𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟔

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𝐔𝐍𝐀 𝐄𝐒𝐂𝐀𝐏𝐀𝐃𝐀 𝐑𝐎𝐌Á𝐍𝐓𝐈𝐂𝐀

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Aitana

Finalmente llegó el fin de semana que tanto habíamos esperado. Tras semanas de trabajo y estrés acumulado, Lidia y yo decidimos que era el momento perfecto para hacer una escapada. Queríamos escapar de la rutina diaria y disfrutar de un tiempo solo para nosotras. Planeamos un viaje a una pequeña cabaña en las montañas, un lugar apartado del bullicio de la ciudad.

El viernes por la mañana, nos despertamos temprano, emocionadas por la aventura que nos esperaba. Lidia y yo empaquetamos nuestras cosas con una mezcla de entusiasmo y prisa. Entre risas y bromas, metimos todo lo necesario para un fin de semana de relajación: desde ropa cómoda hasta una selección de vinos y comidas para preparar en la cabaña.

-¿Todo listo? -me preguntó Lidia mientras cerraba la puerta de nuestra casa. -No quiero olvidar nada importante.

-Creo que sí -respondí, revisando una última vez nuestra lista. -Tenemos todo lo que necesitamos. Y si nos olvidamos de algo, siempre podemos improvisar.

Con las maletas ya en el coche, comenzamos nuestro viaje hacia las montañas. La carretera serpenteaba a través de un paisaje pintoresco, con árboles altos y colinas cubiertas de verde. La vista era impresionante, y el aire fresco parecía revitalizarse a medida que nos adentrábamos en la naturaleza.

-Esto es exactamente lo que necesitábamos -dijo Lidia, con una sonrisa relajada mientras conducía. -Un respiro del trabajo y de la ciudad.

-Totalmente de acuerdo -respondí, sintiendo cómo la tensión se desvanecía. -No puedo esperar a llegar y ver cómo es nuestra cabaña.

Después de unas horas de conducción, llegamos a nuestro destino. La cabaña se encontraba en una ladera tranquila, rodeada de árboles y con vistas a un pequeño lago. Era encantadora, con una fachada de madera y un porche acogedor. La tranquilidad del lugar nos envolvió inmediatamente.

-¡Es perfecta! -exclamé, mientras sacábamos nuestras maletas del coche. -No hay nada como la paz de la montaña.

Lidia sonrió mientras abría la puerta de la cabaña.

-Vamos a instalarnos y luego podemos explorar un poco. Me encantaría hacer una caminata y ver qué más hay por aquí.

Una vez dentro, nos sorprendió la calidez y el encanto rústico de la cabaña. La decoración era acogedora, con muebles de madera y una chimenea que prometía muchas noches agradables junto al fuego. Descargamos nuestras cosas y comenzamos a deshacer las maletas.

-Voy a preparar algo para cenar -dije, dirigiéndome a la cocina. -¿Te parece si hacemos una cena ligera esta noche? Podemos abrir una botella de vino y disfrutar de la vista.

-Me parece genial -dijo Lidia, mientras se dirigía al baño para lavarse las manos. -Déjame ayudarte con la cena.

Pasamos la tarde cocinando juntas, charlando y riendo mientras preparábamos una cena sencilla pero deliciosa. Abrió una botella de vino y brindamos por nuestra escapada, disfrutando de cada sorbo y cada bocado.

-Esto es exactamente lo que necesitábamos -dijo Lidia, mientras se recostaba en una silla con una copa de vino en la mano. -Una oportunidad para relajarnos y disfrutar del tiempo juntas.

-Sí -respondí, sintiéndome completamente a gusto. -Me alegra que hayamos hecho esto. Es el mejor descanso que podríamos haber tenido.

Después de la cena, nos dirigimos al porche para disfrutar de la noche estrellada. El cielo estaba despejado y el aire fresco era refrescante. Nos acurrucamos en una manta mientras conversábamos y contemplábamos las estrellas.

-¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? -preguntó Lidia, con un tono nostálgico.

-Claro -respondí con una sonrisa. -Fue en ese evento benéfico. Nunca imaginé que estaríamos aquí, en medio de las montañas, disfrutando de este momento.

-Es increíble cómo cambia la vida -dijo Lidia, tomando mi mano. -A veces me sorprende lo afortunada que soy de tenerte en mi vida.

-Yo también me siento así -respondí, apretando su mano. -Eres todo lo que siempre había buscado. Y estos momentos contigo son los más especiales.

El silencio se llenó de un profundo sentimiento de conexión. Nos miramos a los ojos y, sin necesidad de palabras, supimos que estábamos en el lugar correcto. Lidia se inclinó hacia mí, y nuestras bocas se encontraron en un beso suave y lleno de emoción. Era un beso lleno de cariño y pasión, un reflejo de todo lo que compartíamos.

Con la chimenea encendida y el ambiente cálido, decidimos volver al interior. La noche prometía ser larga y cómoda, y estábamos decididas a aprovechar cada momento. Nos dirigimos a la sala de estar, donde la chimenea ardía suavemente, creando un ambiente acogedor.

Nos sentamos en el sofá, acurrucadas bajo una manta. Lidia comenzó a acariciar mi brazo con ternura, y yo me incliné hacia ella, disfrutando del calor y la cercanía.

-¿Te gustaría hacer algo especial esta noche? -le pregunté, mirándola con un brillo travieso en los ojos.

-Me encantaría -respondió Lidia con una sonrisa. -¿Qué tienes en mente?

Me incliné para susurrarle al oído.

-Podemos hacer una noche de spa en casa. Puedo darte un masaje relajante y luego podemos disfrutar de un baño juntas. ¿Qué te parece?

Lidia se inclinó hacia mí, susurrando con un tono seductor.

-Eso suena perfecto. Estoy lista para una noche de mimos.

Nos dirigimos al baño, donde llenamos la bañera con agua caliente y esencias aromáticas. La luz suave de las velas y el aroma de los aceites llenaban el aire, creando un ambiente perfecto para una noche íntima.

Nos sumergimos en la bañera, disfrutando del calor y de la cercanía. Lidia se recostó contra mí, y empecé a masajear su espalda con movimientos suaves y relajantes. La sensación de sus músculos tensos relajándose bajo mis manos era increíblemente gratificante.

-Esto es increíble -murmuró Lidia, cerrando los ojos y disfrutando del masaje. -Te quiero tanto.

-Yo también te quiero -respondí, besando su cuello con suavidad. -Esta noche es solo para nosotras.

Después del baño, nos dirigimos al dormitorio, donde la cama estaba perfectamente preparada con sábanas suaves y acogedoras. Lidia y yo nos recostamos juntas, disfrutando de la tranquilidad y la intimidad del momento.

Nuestros cuerpos se entrelazaron, y la pasión y el amor se hicieron evidentes en cada caricia y beso. La noche se convirtió en un hermoso entrelazamiento de ternura y deseo, un recordatorio de lo fuerte que era nuestro vínculo.

Cuando finalmente nos dejamos llevar por el sueño, sabíamos que habíamos reafirmado nuestro compromiso mutuo y que, a pesar de todo lo que enfrentábamos en nuestras vidas, siempre tendríamos estos momentos especiales para recordarnos lo afortunadas que éramos de tenernos la una a la otra.

El fin de semana en la cabaña fue una escapada perfecta, una oportunidad para conectar y disfrutar del amor que compartíamos. Al final de nuestra estancia, nos fuimos con recuerdos inolvidables y la certeza de que, sin importar los desafíos, nuestro amor era una constante fuente de fortaleza y felicidad.

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▪ Hasta mñn

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𝐃𝐎𝐁𝐋𝐄 𝐉𝐔𝐄𝐆𝐎 • Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora