22. Atardecer

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♤♡♧◇

La luz vespertina entraba por las ventanas del auto, bañando el rostro de Julián mientras miraba hacia afuera, sin realmente ver nada. Los colores de la tarde pintaban el cielo, pero su mente estaba en otro lado. Miraba sin observar, distraído, mientras la emoción nerviosa se apoderaba de él.

Enzo manejaba a su lado, con la vista fija en el camino, pero de vez en cuando se permitía lanzar una mirada furtiva hacia Julián. Una sonrisa ligera se le formaba en los labios al notar la inquietud del otro, pero no decía nada. No iba a revelar la sorpresa tan fácil.

—¿Falta mucho? —preguntó, rompiendo el silencio, sin poder contener la curiosidad.

—Un poquito más —respondió, con esa sonrisa tranquila que le salía tan natural. Pero no le daba ningún detalle, disfrutando de ver a Julián retorcerse en el asiento.

El mayor suspiró, tratando de mantener la calma, pero la intriga lo estaba matando. No tenía idea de a dónde lo estaba llevando, y esa incertidumbre lo ponía ansioso y emocionado al mismo tiempo.

Finalmente, el auto se detuvo.

—¿Llegamos? —preguntó, girándose hacia Enzo con expectativa.

—Más o menos... pero pará, hay algo que tengo que hacer antes. —Enzo le sonrió con esa mezcla de picardía y ternura que lo desarmaba.

Antes de que pudiera procesarlo, Julián sintió cómo unas manos firmes, tatuadas, sacaban algo de un bolsillo. Una venda oscura apareció frente a sus ojos.

—¿Qué? ¿Me estás jodiendo? — se rió nervioso, sin entender nada. Pero antes de que pudiera decir más, Enzo ya estaba atándole la tela con una suavidad que lo descolocaba.

—Te juro que no —respondió Enzo, acercándose para colocarle la venda con delicadeza. Mientras lo hacía, murmuró en su oído—: Confía en mí, bichito, te va a gustar.

El apodo hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. La voz de Enzo tan cerca, tan íntima, lo dejaba vulnerable, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse atraído por esa mezcla de misterio y seguridad. Cuando lo ayudó a bajar del auto, ya con los ojos cubiertos, sintió el suelo firme bajo sus pies y el sonido lejano de la ciudad. La mano de Enzo lo guiaba, transmitiéndole una sensación de protección que, aunque extraña, le gustaba.

Entre Cruces y Miradas - EnzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora