𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏

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𝐔𝐍 𝐃Í𝐀 𝐂𝐔𝐀𝐋𝐐𝐔𝐈𝐄𝐑𝐀

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Lidia

La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas de nuestra habitación, dibujando suaves franjas doradas sobre la alfombra. El reloj marcaba las 6:30 a.m. cuando me desperté, como de costumbre, justo antes de que el sonido del despertador llegara a interrumpir la tranquilidad de la mañana. Me estiré lentamente, sintiendo cómo el sueño se desvanecía, y miré a mi lado. Aitana todavía dormía, su respiración tranquila y regular en el colchón. Me encantaría poder quedarme en la cama por más tiempo, pero los casos no se resolverán por sí solos.

Me deslicé fuera de la cama con cuidado de no despertar a Aitana y me dirigí a la cocina. El primer café del día era mi ritual sagrado, una necesidad para enfrentar las largas horas que me esperaban. Mientras la cafetera comenzaba a hacer su trabajo, me preparé una tostada y revisé mi agenda. Hoy tenía que enfrentar un caso particularmente complicado: un joven había desaparecido, y cada pista parecía llevar a un callejón sin salida.

Con el primer sorbo de café en la mano, me dirigí a mi oficina en casa, un espacio pequeño pero acogedor, lleno de documentos, fotos y notas sobre el caso. Cada superficie estaba cubierta con pruebas y pistas que debía analizar. Me senté frente a mi escritorio y encendí el ordenador. La pantalla se iluminó con una serie de correos electrónicos y actualizaciones del caso. La mayoría eran informes y actualizaciones de testigos, pero había una nota especial de la forense que me llamaba la atención.

-¿Ya estás despierta? -La voz de Aitana me sacó de mis pensamientos. La vi aparecer en la puerta de la oficina, envuelta en su bata de baño y con el cabello aún húmedo de la ducha. Sus ojos se iluminaron al verme, y me lanzó una sonrisa que siempre lograba alegrar mis días.

-Sí, ya estoy despierta -respondí, sonriendo mientras me giraba hacia ella. -Estoy tratando de hacer avanzar el caso. Hay algo nuevo que revisar.

-¿Y eso es bueno o malo? -preguntó Aitana, acercándose para besarme en la mejilla antes de que se dirigiera a la cocina para prepararse el desayuno.

-Un poco de ambos -contesté. -Parece que hemos encontrado un nuevo testigo, pero sus declaraciones son bastantes vagas. Necesito entender más sobre su historia para ver si puede llevarnos a alguna parte.

-Suena complicado -dijo Aitana con una sonrisa comprensiva mientras preparaba un tazón de avena. -Pero sé que eres increíble en lo que haces. Además, siempre hay café para darte energía -ella me guiñó un ojo, haciendo un gesto hacia la cafetera.

Me levanté para servirme una segunda taza de café, disfrutando del aroma que llenaba la cocina. Me senté en la mesa mientras observaba a Aitana comer su desayuno con una energía que solo las futbolistas pueden tener antes de un día de entrenamiento. La vi estirarse, sacudiendo el cabello aún húmedo y moviendo los brazos en círculos para preparar su cuerpo para la sesión.

-¿Cómo está la agenda hoy? -pregunté, intentando sondear los planes de Aitana.

-Intensa como siempre -respondió Aitana mientras se sentaba a mi lado. -Tenemos una sesión de entrenamiento matutina que es más dura de lo habitual, luego una revisión de estrategias y una reunión con el entrenador. Y, por supuesto, después de eso, la rutina habitual de estiramientos y recuperación. No será un día tranquilo, pero siempre es emocionante.

-Parece que ambas tenemos un día cargado -dije, asintiendo. -Espero que puedas encontrar algo de tiempo para relajarte después de todo eso. Yo, por mi parte, no creo que pueda dejar el caso hasta tener alguna solución. Pero prometo hacer un esfuerzo por no estar tan absorta esta noche.

𝐃𝐎𝐁𝐋𝐄 𝐉𝐔𝐄𝐆𝐎 • Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora