbrand volviera a poner sus manos sobre ella, pese a que sus palabras siguiesen resonando en su cabeza. El roce de sus dedos, ese contacto breve y casual, tan desconcertante. No debía dejar que la sensación de alivio y proximidad la confundiese, ni se filtrara en sus pensamientos como lo hacía, ni que la calidez de su toque se quedara con ella mucho después de que sus manos se apartaran. Galadriel apretó los labios. No podía. Ella era una elfa. Ya había estado casada. Los elfos solo tenían una relación de por vida. Tenía que mantener el juicio firme.

Debo hablar con él de otros asuntos, se dijo, con una dureza que trataba de imponer en su mente. Sobre Pelargir, sobre sus intenciones. En lugar de eso, lo había estado dejando pasar, encontrando formas de desviarlo. Mientras tanto, lo estaba permitiendo enredarla con una maraña de gestos y palabras, cubriéndola con una capa de miel, dulce y peligrosa. Ella no quería miel. No deseaba su calor ni su ternura. No podía hacerlo de alguien que una vez había representado todo lo que había jurado destruir.

Ultraviolence ⟡ Galadriel & SauronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora