Capítulo 22

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El reino estaba en plena ebullición. Las calles del castillo estaban repletas de actividad, con sirvientes y comerciantes yendo y viniendo, preparando todo para la llegada de los invitados. El Consejo del Cielo había convocado a las casas más poderosas, y en cuestión de horas, los líderes de cada casa estarían allí, con sus respectivas familias. Caden miraba el ajetreo desde una ventana en lo alto del torreón, intentando encontrar paz en medio del caos.

Elara Viperscale estaba rodeada de sus hijos más pequeños, tratando de asegurarse de que todos estuvieran listos para la llegada de los invitados. Su cabello oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su expresión, aunque serena, mostraba un leve rastro de cansancio.

—Caden, ven a ayudarme con los más pequeños —la voz de su madre lo sacó de sus pensamientos.

Aún distraído por sus propios pensamientos, se agachó frente a Orin, y le abrochó con delicadeza el abrigo que apenas le quedaba ajustado. El niño, de grandes ojos verdes y cabello desordenado, lo miró con molestia. Cerca de ellos, Liora, apenas mayor que Orin, luchaba con el encaje de su vestido mientras murmuraba con impaciencia. Caden fue hacia ella antes de que estallara en un berrinche.

—Tranquila, Lio, déjame ayudarte —le dijo con calma, ajustando los lazos con precisión. Ella lo miró agradecida antes de comenzar a tararear una melodía desconocida.

Cyrus, siempre el más independiente, ya se había vestido solo y observaba a sus hermanos desde un rincón con aire distraído. Ayla y Kaius, los gemelos, jugaban en silencio cerca de la chimenea apagada. Elara se acercó, acariciándoles el cabello con un gesto cariñoso.

Zara, la menor de todos, no paraba de hablar mientras trataba de atarse los lazos de su vestido verde esmeralda.

—Caden, ayúdame a calmarla, no puedo seguirle el ritmo —pidió Elara con una pequeña sonrisa.

Caden se acercó a Zara y se arrodilló frente a ella, tomando las cintas que la pequeña había torcido en su entusiasmo.

—Zara, ya casi terminamos. ¿Por qué no me cuentas lo que tanto te emociona hoy? —preguntó Caden mientras hábilmente ajustaba las cintas.

—¡Voy a conocer a la gente de las otras casas! ¿Sabías que hay personas que pueden volar? Como los de la Casa del Águila. Y... y... ¡alguien dijo que hay gente que controla sombras! —Zara lo miró con los ojos llenos de entusiasmo.

Caden rio suavemente y terminó de atar las cintas.

—Ya estás lista. Ahora puedes ir a jugar un rato mientras esperamos —le dijo, acariciando suavemente la cabeza de Zara.

La pequeña salió corriendo con una risa alegre, y Elara dejó escapar un suspiro de alivio. Caden pudo percibir la calidez en su mirada mientras veía a sus hijos.

—Zara es diferente... lo sabes, ¿verdad? —dijo ella de repente, su tono más íntimo, como si estuviera revelando un secreto.

Caden asintió:—Sí, es especial

Elara se giró hacia él, su expresión se suavizó.

—Es diferente porque ella es una Wolfram —afirmó con seriedad, y Caden frunció el ceño.

—¿Ya tiene sus poderes de lobo? —preguntó con curiosidad.

Elara sonrió, pero había una sombra de preocupación en sus ojos.

—Habla con las ardillas, les cuenta sus secretos y ellas le traen noticias del bosque. Lo mismo que hacías tú cuando tenías su edad. Es solo el principio, pero sé que es así.

Caden sintió un nudo en el pecho al escuchar eso. Los poderes de los Wolfram siempre habían sido motivo de orgullo y temor a la vez. Tenían una conexión con la naturaleza y los animales que los hacía únicos, pero también peligrosos, si no eran guiados correctamente. Miró a su madre, quien se acariciaba el vientre ya abultado por su nuevo embarazo.

Heraldo de Brasas (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora