Todos se acomodaron alrededor de la mesa, el incómodo silencio solo interrumpido por el crujir de las sillas al moverse. Caden se sentó con la espalda recta, la armadura manchada de sangre seca. Aún sentía el ardor de la herida en su costado, pero su rostro no revelaba el dolor.
Frente a él, Seraphina se acomodó en su asiento, directamente en su línea de visión. Sus ojos se encontraron casi al instante, desafiándose sin una sola palabra. Había una conexión visual que les impedía apartar la mirada, como si ambos intentaran descifrar las verdaderas intenciones del otro.
Para Caden, la ira se entremezclaba con de un resentimiento profundo hacia la Casa del Fénix y una creciente curiosidad por esa mujer que, de alguna manera, lo había derribado con tanta facilidad.
Finalmente, Fiamma rompió el silencio, su voz calmada, pero firme que mostraba que había pasado por innumerables batallas políticas y se sentía muy a gusto tomando la palabra.
—Caden —comenzó—, entiendo que esta situación no es la más cómoda para ti. Me gustaría dejar atrás nuestras asperezas. —Su mirada pasó brevemente a su hija, antes de regresar al joven líder de la Casa Wolfram—. Nuestro deseo no es volver al trono... Lo que queremos, lo que verdaderamente buscamos, es regresar al Consejo del Cielo y dejar atrás este exilio forzado. Mi familia ha sufrido mucho, igual que la tuya. No deseo más violencia entre nosotros.
Caden apretó la mandíbula, su respiración se aceleraba ligeramente. A sus oídos, las palabras de Fiamma sonaban como una simple excusa, una artimaña más de la Casa del Fénix para ganar tiempo, para manipular la situación en su favor. Él conocía la historia, o al menos, la versión que siempre le habían contado. Sin embargo, había una parte de él, que se preguntaba si alguna vez sabría la verdad completa.
—Por "asperezas", supongo que te refieres a que mataste a mi padre —respondió con voz fría.
Las palabras de Caden cayeron como una piedra en el centro de la mesa, haciendo eco en el silencio que le siguió. Seraphina sintió que el estómago se le revolvía. Sabía esa historia. Sabía de la muerte de Lord Adrian Wolfram, el padre de Caden. Lo sabía mejor que nadie.
Fiamma, por su parte, mantuvo su compostura. A pesar del peso de la acusación, no mostró debilidad. Sabía que esta confrontación llegaría en algún momento, y había pasado años preparándose mentalmente para ello. Sus ojos se encontraron con los de Caden, pero esta vez, en lugar de enfrentarlo, suavizó su mirada.
—Lo que pasó en esa batalla... —Fiamma respiró hondo, eligiendo nuevamente sus palabras con precisión—. Lo lamento profundamente. Tu padre murió... por mi culpa, pero fue un accidente. —Su voz tembló levemente, muy inusual en ella—. Perder a Adrian fue un golpe terrible, no solo para ti, Caden. Perdí a mi esposo, Alistair, en esa misma guerra. —Bajó la mirada brevemente, mientras los recuerdos dolorosos se arremolinaban en su mente—. Y Alaric, también perdió a su hermano, Gareth, que fue uno de mis mejores amigos.
Alaric asintió en silencio, confirmando las palabras de Fiamma. Gareth Leostone había sido un pilar importante en la vida de muchos, un hombre valiente y leal. Su pérdida había entristecido a todo Consejo del Cielo, uniendo a algunos y separando a otros para siempre.
El nombre de Gareth llenó el aire de una melancolía compartida. Caden había oído historias sobre él, un hombre honorable, alguien a quien todos respetaban. Pero esa mención no apaciguó la rabia que sentía. Caden no podía dejar de pensar en su padre, en cómo creció sin él, en cómo había perdido no solo a su líder, sino a su mentor y protector.
—Un accidente —repitió Caden, con una risa amarga—. ¿De verdad esperas que te crea? —Se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada cargada de desprecio—. Perdí a mi padre. Perdí a mi casa. Y todo por la ambición desmedida de los Fénix. Cuando la revuelta comenzó, sabían que Malakar iba a ganar, que las casas se habían inclinado a su favor. Aún así, su deseo de conservar el poder los llevo a acabar con miles de vidas.
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Heraldo de Brasas (1)
FantasiaEn un reino desgarrado por la guerra, el nombre de Seraphina Ashborne es recordado como una sombra del pasado. Se creía que la hija del Fénix había caído en la batalla, pero su destino no terminó allí. Exiliada en las tierras de Pyros, decide volver...