Capítulo Veintiocho

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Sentí una punzada en el corazón al ver a Nicolle Darcell guardando las maletas en el maletero de su coche. Un Mercedes Benz como el de Eric. Parecía como si fuera un dejá vù, pero en realidad no lo era. Sólo es el recuerdo de la marcha de Eric. Primero él, ahora Nicolle y junto con ella Emma y Chloe. Poco a poco se van alejándose todos, casi me dejan sin nada.
Con el corazón estrujado me despedí de Emma y Chloe. Ellas volverían dentro de tres días, aún así parece una eternidad. En cambio a Nicolle, no sé cuándo la volveré a ver, pero no promete ser pronto. Ya no podía retenerla más tiempo conmigo, era como si decidiera detener el amanecer. Pero la luz es inexorable, ese es otro secreto que aprendí.
Me apoyé en la ventanilla de piloto, cuando el automóvil rugía debajo de mi.
Mis papás estaban mirándome desde el otro lado del aparcadero.
—Archie, disfruté estos días aquí, de verdad. A pesar de todo, me encantó estar contigo aquí.
Comencé a gimotear, con los labios apretados y el nudo en la garganta. Las palabras no salían.
—No estés triste, piensa que después de mi marcha, podrás ver a Eric.
Asentí. Le di un fuerte abrazo.
—Te voy a extrañar.
—¡Oh! Yo también, mon ami.
Si en verdad amas algo... déjalo ir.
Nicolle había venido para saber de mí. Emma discutió con ella porque creía que me iba a llevar para París. Sin pensarlo, al final, ella se fue la que se fue y yo me quedé aquí.
Meditar me había ayudado a superar mis problemas, el budismo también. Pero aún así fue más fuerte el poder del adiós.
Ese día lloré hasta las seis de la tarde.

Archibald Connor. Los secretos de la luz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora