15: ETHAN.

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Estuve días encerrado en mi habitación de nuevo, sin intercambiar palabras siquiera con Maeve. En el almuerzo apenas hablábamos, y después de pasármela toda la tarde en la universidad con Juliette, cuando volvía, no la encontraba en el departamento porque solía salir más seguido con Mason, y no me atreví a preguntarle nada al respecto.

No sé como describir lo que sentía, pero, lo único que sé es que pensaba que moriría. Una sensación de miedo irracional a todo lo que había a mi al rededor. Me daba miedo salir de mi habitación, me daba miedo ir incluso al baño, me daba miedo tener que pisar la esquina de la calle porque mi mente me hacía pensar que algo me pasaría, que moriría. Sentía miedo de tener que subirme al taxi, y de estar mucho tiempo sentado en clases. Me sofocaba, aquella sensación de ahogo constante, ese maldito nudo en la garganta, las ganas de llorar que tenía cada cinco minutos porque lo único que lograba el pánico era joderme la vida. Joderme la existencia. De cierta manera, pensaba en que si debía sobrevivir, prefería no hacerlo, y causaba terror darme cuenta de todo lo que pasaba por mi mente estando tan vulnerable, porque eran pensamientos que desde cualquier perspectiva, no estaban bien, para nada.

Aquella tarde de Octubre, en la que el cielo permanecía despejado, con el sol casi volviéndose a esconder, decidí llamar a Juliette, necesitaba abrazar a alguien, sentirme querido, que me lo dijeran. Para mi suerte, ella había atendido el teléfono al tercer tono, y fue más rápido de lo que me imaginé que tardaría, ¿Por qué quién querría hablar tan pronto conmigo? Quizá tenía baja autoestima, no lo sé. El asunto es que me había sorprendido tanto que tarde segundos en reaccionar y decirle lo que había planeado.

Cocinaría pasta casera con salsa de tomate y pollo, ya que consideraba que las pastas eran mi especialidad, y quería sorprenderla. Valía la pena, porque la pobre había estado esperando casi un mes entero a que tomara la decisión de invitarla.

Cuando ella llegó, noté cierta tensión en el ambiente, uno raro, uno que en realidad si había sentido pero estando en otra situación, en otro lugar, y con otra persona.

Yo tenía listo todo, la idea era que, Juliette, llegara al departamento lista para cenar. Mi corazón a veces latía con rapidez por la ansiedad que me daba pensar que mi mejor amiga podía aparecer en cualquier momento por la puerta. No le había comentado nada ya que había sido un plan de última hora, y honestamente, no esperaba a que la chica fuese a aceptar.

—Qué rico se ve todo —dijo mirando con deseo la mesa, aquella que por cierto nunca había usado hasta esa noche —. ¿Velas? —preguntó al percatarse de algunas que estaban a nuestro al rededor —. Que romántico.

Sonreí nervioso y la invité a sentarse a mi lado. Juliette, traía puesto un hermoso vestido rojo que se apegaba a su cuerpo haciendo que su figura esbelta resaltara perfectamente. Un cosquilleo en el estómago me tomo por sorpresa y no pude evitar sonrojarme al observarla de pies a cabezas. Ella se daba cuenta, lo notaba en manera de actuar, esa tan femenina y coqueta que tenía.

Era la primera vez que cenaba con una mujer distinta, con alguien que no fuese mi mejor amiga. Siempre había sentido ese algo, que no entendía muy bien de que se trataba, pero creo que era miedo, como con todo lo que existía a mi al rededor. Tal vez era porque había convivido tanto con una persona, que estaba totalmente acostumbrado a su manera de hablar, de hacer gestos, de reaccionar ante lo que yo dijese, la forma que tenía de abrazarme, la textura de sus manos, lo cálido y familiar que era todo con Maeve. Entonces creo que, lo más hermoso y peligroso que nos puede pasar a la misma vez, es apegarnos a eso, a lo familiar, a lo que ya conocemos, o a lo que creemos conocer, porque no importa cuanto tiempo pase, y cuantas personas más lleguen a la vida de uno, o lo mucho que los demás nos repitan que nos falta por experimenta, siempre vamos a terminar eligiendo ese mismo en el que sentimos que no solo pertenecemos, si no donde también podemos ser nosotros. Y a veces, ese sentimiento es más fuerte, y llegamos a hacernos daño porque no nos importa nada más que lo hay en el corazón. Nos volvemos ciegos y testarudos.

Esa noche quise hacer la diferencia, quería comenzar a explorar el mundo, y a darme la idea en la cabeza de que tenía que comenzar a hacerlo solo, porque entendía (aun que fuese doloroso) que mi mejor amiga no estaría para siempre en mi vida, al menos, no así; viviendo conmigo en un departamento a los veinti tantos años. Seguro ella pensaba en hacer su vida lejos, con alguien más, y vivir cosas fuera de lo que en nosotros era cotidiano. Así que, pese a lo extraño que se me hacía tener a otra persona cenando frente a mí, en aquel lugar, lo estaba intentando, viéndole el lado bueno.

—Te has pasado, Ethan, esto estuvo delicioso —espeto antes de beber un vaso de agua —. Ha faltado el vino, pero después de eso, todo muy perfecto.

Abrí mis ojos sorprendido ante su comentario.

—¿Vino? Perdona, debí preguntar. No sabía que bebías —Me encogí de hombros.

—¿Acaso tú no bebes? —preguntó sorprendida.

Iba a abrir mi boca para responder, pero una voz femenina y conocida, se adelantó repentinamente.

—No. Ethan, no bebe.

Juliette, y yo, nos volteamos asustados. Era Maeve, quien estaba de pie al lado de la puerta del comedor, sostenía una bolsa que traía comida dentro. Ella se veía confundida, y un poco decepcionada, al parecer, y me invadió la intriga de saber el porque.

—Maeve..., no pensé que llegarías pronto.

—Te traje comida, pensaba que no habías cenado nada.

—Fue de último momento, debí avisarte que ella vendría.

—Vale, no importa, los dejo solos entonces.

Se acercó a pasos apresurados hasta nosotros, pero ni siquiera hizo el intento de mirarnos, o, de al menos saludar a Juliette. Se trataba de respeto y amabilidad. Dejó la bolsa en la mesa, y se retiro de la misma forma, sin decir nada, sin hacer nada. Mi acompañante la miró con cierto odio, y sonrió sínicamente al ser testigo de aquella actitud un poco inmadura de Maeve. No sabía que le sucedía, y tampoco le preguntaría.

Latidos que mantuve en silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora