𝐄𝐋 𝐀𝐂𝐂𝐈𝐃𝐄𝐍𝐓𝐄
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Lidia
La mañana comenzó como cualquier otra, con el sol filtrándose a través de las persianas de mi oficina, creando patrones de luz en el suelo. Sin embargo, el caso del asesino que creíamos haber resuelto resultó ser una trama. El supuesto asesino era, en realidad, cómplice del verdadero criminal. En ese momento, la investigación en la que estábamos trabajando había alcanzado una etapa crítica: estábamos en la fase final, intentando cerrar el último capítulo de una serie de crímenes que habían sacudido la ciudad. Había un sospechoso clave, y la operación de captura estaba en marcha. Mi equipo y yo nos habíamos preparado para cualquier cosa, pero nada podría haberme preparado para lo que ocurrió.
La tensión en la sala de operaciones era palpable. Cada miembro del equipo estaba concentrado, siguiendo el plan al pie de la letra. Me encontraba revisando los informes cuando recibí una llamada urgente de uno de los agentes en el terreno. El sospechoso había sido localizado, pero había un problema: había una resistencia inesperada y la situación se había vuelto extremadamente peligrosa. Aceleré hacia el lugar con un nudo en el estómago. Sabía que no podía retroceder ahora. Había puesto tanto en este caso y había hecho promesas a las víctimas. No podía dejar que nada se interpusiera en el camino hacia la justicia.
Cuando llegué al lugar, la escena estaba en caos. La persecución había llevado a un callejón oscuro, y la operación se había convertido en una batalla entre nosotros y el sospechoso. Me uní a mis compañeros en la búsqueda, sintiendo cómo la adrenalina corría por mis venas. Mi entrenamiento y experiencia me habían preparado para estos momentos, pero no estaba preparada para lo que sucedió a continuación.
El sospechoso, desesperado, estaba armado. La situación se tornó más tensa y rápida de lo que podría haber anticipado. Mientras intentábamos acercarnos para hacer una detención segura, un disparo resonó en el aire. Fue un sonido que se quedaría grabado en mi memoria para siempre. No pude evitar sentir el impacto. Sentí una punzada en mi costado, y el mundo a mi alrededor se volvió borroso.
Cayendo al suelo, el dolor fue casi inmediato, pero lo que más me sorprendió fue la rapidez con la que el frío comenzó a apoderarse de mí. Todo se volvió un vaivén de luces y sombras. La voz de uno de mis compañeros se escuchaba a lo lejos, pidiendo ayuda y pidiendo a los paramédicos que llegaran rápido. Sentí las manos de los agentes moviéndome con cuidado, y, aunque intenté mantenerme consciente, la oscuridad estaba cerca.
Aitana
Recibí la llamada a las 10:30 de la mañana. Estaba en casa, preparándome para un entrenamiento ligero cuando el teléfono sonó. El nombre del remitente era un número desconocido, pero la voz al otro lado no dejaba lugar a dudas. Era uno de los compañeros de Lidia, y su tono era grave, tembloroso. Me dijo que Lidia había estado involucrada en un accidente durante una operación en el terreno. El pánico se apoderó de mí al instante. Mis piernas temblaban y me costó respirar. No entendía del todo lo que había sucedido, pero el mensaje era claro: Lidia estaba herida y se encontraba en el hospital.
Sin perder tiempo, salí de casa con el corazón en un puño. Cada semáforo en rojo parecía una eternidad, cada minuto que pasaba me parecía un golpe doloroso en el pecho. Cuando finalmente llegué al hospital, me sentí como si hubiera corrido una maratón, aunque solo había sido el viaje en coche.
Corrí hacia la recepción, mi voz apenas audible mientras preguntaba por Lidia. La recepcionista me dirigió al área de emergencias. Me informaron que ella estaba en cirugía, y que no podían darme más información. Las palabras de la recepcionista eran un eco lejano; mi mente estaba atrapada en un torbellino de desesperación y ansiedad.
Me dirigí a la sala de espera, donde el tiempo parecía haberse detenido. Miré el reloj en la pared. Cada segundo era un golpe doloroso. No podía sentarme, no podía quedarme tranquila. Caminaba de un lado a otro, tratando de mantener la calma mientras mi corazón latía con una intensidad que casi podía escuchar.
Pasaron horas, cada una arrastrándome lentamente. La gente que estaba en la sala de espera parecía ser un paisaje borroso, sus murmullos y susurros mezclándose con el sonido de mi respiración agitada. Finalmente, un médico salió de la sala de operaciones. Su rostro estaba serio, y en su mirada había una tristeza que no necesitaba ser verbalizada. Me acerqué con pasos temblorosos, y él comenzó a hablar con una voz que sonaba distante.
-Lo siento, pero Lidia no ha sobrevivido -dijo el médico. Sus palabras se deslizaron por mi mente como un frío constante. El mundo a mi alrededor se desmoronó en un instante. -Hicimos todo lo posible, pero las lesiones eran demasiado graves.
El golpe de la noticia fue tan fuerte que me sentí desvanecer. Me agarré de la silla más cercana para mantenerme en pie. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, y el dolor era tan profundo que apenas podía respirar. La sala se convirtió en un torbellino de emociones y desesperación. No había palabras que pudieran describir lo que estaba sintiendo. Mi corazón estaba roto en mil pedazos, y el mundo parecía haberse convertido en un lugar inhóspito y frío.
Me dirigí a la sala donde Lidia había estado. El cuarto estaba vacío, y el silencio era abrumador. Me senté en la silla junto a su cama, donde había estado luchando por sobrevivir. Ahora estaba sola, y el vacío era insoportable. Miré alrededor, buscando algún rastro de su presencia, algo que me hiciera sentir que ella aún estaba aquí. Pero solo encontré un cuarto desolado, sin vida.
La imagen de Lidia herida, su rostro lleno de dolor y esfuerzo por mantenerse consciente, fue lo que me quedó grabado en la mente. Recordaba su última mirada, esa mezcla de amor y tristeza que nunca podré olvidar. La realidad de que ya no estaba aquí era una pesada losa sobre mis hombros, y la idea de vivir en un mundo sin ella parecía imposible de soportar.
Pasaron las horas, y finalmente me vi obligada a salir del hospital. El mundo exterior me recibió con una frialdad que reflejaba mi propio vacío interior. Caminé sin rumbo por las calles de Barcelona, sin realmente ver lo que me rodeaba. Todo lo que podía pensar era en ella, en todo lo que habíamos compartido y en cómo, en un instante, todo se había desmoronado.
En los días siguientes, el dolor se convirtió en una constante que no podía evitar. Cada rincón de la casa estaba lleno de recuerdos de Lidia, y cada objeto me hacía sentir su ausencia de manera más aguda. La casa que antes estaba llena de risas y amor ahora estaba en silencio, y la soledad era una presencia constante.
Me quedé sentada en el sofá, el lugar donde solíamos pasar nuestras conversaciones, riendo, y compartiendo nuestros sueños. Cerré los ojos, y traté de recordar los momentos felices que habíamos vivido juntas. Cada recordatorio era una mezcla de alegría y dolor, una representación de lo que habíamos perdido.
La vida continuó, pero sin Lidia, todo se sentía diferente. La pérdida era tan profunda que a veces sentía que no podría volver a encontrar mi camino. Pero también sabía que Lidia me habría querido seguir adelante, que quería que viviera mi vida al máximo, incluso sin ella.
Así que, en medio del dolor, intenté encontrar un propósito. Traté de seguir adelante con la fuerza que ella me había mostrado, la misma que había estado a su lado durante sus momentos más difíciles. La vida seguía, y aunque su ausencia era una herida abierta, intenté recordar su amor y su valentía como una fuente de fortaleza.
En cada momento de debilidad, traté de sentir su presencia, como si su amor me envolviera y me diera la fuerza para seguir adelante. A pesar de la tristeza abrumadora, me aferré a los recuerdos y al amor que compartimos, sabiendo que, en algún lugar, ella siempre estaría conmigo.
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▪ Pido perdón
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𝐃𝐎𝐁𝐋𝐄 𝐉𝐔𝐄𝐆𝐎 • Aitana Bonmatí
FanfictionLidia Navarro y Aitana Bonmatí no eran la pareja convencional. Ella, una criminóloga brillante, con una mente afilada para desentrañar los misterios más oscuros de la humanidad; y Aitana, una de las estrellas del Barcelona, apasionada por el fútbol...