𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟓

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𝐋𝐀 𝐕𝐈𝐂𝐓𝐎𝐑𝐈𝐀 𝐘 𝐄𝐋 𝐃𝐄𝐒𝐀𝐅Í𝐎

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Aitana

El día de la final de la Champions llegó, y con él, una mezcla de nervios y emoción que me llenaban por completo. Barcelona estaba a punto de vivir una de sus noches más épicas, y yo estaba lista para ser parte de ella. Aunque no era la primera vez que jugaba una final, la magnitud de este evento hacía que todo se sintiera diferente.

Me desperté temprano, como siempre en días importantes, con el corazón latiendo rápido. La habitación estaba bañada por la luz de la mañana, y el silencio de la casa me permitió centrarme en mis pensamientos. Miré a Lidia dormida a mi lado, con su cabello desparramado sobre la almohada. Habrá sido una noche corta para ambas, ya que el cansancio de los últimos días nos había pasado factura, pero su presencia era un bálsamo reconfortante.

Me vestí en silencio para no despertarla, eligiendo cuidadosamente mi ropa de entrenamiento y el equipo de juego que llevaría. Cada prenda tenía un significado especial; eran las que usaría en la batalla más importante del año. Mientras me preparaba, me sentía como si estuviera en un sueño. Todo estaba preparado, desde los calentamientos hasta las estrategias que habíamos ensayado, pero aún así, el nerviosismo seguía siendo palpable.

-Buenos días, compeona -susurró Lidia cuando me encontró en la cocina, donde estaba preparando café. Su voz llena de amor y apoyo, y eso me reconfortó más de lo que las palabras pueden expresar.

-Buenos días -respondí, sonriendo mientras me acercaba para darle un beso en la mejilla. -Gracias por estar aquí, por todo. Significa más de lo que puedes imaginar.

-Siempre estaré aquí -dijo, dándome un abrazo. -Estoy tan orgullosa de ti. ¿Qué necesitas antes del partido?

-Solo que sigas creyendo en mí -respondí, tomando una taza de café. -Y si puedes, intenta no preocuparte demasiado. Quiero que disfrutes la noche también.

Ella asintió con comprensión.

-Haré lo posible por disfrutar de la noche. Y te prometo que no me preocuparé demasiado. Simplemente te veré brillar.

Después de desayunar, nos dirigimos al estadio. La emoción en el aire era palpable, y al llegar, la atmósfera estaba cargada de una energía que solo una final de la Champions puede ofrecer. Las gradas estaban llenas de aficionados que esperaban con ansias, y el sonido de los cánticos y vítores resonaba en mis oídos.

El vestuario estaba en un estado de frenesí controlado. Las chicas estaban concentradas, ultimando los detalles de la táctica, mientras el entrenador daba su última charla motivadora. Lo escuchaba, pero mi mente estaba en una burbuja de preparación personal. Sabía que tenía que concentrarme en cada pase, en cada movimiento, para contribuir a lo mejor de mis capacidades.

-Vamos a darlo todo -dijo nuestra capitana, y todas respondimos con un grito de aliento. El momento de entrar al campo se acercaba, y mis nervios se transformaron en pura determinación. Miré alrededor y vi a mis compañeras con la misma intensidad en sus ojos. Sabíamos lo que estaba en juego.

El pitido inicial fue una descarga de adrenalina. Desde el primer minuto, el juego fue intenso. Cada pase y cada jugada estaban cargados de una urgencia que solo una final puede provocar. El Olympique de Lyon era un adversario formidable, y no iba a ser fácil superarlas. Pero sentía la fuerza de mi equipo, el apoyo de cada una de mis compañeras, y eso me daba la energía necesaria para seguir adelante.

Recibí el balón en el centro del campo y avancé con determinación. El partido estaba en su punto más álgido cuando, en una jugada estratégica, logré el primer gol. La sensación de euforia que sentí en ese momento fue indescriptible. Miré hacia las gradas y vi a Lidia, su rostro radiante de orgullo, y eso me dio el impulso que necesitaba para continuar.

𝐃𝐎𝐁𝐋𝐄 𝐉𝐔𝐄𝐆𝐎 • Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora