𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟔

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𝐄𝐋 𝐕𝐈𝐀𝐉𝐄 𝐀 𝐋𝐀 𝐏𝐋𝐀𝐘𝐀

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Lidia

Después de la final de la Champions y las semanas de intensa presión y trabajo, Aitana y yo sabíamos que necesitábamos un respiro. La idea de escapar a la playa para unos días de descanso nos pareció perfecta. Así que, al terminar nuestras obligaciones, nos embarcamos en una escapada que prometía ser un remanso de paz y felicidad.

Nos levantamos temprano la mañana de nuestro viaje, con una mezcla de emoción y alivio. La casa estaba llena de cajas y maletas mientras nos preparábamos. Aunque había una ligera prisa, el ambiente era ligero y alegre, reflejando nuestra ansia por desconectar de la rutina diaria.

-Lidia, ¿has visto mi crema solar? -preguntó Aitana, mientras rebuscaba entre las bolsas con un tono juguetón. Su cabello aún estaba enredado en un moño desordenado, y sus ojos brillaban con una chispa de entusiasmo.

-Creo que la metí en la maleta de la playa -respondí, mientras terminaba de ajustar el último par de sandalias en la bolsa. -Pero no te preocupes, estoy segura de que está ahí.

Aitana sonrió y se acercó para darme un rápido beso en la mejilla.

-Perfecto. Estoy lista para dejar todo atrás por unos días. Necesitamos esto, ¿no crees?

-Absolutamente -respondí, devolviéndole el beso. -Estoy deseando sentir la arena entre los dedos de los pies y el sol en la piel.

Salimos de casa, y el trayecto hacia la playa fue tranquilo. La carretera serpenteaba a través del paisaje pintoresco, y la conversación fluía de manera relajada. Hablamos sobre nuestras expectativas para el viaje, sobre lo que queríamos hacer y cómo íbamos a aprovechar cada minuto de este tiempo juntas.

Al llegar a nuestro destino, nos recibieron las vistas impresionantes de la costa. La playa se extendía ante nosotras con su arena dorada y el océano brillando bajo el sol. Eran el tipo de belleza que te hace detenerte y respirar profundamente para apreciarla completamente. 

-¡Es perfecto! -exclamó Aitana, mirando a su alrededor con asombro. -No puedo esperar para ver qué más nos espera aquí.

El alojamiento era una acogedora cabaña frente a la playa, con grandes ventanales que ofrecían vistas panorámicas del mar. La decoración era sencilla pero elegante, con tonos naturales que se mezclaban con el entorno. Dejamos nuestras maletas en la habitación y decidimos dar un paseo por la playa para estirar las piernas y disfrutar del paisaje.

-¿Vamos a caminar por la orilla o prefieres hacer algo más? -preguntó Aitana, mientras me tomaba de la mano.

-Me encantaría caminar y disfrutar del atardecer -respondí, sonriendo. -Es uno de esos momentos en los que todo se siente tan en su lugar.

Caminamos por la playa, sintiendo la brisa marina en nuestros rostros y la arena cálida bajo nuestros pies. La conversación se desvaneció en risas y miradas cómplices. A medida que el sol comenzaba a descender, el cielo se pintaba con tonos de naranja y rosa, creando un espectáculo visual que parecía solo para nosotras.

-¿Sabes qué es lo que más me gusta de estos momentos? -preguntó Aitana, deteniéndose para mirarme a los ojos. -Es que aquí, en la playa, no hay nada que nos distraiga. Solo estamos tú y yo, y eso es todo lo que necesito.

Me acerqué a ella, sintiendo el calor de su cuerpo y el latido de su corazón.

-Estoy de acuerdo -murmuré, antes de inclinarme para darle un beso suave. -Es como si el mundo se detuviera solo para nosotras.

El atardecer fue un telón de fondo perfecto para nuestro momento íntimo. En la privacidad de nuestra cabaña, el ambiente era tan cálido como la brisa del mar. Nos adentramos en la habitación, nuestros cuerpos aún impregnados del aroma salado del océano. La luz tenue de las lámparas y el sonido de las olas que rompían en la distancia creaban una atmósfera serena y sensual.

Aitana se acercó a mí, sus manos acariciando mi piel con una suavidad que me hizo estremecer. Nos desnudamos lentamente, disfrutando de cada toque y cada caricia. La forma en que sus manos exploraban mi cuerpo y la forma en que sus labios se movían sobre mi piel eran una combinación de ternura y deseo que encendía cada uno de mis sentidos.

Me incliné hacia ella, y nos abrazamos en un beso que fue a la vez suave y ardiente. Nuestras respiraciones se entrelazaron, y el ritmo de nuestros cuerpos se sincronizó en una danza íntima y sensual. La pasión que compartíamos en ese momento era un recordatorio poderoso de nuestra conexión y de lo profundamente que nos amábamos.

Nos perdimos en el placer de estar juntas, dejando que el mundo exterior se desvaneciera por completo. La playa, el sol, y las preocupaciones del día a día se sintieron a miles de kilómetros de distancia mientras nos centrábamos en la simple alegría de estar una con la otra.

Cuando finalmente nos recostamos juntas, exhaustas y satisfechas, nos abrazamos bajo las sábanas, sintiendo una profunda tranquilidad.

-Este es el tipo de momento que me recuerda por qué hacemos todo esto -dijo Aitana, su voz suave y satisfecha.

-Sí -respondí, acurrucándome más cerca de ella. -Es un recordatorio de que, a pesar de todo, siempre tenemos estos momentos para compartir y disfrutar.

El resto del viaje fue un hermoso equilibrio entre relajación y exploración. Pasamos nuestras mañanas en la playa, nadando en el mar y tomando el sol, y nuestras tardes explorando pequeños pueblos cercanos y disfrutando de cenas románticas a la orilla del mar. Cada día era una celebración de lo que habíamos logrado y del amor que compartíamos.

Este viaje a la playa nos permitió renovar nuestras energías y reafirmar nuestro compromiso la una con la otra. En medio del caos y las presiones de nuestras vidas profesionales, estos momentos de paz y conexión eran un recordatorio de lo que realmente importaba. Estar juntas, disfrutar del amor que compartimos y encontrar la felicidad en los pequeños detalles de la vida era el verdadero regalo de este viaje.

Al regresar a casa, sentí que había renovado mi espíritu y mi corazón. La playa había sido un refugio perfecto, un lugar donde habíamos podido alejarnos del mundo y encontrarnos nuevamente en el amor y la tranquilidad. Y mientras nos preparábamos para volver a nuestras vidas diarias, sabíamos que, sin importar lo que viniera, siempre tendríamos estos recuerdos y la certeza de que, juntas, podríamos enfrentar cualquier cosa.

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𝐃𝐎𝐁𝐋𝐄 𝐉𝐔𝐄𝐆𝐎 • Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora