Capítulo 32

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Narra Brenda

El día empezó tranquilo, como si todo lo que había pasado antes fuese una pesadilla lejana. Después de varios chequeos, los médicos confirmaron que los bebés estaban bien. Dos pequeños latidos fuertes que resonaban en el monitor, el sonido más hermoso y tranquilizador que había escuchado en semanas. Sentí una paz inmensa, a pesar de que aún quedaba mucho por resolver en nuestras vidas. El doctor me dio de alta, recalcando una vez más que debía cuidarme y evitar cualquier situación estresante. Más fácil decirlo que hacerlo con todo lo que estaba pasando, pero al menos me sentía más fuerte.

Trevor estaba concentrado en la investigación, trabajando sin descanso para encontrar a Lucas y Nathaniel. No me había dejado sola ni un momento, y su apoyo incondicional era la única razón por la que no me venía abajo del todo. Aun así, sentía que tenía que seguir adelante con mi vida, a pesar del miedo que me envolvía constantemente.

Decidí gestionar mi contrato con mi nueva agente literaria. Necesitaba seguir trabajando, poner mi mente en algo positivo. Fui a la empresa donde nos reuniríamos, y todo marchó según lo previsto. La nueva agente era profesional y me hizo sentir segura. Mientras salía de la oficina, una figura familiar captó mi atención desde lejos. Era Fernanda.

No quería lidiar con ella, así que aceleré el paso para evitar cualquier interacción, pero antes de llegar a la salida, casi choqué con ella. Parecía como si hubiera estado esperándome.

—Brenda, por favor —dijo, con una expresión que no había visto en ella antes, parecía... vulnerable—. Necesito hablar contigo. Quiero pedirte perdón. Sé que lo que hice estuvo mal. No te pido que me perdones, solo quiero que me escuches.

Mi instinto me decía que mantuviera la distancia, pero su tono era distinto. Había algo en su mirada que me hizo dudar. Tal vez, después de todo lo que había pasado, ella de verdad quería enmendar las cosas.

—Está bien, Fernanda. Podemos hablar, pero no aquí —respondí, con una pequeña voz de precaución aún resonando en mi mente.

Ella asintió rápidamente, y dijo que conocía un lugar tranquilo donde podríamos hablar sin interrupciones. Estaba agotada emocionalmente, y no me parecía extraño aceptar. Pensé que me llevaría a algún café cercano, pero me condujo hacia el estacionamiento subterráneo. Sin que me viera marque el número de Trevor, y lo dejé en mi pantalón.

Algo dentro de mí comenzó a inquietarse, pero me convencí de que estaba exagerando. Sin embargo, todo cambió en el momento en que llegamos a la parte más oscura del estacionamiento y vi dos sombras esperando junto a un auto. Mi corazón se detuvo al reconocer a Lucas y Nathaniel.

Antes de que pudiera reaccionar, sentí un par de manos fuertes agarrándome desde atrás. La realidad me golpeó de lleno: había caído en una trampa.

—No... —logré decir, pero ya era tarde.

Lucas se acercó, esa mirada fría y controladora que nunca olvidaré clavada en mí.

—¿Pensaste que te ibas a escapar de mí tan fácilmente? —me susurró, con esa voz que aún me hacía temblar.

Nathaniel sonreía a su lado, sin molestarse en ocultar el placer que sentía al verme indefensa.

Fernanda me miraba con una mezcla de culpa y satisfacción. Su disculpa había sido una farsa, solo un pretexto para atraerme aquí.

—¡Déjenme ir! —grité, luchando con todas mis fuerzas, pero era inútil.

Lucas me apretó contra él, haciendo que me quedara sin aire.

—Tranquila, Bren —dijo—. No queremos hacerte daño... por ahora.

Me metieron en el auto antes de que pudiera hacer nada más. El terror se apoderó de mí completamente mientras el auto arrancaba y dejábamos el estacionamiento. Mi mente no dejaba de pensar en Trevor, en mis bebés... ¿qué iba a pasar ahora?

Narra Trevor

Recibí la llamada justo cuando estaba revisando los avances de la investigación. El tono urgente de la voz al otro lado de la línea me hizo congelar. Brenda... algo le había pasado. Mi corazón dio un vuelco, y apenas pude escuchar lo que me decían, pero lo que entendí fue suficiente para desencadenar una tormenta dentro de mí.

Fernanda había sido una traidora. Brenda había sido llevada por Lucas y Nathaniel.

Mis manos comenzaron a temblar, pero me obligué a mantener la calma. No podía perder la cabeza ahora, no cuando Brenda y los bebés dependían de mí.

—Rastreen la llamada, ahora mismo —le ordené al equipo, mi voz más firme de lo que me sentía. Sabía que cada segundo contaba, y no podía permitirme pensar en qué podría estar ocurriendo en este momento. Las imágenes de lo que Lucas podría estar haciéndole inundaban mi mente, pero las aparté con fuerza. No iba a perder a Brenda.

Mis pensamientos iban y venían, recordando su risa, sus ojos cuando me miraba con amor, la forma en que había tomado mi mano al escuchar por primera vez los latidos de nuestros hijos. No... no podía perderlos. No podía permitir que ese maldito le hiciera daño, no otra vez.

Minutos que se sintieron como horas pasaron antes de que uno de los agentes me diera el dato que necesitaba: el último lugar donde se había detectado su teléfono. Era un almacén abandonado en las afueras de la ciudad.

—En marcha —dije, con una calma peligrosa que me recorría el cuerpo. Ya no era solo un novio preocupado, ni mucho menos un padre desesperado. Era un policía a punto de salvar a la mujer que amaba.

Condujimos a toda velocidad, con las luces y sirenas apagadas. No queríamos alertarlos antes de llegar. La adrenalina corría por mis venas, pero mi mente estaba completamente enfocada. No iba a permitir que Lucas o Nathaniel tocaran un solo cabello de Brenda.

Cuando llegamos, rodeamos el lugar. Di órdenes precisas a cada uno de los agentes, asegurándome de cubrir cada posible salida. Sabía que tenía que ser rápido y preciso. Este no era un simple rescate. Era personal. Lucas sabía que Brenda estaba embarazada, y eso lo hacía aún más peligroso.

Entramos en silencio, avanzando por los corredores vacíos del almacén. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos, pero me obligué a respirar lentamente, a mantener la concentración. Cuando llegamos a la puerta de una sala al fondo, escuché las voces. La reconocí de inmediato, la voz de Lucas. Y luego... Brenda.

—Por favor, no me hagas daño... —Su voz era un susurro de miedo, y eso me rompió el alma.

Mi visión se nubló por la furia, pero seguí avanzando. Con una señal, los agentes se prepararon. Derribamos la puerta.

Lucas estaba de pie, frente a Brenda, que estaba atada a una silla. Su mirada se volvió hacia mí en cuanto irrumpimos en la habitación, y en sus ojos vi algo que nunca olvidaré: el deseo de destruirme.

—¡Al suelo, Lucas! —grité, apuntando directamente a su cabeza.

Él no se movió, solo sonrió con esa sonrisa cruel que había atormentado a Brenda durante tanto tiempo.

—¿De verdad crees que puedes salvarla? —dijo, mientras caminaba lentamente hacia ella. Nathaniel estaba a su lado, pero los agentes ya lo tenían inmovilizado—. Sabes que siempre fue mía.

Antes de que pudiera hacer un movimiento, uno de los agentes lo derribó. Mi cuerpo se movió antes de que mi mente pudiera procesarlo, y en un instante estuve al lado de Brenda, desatando las cuerdas que la mantenían inmóvil.

—Brenda, estoy aquí. Ya pasó, ya estoy aquí —le dije, mientras la envolvía en mis brazos.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y vi el alivio mezclado con miedo en su mirada. La abracé con fuerza, sintiendo su respiración temblorosa contra mi pecho.

—Estás a salvo. No dejaré que te hagan daño —le prometí, mientras besaba su frente.

Lucas fue llevado esposado, aun sonriendo como si tuviera la última palabra, pero ya no me importaba. Lo único que me importaba era Brenda. Ella y nuestros hijos estaban bien.

MI DESTINO/ LIBRO 1- SERIE LOS DIOSES CASAMENTEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora