La tensión entre Julián y Enzo se nota en cada cruce, tanto en la vida real como en los grupos. El contraste entre el pibe relajado y el turro canchero promete generar chispas desde el principio.
La semana pasó rápida y el viernes por la noche llegó con una nueva joda. Esta vez, era en la casa de Nahue, y todos los chicos se estaban organizando.
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Enzo no pudo evitar leer el mensaje y sentir una punzada de molestia. Últimamente, cada vez que Julián mencionaba a Nicolas, le generaba una incomodidad que no terminaba de entender. Y no era solo eso, sino la idea de que Nico estaba tratando de reconectar con Julián, algo que había comenzado a irritarlo cada vez más. Ya en la joda, Enzo se mantenía cerca de su grupo, aunque su mirada siempre volvía a Julián, quien estaba charlando con Nicolás en una esquina. La risa de Julián resonaba en el aire, y Enzo no podía evitar notar cómo Nico le tocaba el hombro cada vez que hacía una broma. Era una conexión que, aunque sutil, se sentía pesada para él.
Mientras Licha y Cuti discutían sobre la música que sonaba, Enzo se perdió en sus pensamientos, recordando un momento en particular:
Hace unos meses, él y Julián habían salido juntos a tomar algo después de un partido de fútbol con los chicos. Julián estaba cansado, pero aun así se ofreció a acompañar a Enzo. Se quedaron hablando en la vereda, riendo sobre cualquier cosa, hasta que, por un segundo, Julián se apoyó en él. Enzo había sentido una calidez que nunca antes había experimentado. El contacto fue breve, pero le había quedado marcado. No había pensado demasiado en eso hasta ahora.
