Capítulo 14

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La luz de la mañana se filtraba por las grandes ventanas del castillo, iluminando los pasillos con un resplandor suave y dorado. Sylas caminaba por el corredor en dirección al despacho de su padre, con una sensación de inquietud que no podía sacudirse. No era común que el Rey Malakar lo llamara tan temprano, y menos para una conversación privada.

Al llegar frente a la puerta del despacho, golpeó ligeramente antes de entrar. Abrió la puerta, y lo primero que vio fue a Malakar sentado detrás de su enorme escritorio de ébano, con la mirada fija en los papeles frente a él. 

—Sylas, toma asiento —dijo sin levantar la vista.

El príncipe obedeció, sentándose en una de las sillas de cuero oscuro frente al escritorio. La habitación se encontraba en completo silencio, solo interrumpido por el suave rasgueo de la pluma de Malakar contra el papel mientras terminaba de escribir. Finalmente, levantó la mirada, y sus ojos, afilados como los de una serpiente, se clavaron en su hijo.

—Hemos hablado de esto antes, Sylas, pero con la llegada de los Ashborne, las cosas han cambiado. Ya no tenemos la ventaja que creíamos tener. —Malakar se recostó en su silla, cruzando los dedos frente a él—. Necesitamos ser cuidadosos. Ellos no están aquí solo para forjar alianzas, sino para retomar lo que creen que les pertenece.

Sylas frunció el ceño, intentando leer más allá de las palabras de su padre.

—Padre, los Ashborne siempre han sido ambiciosos, pero no tienen suficiente poder para retomar el control. Hemos asegurado las alianzas con los Wolfram, gracias a Caden, y con los Ravencrest por el compromiso con Aurelia. Los Deepwater se les permite libertad en el mar, y también nos apoyan. Eso debería ser suficiente.

Malakar lo miró con frialdad.

—Eso era antes, cuando los Leostone no estaban involucrados. Ahora que han decidido apoyar a los Ashborne, estamos en desventaja. —Hizo una pausa, como si esperara que Sylas procesara la gravedad de la situación—. Los O'Faelchon también los apoyarán, su odio por nuestra casa es demasiado profundo como para ignorarlo. Eso nos deja en una posición delicada. Si no conseguimos más aliados, podrían superarnos en números.

Sylas apretó los dientes, sintiendo la presión del peso de las expectativas de su padre.

—¿Y qué sugieres que hagamos? —preguntó finalmente.

Malakar se levantó de su asiento y caminó hasta una mesa cercana, donde una copa de vino oscuro lo esperaba. Tomó un sorbo antes de volver su atención a su hijo.

—Las casas restantes, los Tíogar, los Hartwood y los Windmane, están en una situación ambigua. No han tomado una postura clara, y necesitamos ganárnoslos antes de que los Ashborne lo hagan. Quiero que pienses en cómo podemos lograrlo.

Sylas se quedó en silencio por un momento, considerando las opciones. Sabía que su padre no buscaba respuestas simples; quería soluciones prácticas y estratégicas. 

—Los Windmane... tienen solo un heredero, Aether, y son una familia pequeña. Casi están extintos. Podríamos ofrecerles una alianza matrimonial. Nyssa es hermosa, y un matrimonio con ella les garantizaría protección.

Malakar lo miró de reojo, asintiendo lentamente.

—Eso podría funcionar.

—En cuanto a los Tíogar —continuó Sylas—, son personas honorables. Solo les interesa el bienestar de sus ciudadanos. No pondrían en peligro su casa por ambiciones personales. Si demostramos que una alianza con nosotros beneficiaría a su pueblo, podrían estar dispuestos a negociar.

Malakar se quedó en silencio, considerando las palabras de su hijo.

—Eso también es un enfoque razonable. No podemos subestimar a los Tíogar, pero si jugamos bien nuestras cartas, podrían ser una ventaja.

Heraldo de Brasas (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora