Capítulo Diecinueve

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Era un día soleado, primero de agosto en la bulliciosa ciudad de Londres y yo estaba listo para poner en marcha mi plan para mantener a Nicolle tan ocupada que nunca querría irse. Había planeado minuciosamente cada detalle, desde los lugares que visitaríamos hasta las comidas que tomaríamos.
Nicolle, por su parte, estaba emocionada de explorar la ciudad. Aunque ya había estado en Londres varias veces, siempre había algo nuevo que descubrir. Así que nos dirigimos al primer lugar en nuestra lista: el famoso Big Ben.
Mientras caminábamos por las calles de la ciudad, Nicolle estaba fascinada por la arquitectura y la historia que rodeaba cada esquina. Yo, por mi parte, me esforzaba por mantener el ritmo, asegurándome de que visitáramos cada punto de interés en nuestra lista.
Al llegar al Big Ben, Nicolle no podía contener su emoción. Se detuvo frente al imponente reloj y se tomó un sinfín de fotos, maravillada por su tamaño y belleza. Mientras ella exploraba cada rincón del lugar, yo observaba en silencio, sabiendo que este era solo el comienzo de nuestro agotador recorrido por la ciudad. Después de pasar varias horas en el Big Ben, nos dirigimos a otros lugares emblemáticos de Londres. Visitamos el Palacio de Buckingham, entre muchos otros. En cada lugar, Nicolle se mostraba más y más cansada, pero seguía adelante con entusiasmo.
En cuanto al Palacio de Buckingham desde el momento en que entramos, nos sentimos como en un cuento de hadas. Los enormes salones, los frescos en las paredes y los muebles majestuosos nos dejaron sin aliento. Nos sentíamos como dos niños en una tienda de dulces, sin saber por dónde empezar. Nos divertimos intentando imitar las poses elegantes de los retratos de la realeza. Nos tomamos fotos riendo y haciendo muecas, mientras los guardias nos miraban con una mezcla de diversión y desaprobación.
Pero lo más impactante fue cuando tropecé con una alfombra y estuve a punto de caer al suelo. Rápidamente Nicolle me agarró del brazo y logró evitar que me hiciera daño, pero ambos terminamos en una carcajada que resonó en todo el salón. Los guardias nos miraron con sorpresa, pero luego también se unieron a nuestra risa.
Saqué el teléfono para hacernos unas fotos. Habían un par de llamadas pérdidas de Emma pero no le di importancia. Hoy tenía que disfrutar mi día con Nicki.
Nicolle y yo decidimos hacer una pausa para almorzar después de haber estado caminando por la ciudad durante horas. A pesar de que ella era la millonaria y podía permitirse comer en los restaurantes más lujosos, optamos por un lugar simple y acogedor. Porque así yo lo quise y que soporte.
Nos sentamos en una pequeña cafetería y pedimos unos sandwiches y batido de helado de chocolate. Mientras comíamos, hablamos de todo un poco.
-Dime, Archie. ¿Cómo son tus amigos de aquí? -Preguntó ella mientras mezclaba la nata del batido con el absorbente.
-Todos son muy majos, con sus características típicas, pero majos.
-Bueno, ya conocí a una... Emma. Creo que no tuve el gusto.
Bebió del batido.
-Emma es excéntrica, quiere ser el centro de atención y odia a la gente pija.
-¿Y yo soy una pija de esas?
-Eso cree ella.
-Yo creo que tiene envidia o celos de que sea tu amiga.
-A Emma hay que darle su tiempo -dije y le pegué un bocado al sándwich.
-¿Qué tal los demás?
-Ari es... bueno, es Ari. Ella fue a París cuando yo estaba allá.
-¡Si! personalmente no tuve el gusto de conocerla, pero Eric sí.
Me estremecí.
-No fue muy agradable el primer encuentro de ellos, recuerdo que le sopló una hostia en la cara. -Comenté riéndome.
-Ja,ja,ja le marcó la mano en la cara.
-Ja,ja, ja. La piel de Eric es sensible y la mano de Ari muy pesada.
Sentí demasiada añoranza de Eric. Además mirar directamente a Nicolle era como mirar a Eric, se parecían tanto, solo que ella era femenina. Sus rostros son angelicales inclusive tienen el mismo lunar, lo único diferente es que Eric lo tiene en el pómulo y Nicki en cerca de la boca, como Marilyn Monroe.
Me pregunto si todos los miembros de la familia Darcell tienen ese mismo lugar distintivo de una familia real.
-Ari es difícil de comprender, ella está pasando por un momento de autodescubrimiento que la angustia un poco.
-¿Qué le pasa?
-Ella ha desarrollado un don que nadie más tiene. Puede ver el aura de las personas.
-Wow.
-Pensábamos que era rara, pero en realidad es única. Desarrollaba el don en silencio como si estuviera encubando un virus.
-Eso debe ser emocionante, tener una habilidad así.
-No, Nicki. No es nada fácil. Ella tiene un sinvivir con eso y se refugia en Brandon que es una especie de protección visual. Dice que cuando está con él es cuando único descansa de sus visiones porque aún no lo sabe dominar.
-¿Brandon?
-Él es como del tamaño de Eric y es futbolista.
-¿Profesional?
-No, solo en la escuela. Pero si quiere una universidad relacionada con algo de deporte. Y finalmente está Chloe, la más reciente del grupo. Ella continua estudiando en la escuela de diseño de Paris, yo de hecho la conocí allá. Es guitarrista aficionada y solía andar con nosotros.
-No recuerdo que Eric la mencionara y eso que conozco a todos sus amigos.
-Es que ella se llamaba Kristen en París. Es como su pseudónimo.
-Oh, si, creo que salió en alguna conversación con mi hermano.
Ya ella había terminado de comer y mi sándwich estaba por la mitad.
-Pues esos son mis amigos. Todos nos relacionamos de una manera extraña e inexplicable pero somos mejores amigos, a pesar de que yo estuve mucho tiempo lejos de ellos.
-Así son los amigos de verdad.
-Bueno, te diré que antes de yo irme para París Emma y Brandon eran novios, luego rompieron cuando yo estaba en Francia. Cuando Chloe llegó de vacaciones empezó a salir con Emma y a Brandon le resultaba difícil asimilarlo, porque a pesar de que fue una separación amigable Emma lo dejó porque no le gustaban los chicos y si le gustaba Chloe... Todo es una locura, una larga historia.
-¿Emma y Chloe son pareja?
-Si, aún lo llevan en secreto. Como Eric y yo...
Suspiré, recordé lo que no debía y eso me dolió.
-¿Cómo va todo con tus amigos? -pregunté.
-No es que yo tenga muchos amigos. Mi mejor amigo es mi hermano Eric, ya lo sabes y sus amigos son mis amigos. Cuando estás en una posición social como la mía es difícil tener amigos.
-Lo puedo imaginar, hay muchas personas interesadas.
-Realmente "mis amigos" no son más que socios, pues sus familias tienen una sociedad con la marca Mega Shane. Me relaciono con Daniel, Alice, Sallet y Annette no porque sean amigos de Eric, sino porque ellos son socios de la marca Mega Shane y nuestra empresa patrocina todos sus negocios.
-Mega Shane es como un imperio.
-Es un imperio. -Afirmó Nicki con seguridad. Y pues eso, amigos como los tuyos no tenemos, siento algo de envidia por ese lado.
-Bueno, yo soy tu amigo. Nos tienes a Eric y a mí.
-Siempre has sido tan amable y bondadoso. Gracias.
Puso su pálida mano sobre la mía, eso me recordó a Eric en algún momento y me volvió a estremecer.
-¿Cómo te cae Annette? -pregunté solícito y con algo de maldad en los ojos.
-Bueno... Ella es muy inteligente y...
-¡Vamos ya Nicki! Te puedes expresar con confianza es lo que tiene ser una persona de clase media.
-Nunca he hablado mal de nadie -se tocó la punta del dorado cabello que parecía un espiral.
-Yo tampoco, no con maldad. Pero ahora andas con un tercermundista, tienes que pensar como un tercermundista, tienes que ser un tercermundista.
Mi voz sonó a liderazgo.
-Ja,ja,ja. Tercermundista. Qué ocurrencia, Archie.
-¿Entonces?
-No soporto a Annette. Es muy mala persona.
-Eso.
-Es una traicionera, le hizo mucho daño a mi hermano, no se lo perdono.
-¡Eso!!! ¡Dime más!
-Es una... Perra...-Se tapó la boca.
-Ja, ja, ja. Es una perra.
Morí de la risa y ella conmigo.
-Ves, es fácil desahogarse.
-Archie sacas lo peor de mi.
-A que sí. Ja, ja, ja.
Después del delicioso almuerzo decidimos que era momento de ir de compras. Nicolle estaba radiante, con una sonrisa en el rostro que no se apagaba, y yo sabía que estaba disfrutando de nuestro día juntos.
Caminamos por las calles comerciales, entrando en tiendas de ropa de diseñadores y probándonos prendas elegantes. Nicolle se veía deslumbrante con cada cambio de prenda, y yo no podía evitar sentirme orgulloso de haberla llevado a ese lugar.
Compramos bolsos, zapatos, joyas y todo lo que se nos antojaba, mientras Nicolle reía y bromeaba conmigo. Sabía que estábamos agotando sus energías, pero no pude resistir la tentación de seguir con nuestro plan de hacerla caminar todo el día.
Cuando ya las bolsas pesaban demasiado y Nicolle parecía a punto de desfallecer, decidimos regresar a casa.

Archibald Connor. Los secretos de la luz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora