²Cicatrices del pasado.

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Jeongyeon había empezado a juntarse con una pandilla a los 15 años. Robaba y se metía en peleas callejeras, todo por una sola razón; mantener a su hermano menor alimentado, después de la muerte de sus padres. Su vida había tomado un giro peligroso, pero ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para asegurar que no les faltara lo básico.

Al cumplir 17, un grupo de personas más peligrosas la buscó. Le prometieron que, si trabajaba para ellos, el dinero no volvería a ser un problema. Las promesas de seguridad económica parecían irresistibles, así que aceptó, ignorando los oscuros caminos a los que estaba por adentrarse.

Los meses que siguieron fueron de puro entrenamiento. El gimnasio donde la llevaban pertenecía al "Jefe", y cada persona allí estaba conectada con él. Las rutinas eran duras, pero Jeongyeon no se quejaba. La vida le había enseñado a soportar el dolor y a no detenerse, sin importar lo difícil que fuera.

Cuando cumplió 21, el Jefe Lim se le acercó tras una sesión intensa, sudorosa y extenuada. "Estás lista," le dijo con una mirada fría y calculadora. "Serás mi gallo en las peleas."

No hizo preguntas. Sabía lo que significaba. Cada dos meses, tenía que enfrentarse a rivales -hombres o mujeres- de otros socios del Jefe. La tensión y la violencia de esas peleas no la detenían. Su instinto de supervivencia y la promesa de dinero la mantenían concentrada. Cada victoria significaba más dinero para ella, un 65% del premio, una cantidad considerable para alguien que había vivido en la miseria.

Con cada triunfo, su cuenta de ahorros crecía. Jeongyeon empezó a guardar ese dinero con un propósito más claro que nunca; asegurarle a su hermano un futuro mejor, lejos de la violencia que ella vivía diariamente.

Sin embargo, mientras seguía acumulando victorias y dinero, Jeongyeon comenzó a sentir una presión que nunca antes había experimentado. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar? ¿Qué haría cuando los combates dejaran de ser solo por dinero?

Pero en el mundo que la rodeaba, no había espacio para la duda. El Jefe siempre esperaba más, y ella pronto se daría cuenta de que las peleas eran solo el comienzo de algo mucho más oscuro.

Jeongyeon sintió una punzada de incertidumbre una noche, después de una victoria especialmente brutal. Sabía que el Jefe la estaba observando más de cerca últimamente. Y los murmullos entre sus compañeros no ayudaban.
...

Jeongyeon estaba en el departamento, jugando con su hermano menor. Los juguetes que le había regalado por su cumpleaños estaban esparcidos por el suelo mientras ambos reían y disfrutaban el momento. Sin embargo, el niño de pronto dejó de jugar y se quedó mirando fijamente a su hermana. Jeongyeon, aún distraída con los juguetes, no notó la mirada preocupada de Jisung.

― Jeongyeon-ie... ― susurró el pequeño con la voz temblorosa, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Jeongyeon levantó la vista, alarmada.

― Hey, ¿qué pasa? No llores, Jisung. ¿No te gustaron tus regalos? ― preguntó, envolviéndolo en un abrazo suave pero protector.

El niño negó con la cabeza, aferrándose a ella.

― No es eso... Es que no me gusta verte así ― murmuró, refiriéndose a las cicatrices que marcaban los brazos de su hermana y los golpes que aún eran visibles en su rostro.

Jeongyeon suspiró, tragándose el dolor que sentía cada vez que su hermano notaba su sufrimiento.

― Lo sé, Sun... pero...

Antes de que pudiera terminar, unos fuertes golpes resonaron en la puerta del departamento, cortando el aire. Jeongyeon se tensó al instante, soltando a su hermano con cuidado.

 One Shots ★ JᴇᴏɴɢMɪ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora