Caden empuñaba la espada con fuerza, moviéndola en rápidos movimientos que cortaban el aire en la sala de entrenamiento. El eco del acero resonaba en las paredes de piedra, pero el sonido no era suficiente para calmar su mente. Sus músculos se tensaban con cada golpe, tratando de liberar la frustración que había acumulado en los últimos días.
La presencia de los Ashborne lo atormentaba. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver el rostro de su padre, la última vez que lo vio salir del Moonshadow. El dolor, la rabia y la culpa se entremezclaban en su interior como una tormenta imposible de controlar. Y luego estaba Seraphina.
Seraphina había sido la dueña de sus pensamientos en los últimos días.
En un último movimiento agresivo, giró sobre sí mismo y dejó caer la espada con un golpe violento contra el suelo, sintiendo el impacto reverberar en su cuerpo. Respiraba pesadamente, el sudor empapaba su frente y su camiseta blanca, se pegaba a su piel. Cerró los ojos, tratando de encontrar paz en el agotamiento físico.
El sonido suave de unos pasos lo sacó de sus pensamientos. Abrió los ojos y giró la cabeza para encontrarse con Seraphina en la entrada de la sala. Ella estaba allí, observándolo con una expresión que no supo interpretar del todo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, más bruscamente de lo que había pretendido.
—Estaba buscándote —respondió ella con calma, dando un paso hacia el centro de la sala—. Llevo los últimos dos días ayudando a mi madre y a Roland con las alianzas. Ha sido... agotador. Pensé que necesitaba un respiro, y luego recordé que te vi entrenando aquí antes.
Caden la observó en silencio mientras ella se acercaba. A pesar de su cansancio, la presencia de Seraphina lo mantenía alerta, como si cada interacción con ella fuera una especie de desafío. No era solo la tensión que siempre había sentido hacia la familia Ashborne, pero si se ponía a analizarlo de mas, la respuesta a sus propias preguntas no le gustarían.
—Y aquí estoy —continuó ella—. Quería pedirte un favor.
— ¿Un favor?— preguntó él sorprendido.
— Quiero que me enseñes a pelear.
La declaración lo tomó por sorpresa. Caden arqueó una ceja y bajó la espada, apoyándola contra su hombro mientras la miraba con escepticismo.
—¿Pelear? —repitió incrédulo—. Eres muy buena con tus poderes. No pensé que necesitaras una espada.
Seraphina esbozó una sonrisa irónica.
—Soy buena con mis poderes, sí —admitió—. Pero siempre he confiado demasiado en ellos. Con la daga, me defiendo, pero si quiero enfrentarme a alguien con una espada de verdad... no soy tan buena.
Caden soltó una risa baja y seca.
—Conozco tu habilidad con la daga muy de cerca, créeme.—dijo en un tono burlón, tocándose el lugar en su costado donde una vez había sentido la fría amenaza de su hoja.
Seraphina no pudo evitar reír, aunque un leve sonrojo coloreó sus mejillas. La mirada de Caden, intensa como siempre, la recorría de una forma que la hacía sentirse expuesta. Ademas del estado en el que se encontraba él. Tenía la camiseta blanca empapada en sudor, pegada a su torso. Su mente divagó en como se vería sin ella durante un breve instante.
—Entonces, ¿Qué dices? —dijo rápidamente, desviando la mirada para que él no notara lo que pasaba por su mente—. ¿Me entrenarás?
Caden vaciló por un momento. La idea de entrenarla le parecía extraña, especialmente considerando su complicada relación, pero su insistencia y la posibilidad de verla mejorar lo tentó. Después de todo, si ella realmente quería aprender, ¿Quién mejor que él para enseñarle?
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Heraldo de Brasas (1)
ФэнтезиEn un reino desgarrado por la guerra, el nombre de Seraphina Ashborne es recordado como una sombra del pasado. Se creía que la hija del Fénix había caído en la batalla, pero su destino no terminó allí. Exiliada en las tierras de Pyros, decide volver...