Capitulo 44

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LAGDON

—Lagdon..—esta sudando, está xtremadamente pálida, respira agitadamente y me ve asustada —no me siento bien.. duele..

Se toca la parte del estómago donde Lance la apuñalo.

La furia y toda la sed de venganza se desvanece para remplazarse por la misma angustia que sentí cuando no despertaba, incluso más.

Me quedo en shock viendo como mi rojita trata de levantarse.

—Mi corazón.. —me dice antes de empezar a vomitar sangre y casi caer al suelo.

De no ser por qué reaccióno a tiempo para tomarla en mis brazos.

—Amor —la veo a los ojos, las lágrimas vuelven a salir —por favor no..

—Perdoname.. —me sonríe su dentadura está machada de sangre igual que su boca -no quiero irme..

—No me dejes te lo suplico..

—Perdoname, ya no puedo.. —vuelve a tocer sangre.

Las lágrimas caen de mis ojos, mi visión se nubla. No puedo creer que esto esté sucediendo. No puedo creer que la esté perdiendo.

—Perdóname —me dice, su voz débil, su sonrisa triste.

—No tengo que perdonarte —le respondo, mi voz rota—. No hay nada que perdonar. Solo quiero que te quedes conmigo.

Ella vuelve a toser sangre, su cuerpo se sacude en mis brazos. Me siento impotente, no puedo hacer nada para detener esto.

—No te vayas —le suplico, mi voz un lamento— Por favor, no me dejes solo. No quiero estar solo otra vez, eres lo único que tengo.

La miro a los ojos.

—Te amo igual que lo amo a el —le digo, mi voz temblando llevando mi mano a su vientre—. Te amo más que a nada en este mundo. No puedo vivir sin ti.

Toco su vientre el cual se sacude por su respiración agitada.

—Nuestro bebé -llora

—Nuestro bebé -sonrio llorando.

—¿En otra vida me harás tú esposa?

—Si me vuelves a aceptar —me río y beso su mano fría, mientras las lágrimas no dejan de salir de mis ojos —en todas y cada una de ellas te buscaré y juro hacerte mi esposa en todas. Haci tenga que obligarte.

Ella sonríe débilmente, su mano se levanta y toca mi rostro.

—Te amo —me dice, su voz apenas audible— Siempre te amaré, hasta la muerte.

Hasta la muerte mi amor —asiente y nos damos un beso, largo y lleno de amor.

Nos besamos pero ella deja de responder su mano cae, su cuerpo se relaja en mis brazos. La sostengo, la aprieto contra mí, como si pudiera mantenerla con vida.

—No —le suplico—. No te vayas. Por favor, no me dejes.

Lloro, lloro como nunca he llorado desde que perdí a mi madre. La sangre de Víctoria cae sobre mi ropa, sobre mi piel, pero no me importa. Solo quiero que se quede conmigo.

—Por favor —le suplico, mi voz rota abrazando su cuerpo ahora inmovil— No me dejes solo. Por favor, por favor, por favor.

La sostengo, la aprieto contra mí, y lloro. Lloro por la pérdida, por el dolor, por la desesperación. Lloro porque no puedo vivir sin ella.

Me siento vacío, hueco, como si alguien me hubiera arrancado el alma.

No puedo soportar la idea de vivir sin ella. Literalmente, vivo por ella. Cada latido de mi corazón, cada respiración, cada pensamiento es para ella. Sin ella, no soy nada. No tengo razón de ser.

La abrazo con fuerza, como si pudiera transmitirle mi vida, mi calor, mi amor.

Quiero despertarla, quiero que vuelva a mí.

Quiero sentir su sonrisa, su risa, su mirada.

Quiero que me diga que todo va a estar bien.

Pero no ahí nada. Me mantengo con ella en mis brazos, llorando y suplicandole que regrese a mi.

Escucho como Lance se levanta a espaldas a mi y no reacciono. No tengo fuerzas, no tengo ganas de hacerlo. Si me mata sería lo mejor.

Escucho como se acerca pero yo sigo viendo su rostro pálido. Peinando su hermoso cabello rojo.

Siento el filo de una navaja en mi garganta y justo cuando la apreta a mi cuello. Un disparo suena en la habitación.

Yo me mantengo inmóvil susurrandole al oído. Que por favor regrese a mi.

Mis oídos zumban debido al estruendo que retumbó en la habitación.

Mi mirada esta en su rostro, pálido y sereno. Aunque la muerte ha reclamado su vida, su belleza sigue siendo evidente. Sus facciones delicadas, su nariz recta, sus labios suaves y curvados, todo en ella sigue siendo perfecto.

Sus ojos, aunque cerrados, aún parecen brillar con una luz interior que me hace doler el corazón. Su piel, aunque pálida, sigue siendo suave y radiante, como la luz de la luna en una noche clara.

Su cabello, disperso sobre mi pecho, es como una cascada de seda roja que me envuelve en su suavidad. Su cuerpo, aunque inmóvil, sigue siendo el refugio más seguro y cálido que he conocido.

Aunque la muerte ha robado su vida, no ha podido arrebatarme la belleza que veo en ella. Aún es la mujer más hermosa del mundo, la que me ha robado el corazón y me ha hecho sentir vivo.

—Eres tan hermosa —le digo, mi voz temblando— Aún así, eres tan hermosa.

Mi mano temblorosa acaricia su rostro la beso en la frente, en los labios, en la mejilla. La abrazo con fuerza, como si pudiera mantenerla conmigo, como si pudiera hacer que si corazón latiera nuevamente.

—No te vayas —le suplico—. Mi amor

Pero la he perdido para siempre.

La sostengo en mis brazos, la miro a los ojos, aunque estén cerrados. La amo, la amo más que a nada en este mundo.

—Parán —escucho la voz de Brett —ella está..

—Lo se —digo hundiendo mi rostro en su cuello, inhalando su aroma y sintiendo lo frío de su piel.

Me enderezco y vuelvo a subirla al sofá. Volteo a ver a Brett está sucio y herido.

—Todo está controlado no queda nadie. —me dice derramando lágrimas al ver a mi rojita tendida en el sofá. —Paolo está fuera.. que.. ¿Que quiere que hagamos?

Avanza un paso. Y yo me agachó para cargar su cuerpo sin vida, afuera de esa bodega. Salgo y es de madrugada.

—Brett —le digo sin verlo —trae el papel que le firme a Lance..

Asiente y se va. Yo recorro los viñedos de regreso a la casa. Esa casa que la vio crecer y ahora la a visto morir. La llevo a la que fue y era nuestra habitación y la recuesto en su cama.

—Aqui tiene Parán —me da el papel, mi firma está ahí.

Tomo el pedazo de papel y lo destrozó.

—Dame una hoja en blanco. —lo hace y firmó donde debería de estar mi firma en un documento para seder el poder.

Brett me mira escéptico.

—El poder es tuyo —le entrego el papel —todo, todo es tuyo mi firma está aquí.

—Pero.. señor..

—No.. —lo interrumpo.

Trago grueso y le quitó una navaja.

—¿Que va hacer? —dice agitado

Me paro frente a la cama donde yace tendida con las manos entrelazadas en su pecho.

Es hora de unirme a ella en la muerte.

A Tu MercedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora