Capítulo 8

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El cielo comenzaba a teñirse con los primeros tonos del amanecer cuando el grupo se reunió en el establo de Aureon. El frío de la mañana era penetrante, sobre todo para quienes estaban acostumbrados a vivir en el cálido territorio de Pyros. Los Ashborne se mantuvieron juntos, con Seraphina y Theodore a la cabeza, mientras que Alaric los observaba de cerca, escoltándolos con la mirada mientras Caden, Roland y Fiamma terminaban de preparar los caballos. Maris y Selene se quedaron dentro, preparando las despedidas y quedándose a cuidar Aureon.

Caden observaba a los Ashborne con desconfianza mientras ajustaba las riendas de su propio caballo, sus sentidos alerta como siempre. Aunque había aceptado la responsabilidad de escoltarlos hacia Ignaris, su resentimiento seguía allí, especialmente cada vez que sus ojos se posaban en Seraphina. Aún no podía dejar de recordar el enfrentamiento de la noche anterior.

Mientras tanto, Roland apareció último, acercándose al grupo con su usual sonrisa respetuosa. Al ver a Seraphina montada ya en su caballo, se acercó a ella con curiosidad.

—¿Cómo se llama? —le preguntó, señalando al imponente animal negro que montaba.

Seraphina sonrió levemente, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

—Se llama Sparky.—respondió, su sonrisa ampliándose mientras veía cómo Roland arqueaba una ceja.

—¿Nombraste a tu caballo "chispas"? —dijo Roland, soltando una risa divertida—. ¿En serio?

Ambos se rieron suavemente. Seraphina se relajó un poco, disfrutando del breve momento de ligereza en medio de tanto caos. A lo lejos, Fiamma observaba la interacción entre su hija y Roland, y no pudo evitar sonreír. Parecía que la alianza matrimonial entre las casas Ashborne y Leostone podría ser un éxito después de todo, aunque por ahora, prefería no decir nada. 

Caden, notando la risa de Seraphina y Roland, se acercó al grupo con paso firme, con su habitual expresión seria. Sus ojos pasaron de Roland a Seraphina, y luego a Fiamma y Theodore, manteniendo su vigilancia constante. Su desconfianza hacia ellos no disminuía ni un ápice.

—Es hora de decidir nuestra ruta —anunció, atrayendo la atención de todos.

Alaric, quien ya estaba preparado, se acercó también, atento a las palabras de Caden. Este continuó:

—Tenemos dos opciones: podemos pasar por los terrenos de la Casa Ravencrest, o atravesar los territorios de los Hartwood.

Fiamma se adelantó, su expresión cambiando a una más seria. Los Ravencrest, conocidos por sus oscuros poderes y su controles mentales, eran una opción peligrosa.

— El terreno de los Ravencrest es más estable, sus caminos están bien definidos y las sombras nos ofrecerían cierta cobertura —explicó Caden para todos—. Pero si nos ven, no dudarán en atacarnos. Son aliados cercanos a él.

Seraphina frunció el ceño. No había ninguna opción sencilla en este viaje. Pasar por los terrenos de la Casa del Cuervo representaba un riesgo enorme, uno que podría costarles la libertad, o peor, la vida.

—¿Y la otra opción? —preguntó Theo con curiosidad.

—Los terrenos de la Casa Hartwood —respondió Caden—. El camino es más incierto, el terreno es boscoso y difícil de navegar. Es posible que nos encontremos con criaturas salvajes. Pero los Hartwood no representan una amenaza. Son una casa pacífica, no intervendrán en nuestro paso si no los provocamos.

Un silencio pesado cayó sobre el grupo mientras todos consideraban las dos opciones.

—Yo prefiero los Hartwood —dijo Roland, rompiendo el silencio—. No me fio tanto de los Ravencrest. Nunca sabes qué están mirando o escuchando.

Heraldo de Brasas (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora