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ARODMY.

Llegué a casa lo más rápido posible, por alguna razón no podía estar fuera de casa por tanto tiempo, me da migraña el imaginar que tengo que estar rodeado de tantas personas.

Al entrar a la habitación me encontré con una escena que era totalmente digna de admirar, mi angelita se encontraba semi desnuda. Su corto cabello reposaba en ambos lados de sus hombros debido a que se estaba peinando.

"Joder, necesito quitarme esta mierda de yeso".

Giro su pequeño y delicado cuerpo hasta quedar frente a mi, su rostro totalmente enrojecido, sus ojos abiertos, su respiración se había detenido.

—Eres una diosa, mi diosa—dije sin poder evitarlo.

—Daro—susurró cubriendo sus pechos.

—No me prives de admirar tu cuerpo, no seas cruel cruel— suplicó.

—Pensé que no llegarías tan pronto.

No respondí y seguí mirándola como el pervertido que soy, sus pechos no eran grandes, tienen el tamaño perfecto para entrar completos en mi boca, sus nalgas se acentuaban perfectamente al tamaño de su cuerpo, podía ver perfectamente sus lunares. Ese lunar con una forma peculiar, un pequeño corazón se formaba perfectamente.

—Mamá dice que nadie en mi familia lo tiene— comentó cuando se dio cuenta de mi interés por ese lunar.

Se que lo he visto, lo vi en alguien pero no lo recuerdo.

Me acerqué hasta quedar a escasos centímetros de ella, estire mi mano libre, acaricie su piel, sus nalgas, me atreví a darle un leve apretón, acaricie su cintura, con mi pulgar toque su vientre, me detuve en el borde de sus diminutas bragas; un gemido se escapó de sus labios, levanté mi cabeza y observé como mordía su labio inferior, su respiración era un caos.

—¿Quieres que te toque?— bese la comisura de sus labios.

—Yo..—

No encontraba la forma de responder, y a decir verdad la paciencia no es mi fuerte. Metí mi mano dentro de sus bragas, podía sentir sus vellos rozando la palma de mi mano.

—¿Quieres que te toque?— repetí nuevamente.

Otra vez no tuve respuesta. Con mi dedo índice me abrí paso a su entrada, estaba tan mojada que sería tan fácil penetrarla de una sola estocada. Moví mi dedo desde el inicio de su entrada hasta su clítoris.

—¿Quieres que siga?— cambie la pregunta.

—Sí— su voz apenas y se escuchó.

No espere más e introducí mi dedo dentro de ella.

—No— pare y la observe.

—¿Qué?— pregunto con su respiración acelerada y ambas mejillas sonrojadas.

—No cubras tu boca, deseo escuchar tus gemidos.

—Eso es vergonzoso.

—No es vergonzoso, es placentero, si no te permites gemir no estás permitiéndote disfrutar completamente.

—Tus hermanos— recordó.

—Cada habitación de esta casa esta hecha de un material para que no se escuche nada fuera de estas paredes— bese cuello— puedes gemir, gritar y nadie escuchara, bueno si gritas muy fuerte puede que si— sonreí.

Antes que siguiera hablando metí mi dedo cordial en ella, un gemido fuerte salió de sus labios. ¡Joder!, esta muy apretada.

—¿Duele?— cuestioné.

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