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La predilección a un toque

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Mirar la puerta de la oficina era más presionante de lo que pensó. Entrar era peor, el cuerpo lo sentía igual de rígido que en una caminata a montaña y eso tampoco era el estímulo necesario para encontrarse con tan asquerosa cara.

Tenía la misma expresión que aborrecía de la sociedad; placer de ser el causante del sufrir ajeno.

De esas personas que sostenían el valor de si misma a costa de la esclavitud emocional.

No tuvo valentía ni agallas cuando entro, solo compromiso, la sangre que tenia dentro le parecia desagradable, pues la compartia con el ser humano más odiado que pudo su alma sostener.

Ver a su padre sentado con aparente serenidad hipócrita le dió náuseas, su concepto del bien en una sociedad era la paz mayoritaria, no importaba las fallas del sistema, tenía que seguir, unos pocos pagando en la oscuridad acosta de la felicidad dañina de los demás. Lo odiaba, ya que aquello no le permitía ser feliz como a ella le generara placer.

Él mismo era la falla del sistema, el que la condenó a ponerse pintura de payaso con todo y accesorios para su propia supervivencia. La sociedad estaba enferma, no piensa, actúa; como lo hacían los cavernícolas antes de tantos años de supuesta civilización.

Los rangos, categorías y estatus causan más dolor en todos de lo que uno es capaz de razonar. No deseaba ser vista más tiempo como la hija afortunada de una gran familia que disfrazaba su odia a ella con amor y caricias que estaban llenas de morbo.

No hablo cuando se sentó enfrente del humano de avanzada edad, se comportó tal y como siempre se le solicito hacer; derecha y con postura, pero sobre todo, sin aparente dolor.

Tenía que seguir aparentando perfección, fuera donde fuera. La perfección no tenía margen de error, ni tampoco quejas, no había dentro de la línea la más mínima idea o posibilidad de hablar de su estado anímico. Toda emoción era callada, era sellada.

—Me han llegado quejas de parte de la directora de tu instituto— ________ apretó los dedos y le sostuvo la postura de conversación que iniciaba aquel que le dió vida—, te has saltado varias clases y escapado, ¿Por qué?

—No me he sentido bien de salud— lo primero que se le ocurrió lo soltó de su boca, en estado de peligro permanente—. Todas esas ocasiones salí al médico.

—¿Y que te dijeron?

La menor sintió mas presión, estaba en el centro del huracán—. Necesito descanso y tomar algunas vitaminas, nada grave.

El hombre vestido de pies a cabeza en elegancia no le sacaba la vista de encima, ver a su hija bañada en nervios le inflaba el ego, sabía del poder de su autoridad y que tanto era capaz de hacer con eso.

—Te creo— la joven sintió la tranquilidad en sus musculos—, pero solo está ocasión. La próxima vez que me avisen que sales sin autorización, las consecuencias no serán satisfactorias.

Asintió con la cabeza, sin mover ni una pestaña de más. El hombre se levantó de su asiento y camino hasta quedar a un lado de ella, sintió la bilis subirle a la garganta con la amenaza constante de expulsar todo lo que tenía en el estómago.

—Quiero lo mejor para mí preciosa hija— el hombre le acaricio el cabello, como la hace un humano con un perro de la calle—. Todo por ti.

La cabeza le dió vueltas, la tensión en su sistema era demasiado, recobro conciencia en el momento en que ese maldito ser repudiado desde lo profundo de su alma le lamió la mejilla, dejando rastros de apestosa saliva.

𝙽𝚘𝚌𝚑𝚎 𝙳𝚎 𝚅𝚎𝚛𝚊𝚗𝚘 ||Fʏᴏᴅᴏʀ Dᴏsᴛᴏʏᴇᴠsᴋɪ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora