20: MAEVE.

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Antes de partir de North Berwick, me dediqué a pasear por todo el pueblo costero y revivir emociones que quizás debían quedarse atrás, pero que sin embargo permanecían intactos a flor de piel sin hacer esfuerzo alguno. Caminé sin un destino definido, simplemente dejé que el viento me llevase a donde quisiese, y así fue como terminé frente a una cafetería vieja a la que solíamos ir con Ethan, en nuestra adolescencia, y me sorprendí al ver lo renovada que estaba a diferencia de la última vez que habíamos puesto un pie en ella. A mi lado había una antigua cabina telefónica, a la que me metí dentro solo para recordar los momentos en los que nos colábamos allí de niños para creernos adultos mayores que debían hacer alguna llamada importante. Más tarde, después de varias vueltas, visité la playa West Beach, había olvidado lo extensa que era, y que tenía una hermosa vista a la isla de Craigleith y Bass Rock, era maravilloso, y entonces entre alguna especie de crisis cuando intenté recordar, o, más bien encontrarle alguna lógica a mis actitudes de antaño. 

Mi mente volvió al pasado de manera drástica, y me lamenté entonces por todas aquellas veces en las que traté mal a mi mamá cuando le reprochaba todo lo que no podía darme, porque en algún momento específico de mi adolescencia deseé tener lo mismo que tenían mis amigos, y es inexplicable las sensaciones que me generaba darme cuenta de que en realidad, nunca podría tener todo lo que ellos, a menos que llegase el futuro y me diera todo a mi misma. Le llegué a llamar conformista, por no querer hacer algo más, pero la verdad era que mi madre nunca tuvo la culpa de nada; ella apenas tenía mi edad cuando llegué a sus brazos de manera inesperada, y desde entonces lo único que había hecho fue sobrevivir, y hacer que yo viviera. 

Caminar por todo el pueblo, y más que nada por las orillas del mar mientras el agua helada mojaba mis pies, hizo que pensara en todo lo que dejé allí, todo lo bueno que existía y que nunca me permití ver con exactitud: tenía a mi familia, que pese a ser tan bulliciosa, tenían el corazón grande, porque sabía que si llegaba a pedir ayuda con algo saldrían todos al rescate. También, tenía a mi mascota; Jacob, un dogo argentino que ni siquiera sé como es que había llegado a parar en casa. El amor incondicional que me daba mi mamá, las calles de North Berwick, el mar, en el que nunca se me había ocurrido hacer un picnic en frente hasta ese instante. Tenía todo y no lo disfruté solamente por haberme enfocado en cosas artificiales.

 Sentía algo en el pecho que no podía descifrar muy bien de que se trataba, pero de lo que si estaba segura era que necesitaba comenzar a ver mi vida desde otra perspectiva, desde otro ángulo, uno más favorecedor. Pensé en que los lujos vendrían después, ¿De qué me serviría ser casi millonaria y estar deprimida? No disfrutaría de nada, y sabía que el día en que aquellas cosas llegasen por mi cuenta, debía estar bien, tenía que estar cuerda para poder exprimir todo lo que tuviese en frente. Así que sí, estaba dispuesta a volver a Edimburgo con otra actitud, con otro ánimo, uno que me ayudase a mejorar, o por lo menos a hacer las cosas con más ganas, y también a ser decidida y directa. No sabía muy bien a donde me llevaría ese cambio de pensamiento pero como todo en la vida; tenía que enfrentarme a todo, así hubiesen consecuencias o no. 

Cuando regrese a casa, merendé por última vez con mis padres. Mi mamá había preparado un rico pan integral que venía pidiéndole desde que había llegado, ella tenía buena mano para esas cosas. En la mesa había té de limón, queso, jamón crudo y no podían faltar las galletas dulces que mi papá no podía dejar de comer, a ese punto estaba pensando en que quizás tenía diabetes y él no lo sabía, porque la forma en la que comía azúcar no era tan normal, pero como era una persona de carácter irritable, preferí no decirle nada. 

Más tarde, me recogió el taxi que me llevaría de vuelta, me despedí de un abrazo cálido y fuerte de mis padres, y me reduje con Isabella, quien apareció después, a solo sonreírle forzadamente sin acercarme demasiado.

Latidos que mantuve en silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora