Capítulo Cuarenta y Tres

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El día estaba insoportablemente caluroso y estaba de nuevo en la casa de Félix. Nos encontrábamos cerca del mediodía y la temperatura no daba tregua. Félix estaba sin playera, su torso atlético adornado con pecas y vellos rojos al aire, tumbado cómodamente en su cama.
Yo, por mi parte, estaba sentado en el borde de la cama, con mi playera pegada al cuerpo por el calor. Félix estaba mostrándome algunas fotos antiguas en su teléfono y los dos estábamos riéndonos a carcajadas.
-¿Recuerdas esta foto? -me preguntó, señalando una en la que estábamos los Archienemigos juntos, en casa de Emma.
-¡Claro que sí! ¡Vaya cambio de look! -respondí entre risas.
-Mira la cara de Ari, -expandió la imagen.
-La misma cara de siempre.
Nos reímos.
-Mira está, -dijo pegándose más a mí- tú y yo en Halloween disfrasados de Harry Potter y Ron Weasley.
-Cómo olvidar, fue el mejor disfraz en pareja. -Dije-. También recuerdo las cosas horribles que me dijiste.
Félix hundió la cabeza, tapándosela con el teléfono.
-¡Agr! ¡Cómo pude ser tan imbécil! ¡Cómo me arrepiento!
-Ya es tarde, pero si, me dijiste imbécil.
-No, yo era el imbécil, lo soy aún.
No sé qué pasó, no pude evitar el deseo de acariciar su pelo, tal vez por lástima.
Pasé la mano por su cabello, era suave.
-Desearía volver a repetir ese día y hacerlo mejor.
-Podríamos volver a disfrasarnos de Harry y Ron, el próximo Halloween. Pero tú estarás en París, yo seguiré aquí. Sin mi ciudadanía no puedo volver.
-No estés triste, tío.
-No lo estoy. Ya he drenado ese dolor.
-Vendré en octubre, y nos disfrazaremos.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo, -dijo.
-Prometido entonces. ¿Cómo obtuviste tu ciudadanía? -pregunté.
-Por mis madres.
-Felicidades.
-¿Y tus abuelos? -Preguntó- ellos son de allá.
-Lo hicieron, pero los documentos no servían, eran falsos. Por dejarlo pasar mírame ahora. Desterrado.
-¿Y si te casas con?...
-No, eso no va a pasar. No quiero hablar de eso.
En ese momento, Félix notó mi incomodidad por el calor y, sin mayor aviso...
-Si me permites... -dijo.
-¿Qué haces?
-Quitarte esto, te estás asfixiando.
-No, estoy bien.
-Cállate y levanta los brazos.
Puse los ojos en blanco. Pero lo obedecí.
Me quitó la playera y me la lanzó en la cara. Yo sentía un poco de vergüenza, ya tenía bastante vello a mis diecisiete, en el pecho y en las axilas.
-¡Hey! -exclamé, tratando de quitarme la playera de encima-. ¡Eres un abusivo, Félix!
-Ves, mucho mejor.
Ambos nos echamos a reír, continuamos viendo las fotos. Había una foto de él encima de una motocicleta.
-Vaya, que cool. -Dije- ¿De quién es?
-Es de mi hermano.
-Cool.
-¿Quieres verla?
-Vale.
Me llevó a su garaje para mostrarme. No sabía qué esperar, pero cuando Félix abrió la puerta del garaje, revelando una motocicleta de color rojo fuego, no pude evitar quedarme boquiabierto.

 No sabía qué esperar, pero cuando Félix abrió la puerta del garaje, revelando una motocicleta de color rojo fuego, no pude evitar quedarme boquiabierto

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La moto era una preciosidad, brillando con la luz del sol y emanando una sensación de libertad y aventura. Félix se acercó a ella y la acarició con ternura, como si fuera un tesoro invaluable.
-Esta era la moto de mi hermano Wilfred, -me dijo Félix con una sonrisa nostálgica en su rostro-. A veces me subo en ella y salgo a dar una vuelta. Es como si pudiera sentir la adrenalina corriendo por mis venas.
Me quedé impresionado por la historia detrás de esa moto y por la pasión con la que Félix hablaba de ella. Era evidente que significaba mucho para él.

Archibald Connor. Los secretos de la luz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora