En las sombras de la Francia nocturna, Lagdon Lamorte, un enigmático y poderoso hombre con un pasado marcado por la sangre y el poder, gobierna con mano de hierro el mundo del crimen organizado. Dueño de todo y temido por todos, su vida es una const...
—Solo te pido una cosa —dice aún sin verlo —entierranos juntos. Ahora ¡Lárgate!
El joven sale de la habitación dejando solo al que había sido su líder por mucho tiempo.
Se sienta a su lado y se inclina a su rostro. Le da un suave beso en los labios y mira la navaja. Empieza a cortar sus brazos de forma vertical desde el inicio de las muñecas hacia arriba.
La sangre empieza a fluir. No siente dolor, no siente nada.
Sonríe, estuvo con ella hasta la muerte y ahora estará con ella aún después de la muerte.
Pasa su brazo por debajo de su cabeza y la abraza a su pecho antes de que los brazos no le respondan.
—Mi amor, mon amour, mi todo... Mi rojita estoy contigo.
Pega su frente a la de Víctoria, sintiendo su calor y su presencia. Cierra los ojos y sonríe.
—Recuerdo el día que te conocí —susurra. —Recuerdo la primera vez que te vi sonreír, feliz corriendo por aquellos campos de lavanda. —entrelaza una de sus manos con la de ella —Recuerdo cada momento que pasamos juntos. Cada beso, cada abrazo, cada mirada y cada vez que hicimos el amor.
Su voz se vuelve débil y temblorosa, pero llena de emoción. Siente que su conciencia se desvanece, pero sigue hablando, como si quisiera grabar sus palabras en la eternidad.
—En el cielo, en el infierno, en cualquier lugar que estemos, estaré contigo. Siempre. Por toda la eternidad.
Su respiración se vuelve lenta y superficial. Su corazón late con una mezcla de dolor y amor.
—Te amo... —susurra por última vez.
La sangre que fluye de los brazos de Lagdon se detiene, y su cuerpo se relaja, abrazando a Víctoria con fuerza. Sus rostros están cerca, sus labios casi tocándose.
En la habitación, el silencio es profundo, pero el amor que emana de la pareja es palpable. La luz se vuelve tenue y calida. Es como si el tiempo se hubiera detenido, y solo existiera ese amor eterno.
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Paolo mal herido y Brett entran poco después al no escuchar nada. Y ahí encuentran en la cama la imagen de Lagdon y Víctoria unidos en el tierno y eterno abrazo de la muerte.
Brett se detuvo en la puerta, su respiración entrecortada. Paolo se acercó a la cama, su rostro marcado por el dolor y la tristeza.
—No —susurró Paolo, su voz apenas audible. —como pudieron averse ido..
Brett se acercó a Paolo, poniendo una mano en su hombro.
-Tenemos que cumplir su último deseo -dijo Brett, su voz firme. -Tenemos que enterrarlos juntos.
Paolo asintió, secándose las lágrimas. Juntos, comenzaron a preparar todo para cumplir el último deseo de Lagdon.
La madrugada pasó en un borrón de actividad silenciosa. Brett y Paolo, junto con varios hombres, cavaron un agujero profundo donde solían pasar horas juntos. La luna brillaba en el cielo, iluminando su trabajo.
Una vez listo el agujero, regresaron a la habitación. Con cuidado, tomaron el colchón y lo sacaron de la habitación para llevarlo a aquel lago. Luego, con reverencia, tomaron la sábana que estaba bajo ellos, llena de sangre y la envolvieron alrededor de sus cuerpos, sin tocarlos.
Con un esfuerzo conjunto, bajaron a la pareja al hoyo, asegurándose de que permanecieran juntos y abrazados.
Brett y Paolo se detuvieron en el borde del hoyo, mirando hacia abajo. La luz de la luna golpeó sus cuerpos, dándoles una apariencia de paz y felicidad.
—Descansen en paz -susurró Brett.
—Juntos para siempre, aún después de la muerte —agregó Paolo.
Con un suspiro, comenzaron a cubrir el agujero con tierra.
FIN
El amor no conoce fronteras, ni siquiera la muerte puede separarlo. Cuando dos almas se unen en un amor verdadero, su conexión trasciende la vida y la muerte. La separación física es solo temporal, ya que el amor eterno une a las almas en un abrazo infinito.
Unirte a la muerte al amor de tu vida es el mayor acto de devoción y amor. Es decirle al universo que no hay nada más importante que estar con esa persona, ni siquiera la vida misma.
En ese momento, el tiempo se detiene, y solo existe el amor. La muerte se convierte en un puente que une a las almas, en lugar de una barrera que las separa.
El amor después de la muerte es un amor que no tiene fin, un amor que trasciende la mortalidad y se convierte en eterno. Es un amor que ilumina el camino hacia la eternidad, donde las almas pueden estar juntas para siempre.
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