5. Caminos Cruzados

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Julián estaba sentado en su escritorio, rodeado de apuntes que parecían multiplicarse con cada mirada. El ruido de su teléfono lo sacó de su concentración. Era Nicolás Otamendi, que no paraba de enviarle mensajes.

 Era Nicolás Otamendi, que no paraba de enviarle mensajes

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Al principio, Julián había puesto la excusa de que tenía que estudiar, pero Ota no aceptaba un no por respuesta

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Al principio, Julián había puesto la excusa de que tenía que estudiar, pero Ota no aceptaba un no por respuesta. Lejos de la joda del fin de semana, se veía más relajado, como si no hubiera tensión entre ellos. Sin embargo, Julián seguía algo inquieto. Cuando Ota llegó, lo saludó con una sonrisa.

-¿Ves? No era tan difícil. Mates y charla, nomás -dijo Nico, acomodándose en el sillón como si estuviera en su propia casa.

-Sí, bueno... igual tengo que estudiar después -respondió Julián, entre risas nerviosas, mientras se sentaba a su lado.

El sonido del mate llenándose y las risas suaves entre ellos hizo que todo pareciera una tarde cualquiera. Hablaban de todo y de nada a la vez, desde fútbol hasta anécdotas de la infancia. A medida que los mates iban y venían, la conversación empezó a fluir con más facilidad, como si ambos hubieran vuelto al punto donde solían estar, antes de que las cosas se complicaran entre ellos.

-¿Y vos? ¿Cómo andás? -preguntó Julián, mirando a Nico por encima del mate. Siempre había una parte de él que quería saber más, entender qué era lo que realmente pasaba por la mente de Ota.

Nicolás hizo una pausa, tomando un sorbo antes de responder.

-Bien... Tranquilo. Pensando un poco en todo lo que pasó -dijo, desviando la mirada hacia la ventana por un momento, como si intentara encontrar las palabras adecuadas.

Julián sintió una punzada en el pecho. Aunque habían tenido sus idas y venidas, no podía negar que, en algún nivel, todavía le importaba lo que Nicolás pensara. Por eso, cuando Ota lo miró de nuevo, había algo distinto en sus ojos, una intensidad que no había estado ahí antes.

La tarde continuó sin prisa, pero la tensión entre ellos se hacía más palpable. Las risas eran más cortas, los silencios más largos. Estaban sentados uno al lado del otro en el sillón, pero sentían que había algo no dicho flotando entre ellos.

Entre Cruces y Miradas - EnzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora