Capitulo 23

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VICTORIA

Después de gritarme hace una semana y desaparecer Lagdon Lamorte Dumont se digna a presentarse y a hablarme.

Me dio Peonías rojas, mis flores favoritas. Después de irse y regresar me invitó a una cita. Ni siquiera cuando se supone que debio de hacerlo lo hizo, prefirió mentir.

¿Cómo puedo confiar en el?

Aunque no puedo mentirme a mi misma diciendo que no me hizo falta su estúpida y arrogante presencia, si me hizo falta, por más que me niegue a admitirlo. Tal vez sea por qué no deja que nadie me hable. Ni siquiera por qué la mayoría son mujeres de mediana edad, señoras. De echo cuando llegué aquí se me hizo extraño, por qué la última vez solo había muchachas jóvenes.

Ya me eh adaptando a estar aquí, en realidad no es tan malo. Me pongo un vestido rojo corto con zapatillas de tacón bajo y una cola alta. Salgo de mi habitación y me dirijo al jardín con Paolo a unos metros de mi.

Me siento y llega una de las empleadas.

—¿Señora que desea hoy de comer?

—Sorprendeme —le digo con una sonrisa —¿El señor?

—Salio señora, dijo que volvería más tarde. Y me dijo que le diera esto.

Peonías, rosas.

—Gracias —una sonrisa boba se dibuja en mi rostro.

No está a la vista haci que me permito disfrutar el olor de las flores y del pequeño sentimiento que nace en mi, cada que el engreído tiene un detalle conmigo.

Más tarde, casi a medio día lo veo llegar en su Ferrari, sale de el con su traje color negro, tan guapo como siempre. Me ve y me da una sonrisa.

—¿Que pensaste mon amour?

—¿Por qué tendría que aceptar? -digo riéndome.

Rueda los ojos y se pasa una mano en el rostro, amo fastidiarlo.

—Porque te gusto, Victoria. —Se ríe y se sienta a mi lado.

—Tal vez, y si así fuera no significa que vaya a aceptar cualquier cosa que me propongas.

—Yo digo que si, pero tú me dirás qué no por que te encanta llevarme la contraria... —responde Lagdon, acercándose a mí—. Pero sí significa que te gustó que te invitara a una cita. —Su voz es baja y seductora.

—Tal vez —admito.

Lagdon sonríe y me toma la mano. —Vamos, rojita. No vas a hacerme esperar más, ¿verdad? —su mirada es persuasiva y su contacto eléctrico.

Por qué tengo que sentir esto cada vez que me toca. Maldito.

—Esta bien, aceptó. —trato de no sonreir —¿Cuando va a ser?

—Ahora —dice jalándome a él y llevándome a su Ferrari a rastras. —puedes usar los pies rojita.

—¡Si dejas de arrastrarme podré! —digo quitándole mi mano —ya me estoy arrepintiendo.

—No tengo mucha experiencia siendo amable, vas a tener que tenerme paciencia. —dice sonriendome. Si no tuviera una muy hermosa sonrisa, tal vez no se me disipara el enojo.

Me subo al coche. Y veo como se sube a mi lado.

¿Es posible que Lagdon de verdad este cambiándo por el supuesto amor que siente por mi?

¿O es solo otra táctica para ganarse mi confianza?

—¿Dónde vamos? —le pregunto, mientras ajusto el cinturón de seguridad.

A Tu MercedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora