Capitulo 38

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VICTORIA

Para estas alturas estoy loca por el. No podría negarlo. Ese hombre me a hechizado en cuerpo y alma. Su sola presencia me da paz, me pone feliz.

Estoy enamorada, aunque siento que esa palabra no le hace justicia a todo lo que siento por mi hombre, por qué es mío.

Me siento ya completamente obsesionada con él. No puedo imaginar una vida sin él a mi lado. Cada mañana, despertar junto a él es un regalo. Ver su rostro dormido, su sonrisa perezosa, me hace sentir viva.

No puedo concebir un futuro sin él. Su presencia en mi vida es como el aire que respiro, esencial. Me siento completa cuando está conmigo, como si finalmente hubiera encontrado mi lugar en el mundo.

Amo cómo me hace reír, cómo me mira con intensidad, cómo me toca con pasión. Amo su forma de besar, su forma de amar. Cómo hacemos el amor. Todo en él me vuelve loca.

Me pidió que me casará con el. El corazón me iba a explotar de tanto amor. Creí que no me lo pediría nunca. Nos juramos amor, eterno. Hasta el día de nuestra muerte.

Puso el hermoso anillo en mi dedo y hicimos el amor frente ese hermoso lago que a sido mi lugar favorito desde que descubri que estaba ahí.

—Entonces eso hacías en esa casa con esa señora Gulia —mi cara de desagrado le da risa.

—Si, abajo era mi sala de torturas amor —se ríe —incluso tenía una en la mansión.

—¿Que? —nunca note nada —¿Dónde?

—Una puerta al final del pasillo principal —se encoge de hombros —que poca observadora mi amor.

—¿Y ahí también torturabas?

—Tambien. —se ríe y come un poco de su desayuno.

—¿Cómo que también? —me cruzo de brazos.

—Cuando estaba ya sabes.. solo, ahí metía a las mujeres. —por mi cara sabe que no debió decir eso —cuando estaba solo —aclara.

—Tenías muchas amantes ¿No? —me hierve la sangre en pensar que su pene estuvo en infinidad de vaginas como en la de Shopia. —era muy divertida tu vida antes.

—¿Celosa? —se ríe y me hace enojar aún más —tu eres mi dueña.

Me hace sentar en sus piernas.

—Te pertenezco, todo yo —me toma del rostro —no tienes por qué ponerte haci mi vida.

—Tienes razón —me encojo de hombros —haci como a ti no debería afectarte la cantidad de novios que tuve antes de ti.

Su rostro cambia de divertido a serio de un momento a otro. Me mira con una intensidad que me quema.

—¿Cuántos tuviste? —me pregunta y su mano me apreta una de mis piernas —¿Cuáles son sus nombres?

—No se cuántos fueron exactamente —un ligero tic se apodera de su ojo —pero me la pasé bien con todos.

Me paro y levanto los platos para lavarlos. Me ve serio pero después se ríe.

—Eras virgen mon amour, yo te desvirgue —esta feliz por eso —no creo que te lo hayas pasado mejor que conmigo.

Me encojo de hombros.

—No lo sabrás.

—¡Victoria! —me grita y me sube a la mesa el quedando en medio de mis piernas —ninguno te hizo sentir como yo.. —se ríe y me pega a el dejándome sentir lo duro que está. —estas loca por mi..

A Tu MercedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora