02: ETHAN.

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Mi pierna estaba inquieta, no paraba de moverla. Desde hacía semanas venía sintiéndome extraño, ansioso, como si tuviese el presentimiento de que algo fuese a ocurrir. Algo que cambiase mi vida, no sé. Me miré las uñas, que estaban muy cortajeadas y mordidas de los nervios que sentía esperando a que mi mejor amiga Maeve, saliera del baño. No aguante y me levanté de golpe para buscar mi móvil y poner algo de música; 10,000 Hours de Justin Bieber comenzó a sonar en el lugar cuando de repente, en el ambiente acogedor que me envolvía ahí dentro, percibí el rico olor de ella, de su perfume de quien sabe qué flor era, y un olor que lo acompañaba muy peculiar que le pertenecía y que me gustaba sentir.

—Que rico aroma —dije honesto y luego quise cubrirme la boca por abrirla de más.

—Gracias, no tengo ni idea de que perfume es pero me lo ha regalado mi madre.

—¿Estás lista? —pregunté sin poder evitar mirarla de pies a cabezas. Estaba preciosa.

—Sí, ¿A dónde iremos?

—No tengo ni idea —Sonrió divertida y yo también —. Pienso que la mejor opción que tenemos ahora mismo es caminar por la ciudad y pararnos a comer algo rico en el restaurante que más nos llame la atención.

—¿Y si a ti te gusta uno que a mi no?

—Eso es imposible, porque a ambos nos agrada lo mismo —dijo con firmeza.

Y sí, tenía razón. Siempre que veíamos algo que nos parecía lindo, o algo que nos disgustaba, nos observábamos y hacíamos la misma mueca de emocion o de asco, dependiendo la situación. Era como si pensáramos lo mismo, como si fuéramos una misma alma. Y a mi me encantaba que entre nosotros las cosas ocurrieran así, porque era natural.

Asentí y salimos caminando juntos. Maeve contemplaba el cielo, y yo a ella. Me generaba cierta sensación de cosquilleos en el estómago cuando la miraba y la pillaba siendo humana, siendo todo lo que la mayoría de las personas últimamente tenían miedo de ser: reales.

A veces me preguntaba si mi mejor amiga me quería tanto como yo, y si la hacía feliz, porque para ser honesto, de vez en cuando tenía cierta ansiedad al pensar en que no. Que no podía lograr que ella mejorase, que me viera como su lugar seguro, como su persona.

Antaño, Maeve había sufrido de la pérdida de su abuela, cuando apenas tenía trece años, y fue muy duro para ella, y después fue muy duro para mi. Me torture a mi mismo cuando me di cuenta de que en ese entonces yo andaba haciendo otra cosa, porque no recordaba en absoluto haberla acompañado en ese momento. Pensaba en que quizá sería distinto si ella hubiese tenido la compañía necesaria, alguien con quien llorar, con quien hablar. Fue una niña pasando a la vida adulta de un tirón, por eso entendía aquellas veces en las que la vi destrozada y siendo un desastre mientras lloraba desconsoladamente en la cama de mi habitación en la casa de mis padres en North Berwick. Maeve no lo sabía, pero era mi desastre, y uno muy hermoso.

Después de habernos alejado de los departamentos que estaban cerca de donde íbamos a estudiar, llegamos a Calton Hill, una pequeña subida que nos dejaba ver toda la ciudad que ya estaba comenzando a iluminarse porque la luz natural empezaba a ser escasa.

—¡Creo que estoy soñando! —Exclamó dando giros y riendo como si la calle fuese solo de ella. Como si le perteneciera.

—No lo estás —Le pellizqué el brazo y ella gruñó arrugando su nariz. Me pareció tierna.

—¡Ay! —Se frotó —. Si me dolió, engendro del diablo.

Reí y no pude evitar sentir aquella sensación extraña que desde hacía meses que venía atrapándome de imprevisto, y que no lograba descifrar a que se debía.

Latidos que mantuve en silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora