Dieciocho.

6.3K 398 63
                                    

Pasé ese fin de semana con Elena, tal y como le había dicho a Andrew. Fuimos de compras, vimos películas, hablamos y comimos chatarra; debo admitir que fue divertido, mi hermana era más interesante de lo que pensaba. En contra de todo pronóstico fue divertido y ni siquiera noté el paso de los días, cuando menos lo esperé el domingo ya había llegado y eso significaba solamente una cosa: Andrew estaba de vuelta.

Elena me acompañó a la casa de los Walsh cuando el sol se estaba poniendo en el horizonte. Aparentemente, a petición de Violeta, no me podían dejar sola en lo que me adaptaba a mi nueva vida. Y bueno, mi familia se lo había tomado un poco literal y esos días en los que no estaba medicada y vulnerable ante cualquier recaída, no estuve sola ni un solo minuto. ¡Incluso Elena dormía en mi alcoba! Seguramente hasta el siguiente martes, cuando fuera a terapia con Violeta, eso se terminaría y volvería a mi rutina de medicamentos e inconciencia la mayor parte del día. Suspiré resignada y decidí disfrutar esos últimos momentos de supuesta libertad.

Elena estacionó el coche frente a la casa de mi novio. Miré la cochera, esperanzada por verlo bajar con esa hermosa sonrisa en su bello rostro, pero no había nadie, ni siquiera estaba la camioneta de sus padres.

—Parece que llegamos temprano —dijo Elena junto a mí.

—Eso creo.

—¿Quieres volver a casa?

—No. Prefiero esperar.

Elle asintió con la cabeza y encendió la radio. Disfruté los últimos minutos a solas con Elena, sabía que el verano estaba por terminar y ella volviería a la universidad. Sería un poco más complicado seguir viéndonos.

Bufé. La universidad. Andrew también se iría a la universidad y no a cualquiera, ¡se iba a ir a la más alejada de la ciudad! La Universidad de Stanford al suroeste del país. Recuerdo que cuando me había dicho a dónde había enviado solicitud, justo antes de que fuer a Saint Patrick, casi muero.

Era un día común y corriente de escuela. A fuera comenzaba ya a sentirse el intenso calor de finales de marzo, sin embargo, el laboratorio de biología estaba fresco. Andrew estaba sentado a un lado mío, tratando de obtener una buena tinción de Gram. ¿Yo? Yo lo miraba divertida desde mi asiento.

—¡Quita esa cara, Noelle! ¡La haré bien!

—Eso quiero ver —reí.

—Ja-ja-ja. ¡No le veo el chiste! Como sea —dijo lanzando el portaobjetos a la mesa—, ¿ya hiciste alguna aplicación para la universidad?

—No.

—¡¿Cómo que no?! ¡Ya mero termina el plazo!

—Pienso tomar un semestre sabático.

—No te dejaré hacer eso.

—¿Y tú?

—Stanford —admitió, avergonzado.

Mi corazón se detuvo y lo miré, un tanto sorprendida. ¿Stanford? ¿No pudo escoger algo un poco más lejos?

—¿Stanford?

—Sí, Noelle. Sé que es algo lejos…

—¿Algo?

—De acuerdo, sé que está lejos pero es muy buena. No pongas esa cara, ¡vendré en vacaciones! —prometió.

Suspiré y no dije nada más. Sabía que era mi amigo y que debía de respetar su decisión, además yo igual entraría a la universidad y sería exactamente lo mismo.

Pero las cosas habían cambiado. Ahora éramos como una pareja con todo lo que eso conllevaba: éramos cursis a ratos, discutíamos por tonterías, nos enviábamos mensajes a todas horas y nos queríamos mucho. La separación sería mil veces peor, aunque siempre existía la posibilidad de que no fuese aceptado y puede que suene egoísta pero una parte de mí se aferraba a esa posibilidad. Iré al infierno, lo sé.

Redención.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora