21. Nuevos Comienzos

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El calor del sol matutino apenas comenzaba a colarse por las cortinas, bañando la habitación en una luz suave. Julián abrió los ojos lentamente, aún envuelto en la tranquilidad de la madrugada, sintió el calor del cuerpo de Enzo a su lado y se giró para mirarlo, observando cómo el sueño todavía lo mantenía atrapado, con una expresión serena en su rostro. El mayor se sentía en paz, como si todo en su vida estuviera en su lugar, al menos por ese momento.

Decidió levantarse con cuidado, no quería interrumpir el sueño de Enzo. Pero cuando se movió, sintió que el contrario lo abrazaba por detrás, apretándolo suavemente.

—¿A dónde vas? —murmuró con voz dormida, sin soltarlo.

Julián sintió un escalofrío recorrerle la espalda y se volvió un poco más hacia él, dejando escapar una risa nerviosa.

—Voy a la cocina a hacer unos mates —respondió, sin poder ocultar la sonrisa.

—No te vayas —dijo Enzo, aferrándose un poco más a él—. Quiero seguir durmiendo un rato más.

Julián se quedó quieto por un momento, disfrutando de esa conexión. Finalmente, decidió que no podía dejarlo así, por lo que se acomodó mejor en su abrazo.

—Bueno, cinco minutos más, pero porque sos muy lindo no más —bromeó Julián, dejando que el alivio y la calidez lo envolvieran.

Después de unos minutos, Julián decidió que era hora de levantarse de verdad. No podía volver a dormir, así que había estado revisando su celular mientras escuchaba la respiración tranquila de Enzo a su lado. Con mucho cuidado, se soltó de él, quien lo miró con ojos entrecerrados, todavía medio dormido y un poco confundido.

—De verdad tengo que hacer algo para desayunar —dijo Julián, pero antes de que pudiera moverse, el tatuado lo abrazó de nuevo, esta vez con más firmeza.

—No te vayas, por favor —insistió, su voz sonando más seria.

—No estoy yéndome, tengo hambre no más... —Julián sonrió, disfrutando de ese momento de complicidad.

Finalmente, Enzo soltó un suspiro y se dejó caer de nuevo sobre la almohada.

—Bueno, pero no tardes mucho, ¿sí?

Julián se levantó con una sonrisa y salió del cuarto. Caminó hacia la cocina y mientras preparaba un mate, sintió que la felicidad lo invadía. Esa mañana juntos se sentía perfecta.

Poco después, Enzo apareció en la cocina—¿Qué hay para comer? —preguntó con un tono juguetón.

—Tostadas y mate —respondió Julián, intentando contener la risa ante la imagen de Enzo.

—Uh que bueno —dijo, sentándose a la mesa.

Julián lo miró un segundo, pensando en lo que había pasado apenas unos minutos antes, y no pudo evitar soltar una risita.

—¿Qué te pasa ahora? —preguntó, frunciendo un poco el ceño, aunque había algo de diversión en su voz.

—Nada, nada —dijo, pero la sonrisa no se le borraba de la cara—. Es que te ponés mimoso cuando dormís.

Enzo lo miró, claramente sin entender. —¿Mimoso? ¿De qué hablás?

—Cuando me levanté —Julián se acercó a la mesa y lo miró directo a los ojos—, me abrazaste y me pediste que no me vaya.

—Ah, ¿posta? —Enzo sonrió, rascándose la cabeza—. No me acuerdo.

—Te lo juro —insistió Julián—, me tenías tan agarrado que pensé que ibas a seguirme hasta la cocina.

Entre Cruces y Miradas - EnzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora