En un reino desgarrado por la guerra, el nombre de Seraphina Ashborne es recordado como una sombra del pasado. Se creía que la hija del Fénix había caído en la batalla, pero su destino no terminó allí. Exiliada en las tierras de Pyros, decide volver...
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El viento fresco acariciaba el rostro de Seraphina mientras cabalgaba. Los caballos avanzaban a paso firme por el camino que conducía a Aureon. A su alrededor, el paisaje se transformaba en una mezcla de colinas verdes y prados dorados.
Sera casi había olvidado lo incómodo que era cabalgar. Con lo que habían ahorrado durante esos años, se habían podido permitir comprarse dos caballos. Sin embargo, esta mañana Theo había robado el tercero. Esa había sido definitivamente una buena forma de empezar la mañana.
Llevaban todo el día viajando, y aún quedaban seis días por delante. Pyros se encontraba en el Sur de Aetheris, mientras que Aureon era al suroeste. Eran siete días de viaje sin parar, solamente acampando para dormir durante las noches. Su única ventaja, era que ellos siempre llevaban fuego consigo.
— Tengo hambre.— dijo su hermano por decimoquinta vez en el día.
— Theo, hijo, te hemos oído la primera vez.— respondió Fiamma molesta.
— Si, e igual que la primera vez que lo dije, sigo teniendo hambre.— se quejó de nuevo.
Sera metió la mano en la bolsa que colgaba de su caballo, tomó una manzana y se la arrojo a su hermano, que la atrapó en un segundo.
— Sera, no le regales tu ración a tu hermano.— la regañó su madre.— Todos tenemos que comer.
Seraphina no respondió. Ella también tenía hambre, y definitivamente estaba bastante delgada, pero eso no significaba que no pudiese compartir.
— ¿Crees que estarán complacidos de vernos?— preguntó Theo mientras masticaba.— Los Leostone, digo.
— Hijo, no hables con la boca llena.
— Creo que luego de siete días sin bañarnos, lo más probable es que no seamos tan bien recibidos. — bromeo Sera.
— Yo lo único que creo, es que va a haber un colchón.— dijo Theo ignorando el pedido de su madre.— Y una tina con agua caliente.
Y una biblioteca.
Sera adoraba las bibliotecas, había estado en varias, pero nunca en una de un castillo. Cuando era una niña no iba a la que había en Ignaris, y con el fuego causado el día de la rebelión, gran parte de los tomos se deben haber perdido.
Sin embargo, tendría la oportunidad real de elegir su lectura por primera vez en mucho tiempo. Eso, y agua caliente.
— No nos adelantemos.— dijo Fiamma luego de un largo suspiro.— No tenemos idea de lo que nos espera en Leostone. Hasta entonces, no tengamos expectativas.
Todos guardaron silencio. La preocupación llenó el silencio y siguieron camino entre las rocosas montañas de Pyros.
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