diecisiete

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Sus piernas flaquearon, contrayendo su cuerpo encima de los fuertes brazos del pelimenta quien le sostenía la cintura mientras cantaba para él en su oído, era tan precioso escucharle cantar que inclusive podía presumir que había mojado sus pantalones al escuchar las extraordinarias cuerdas vocales de Hueningkai.

—¿te sientes bien?— se mostró preocupado al sentir a Soobin mucho más pesado que hace unos momentos que habían empezado a bailar. —sí, sólo que.. ya me cansé, jeje..

—descansemos, ¿sí?, te traeré una manta para que no tengas frío ahí afuera..

—no es necesario, quiero irme a la cama..— se volvió a incorporar para estar nuevamente a la altura de Hueningkai. —vayamos a la cama, ¿sí..?— suplicó con la mirada. El contrario sintió sus mejillas arder, finalmente llegaría el momento que tanto había esperado, asintiendo de inmediato para llevarse a Soobin de la mano hasta la gigantesca cama de la suite. —¿puedes acostarte?, quiero ir encima..

—seguro.— sonrió y se tiró boca arriba en la suave y acolchonada cama forrada con sábanas de terciopelo rojo que le daban un toque sensual a la habitación, además de los inciensos de canela y manzana que Hueningkai se había tomado la molestia de encender antes de haber entrado a la habitación, inundando las cuatro paredes de esos deliciosos aromas. Soobin esperó a que su amante estuviese postrado en la cama para finalmente echarse encima de su regazo, donde descansó su cabeza en el pecho del pelimenta. —¿estás bien..?

—de maravilla..

—¿dormirás?

—no estoy seguro, sólo quiero estar así contigo. Me agoté con el baile.

—jeje, lo sé. Lo haces bien, me encanta como te mueves.

—¿lo dices en doble sentido..?

—de todos los sentidos, en la pista y en las pasarelas, cuando bailamos, cuando estás encima..

El pelinegro sintió sus mejillas arder, amaba lo modesto que era Hueningkai al confesar sus sentimientos, al confesar lo mucho que le gustaba cada parte de él, al halagarle su trabajo y aplaudirlo como uno y no simplemente hablar de su cuerpo como la mayoría de personas lo hacían, Hueningkai lo hacía sentir especial.

Tal vez había elegido mal las decisiones de su vida y su único destino era estar con Hueningkai.

—Huening.. ¿qué sientes por mí?— se atrevió a preguntar.

—todo Soobin. Amor, admiración, excitación, todo lo que te puedas imaginar.

—¿amor..?

—siento amor, te amo Soobin.

Se envolvió en el pecho del contrario al escuchar las dulces palabras provenientes de esa voz que le arrullaba al armonizar, mientras los dedos contrarios viajaban por sus hebras negras acariciando su cabeza con sutileza, llegando a ronronear por la estimulación a su cuerpo y a su alma. Nunca se había puesto a pensar cual sería su vida ideal, y he ahí la respuesta. Vivir en las letras, mente y corazón de un apuesto guitarrista que le demostrará lo que era el amor mutuo e incondicional, sin engaños, sin disturbios. Dedicarse a sus verdaderos sueños y tener a su lado estrictamente a ese hombre que lo hacía sentir válido y merecedor.

—Huening, voy a casarme.

"Nunca se había puesto a pensar cual sería su vida ideal", porque la realidad era completamente distinta a la ilusión en su cabeza.

El pelimenta frenó sus caricias en el cabello de Soobin y se congeló al escuchar la confesión del pelinegro en su pecho, quien próximamente, se levantó ligeramente para poder mirarle.

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