Capítulo 10

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El sonido suave del viento entre los árboles y el trinar lejano de los pájaros fue lo primero que alcanzó a percibir Seraphina al despertar. Parpadeó lentamente, sintiendo el peso en sus párpados, como si hubiese dormido por días. Su cuerpo estaba pesado, cada músculo parecía haber sido drenado de energía. Al intentar moverse, un dolor agudo recorrió su cuerpo, recordándole lo que había hecho la noche anterior.

Poco a poco, los recuerdos volvieron: el fuego, los devora luz, el bosque en llamas... 

Al girar la cabeza, se dio cuenta de que estaba recostada sobre una manta improvisada con abrigos. Theo estaba a su lado, observándola con alivio.

—¡Sera! —exclamó en cuanto notó que su hermana abría los ojos. Se inclinó hacia ella con rapidez, colocando una mano suave sobre su hombro.

Seraphina intentó sentarse, pero el mareo la obligó a detenerse por un momento. Aún así, la urgencia en su interior la empujaba a moverse.

—¿Qué hora es? —preguntó con voz ronca, intentando orientarse mientras miraba el cielo a través del dosel de los árboles.

—Pasado el mediodía —respondió Theo, con una pequeña sonrisa que pretendía tranquilizarla—. Dormiste por horas. Todos estamos bien, no te preocupes.

Seraphina suspiró con alivio, dejando que su cuerpo se relajara un poco más. Theo la ayudó a incorporarse, con delicadeza pero firmeza, sabiendo que su hermana no aceptaría quedarse quieta por mucho tiempo.

— Cuando desperté... —comenzó Seraphina, intentando ocultar el leve temblor en su voz—. Pensé que...

— Estoy aquí, Sera —la interrumpió Theo suavemente—. Todo está bien. Gracias a ti, las criaturas se fueron. Salvaste a todos.

Aún con el cuerpo adolorido y la mente nublada, Seraphina trató de recordar los detalles exactos de lo que había pasado. Todo se sentía borroso, como si hubiese sido un sueño. Recordaba el fuego, la explosión de poder... y luego, nada.

Antes de que pudiera preguntar más, Fiamma y Alaric aparecieron entre los árboles, avanzando hacia ella. La preocupación era clara en el rostro de su madre, quien prácticamente corrió hacia su hija para abrazarla. 

—Te preocupas demasiado, mamá —dijo Sera con un intento de sonrisa mientras Fiamma la sostenía.

—No tienes idea de cuánto —respondió Fiamma, acariciándole el cabello con ternura—. Me temía lo peor cuando te vi desmayada después de lo que hiciste. No puedo imaginar cuánta energía gastaste.

Seraphina asintió, apoyando la cabeza en el hombro de su madre por un momento. Sabía que había empujado su poder al límite, y la advertencia implícita en el tono de su madre no pasó desapercibida.

Theo aprovechó la oportunidad, observando a su hermana con una mezcla de preocupación y una sonrisa divertida que ya conocía bien.

— Así que te desmayas después de un poco de fuego y unos cuantos Devoraluz —comentó en tono despreocupado, aunque sus ojos reflejaban un sincero alivio— ¿Acaso la falta de práctica te ablandó?

Seraphina lo miró de reojo, intentando ocultar una sonrisa.

—No todos tenemos el lujo de dejar que los demás hagan el trabajo duro —replicó con voz débil pero desafiante—. Alguien tiene que salvar el día, aunque se desgaste un poco en el proceso.

Theo se llevó una mano al pecho, fingiendo indignación.

— ¡Oye! ¡Yo estaba ahí también! 

— ¿Y que fue exactamente lo que hiciste, hermanito?

Heraldo de Brasas (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora