Capítulo 3 - Descubriendo esos sentimientos - Tiempo con ella II

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«No estoy enamorado, así que no lo olvides... Es sólo una fase tonta por la que estoy pasando...»

I'm Not In Love - 10cc


Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 3 de Noviembre - Año 525

La mansión Windsor estaba silenciosa. A Rhys le pareció extraño, más sabiendo que en ella vivían ocho personas, sin contar a los empleados. Y en plena tarde, cuando más repleta debería estar, ni una sombra, ni un suspiro... Nada de nada. Era un día de semana, quizás todos habían salido, lo entendía viniendo de sus tíos, ellos trabajaban hasta tarde en la empresa, Amelia quizás estaba en la universidad, y su madre en el Parlamento, o en una reunión. Theresa y Dyna no trabajaban, pero visitaban la casa de su familia seguido, el clan Dire. Tal vez se habían llevado a Joy y Joe con ellas.

«Justo hoy no hay nadie», pensó Rhys. Seguía caminando por los oscuros y silenciosos pasillos de la casa. Cuando era pequeño y a veces se quedaba junto a su madre en ese lugar, le daba algo de miedo caminar por las noches por esos pasillos para ir al baño, o a la cocina, ninguno tenía una ventana que diera hacia el patio, para encontrar algo de luz se necesitaba llegar a los extremos de la casa, donde estaban los balcones, o entrar a las habitaciones, cada una tenía uno. Ya que luego de la medianoche, las luces de los pasillos dejaban de funcionar.

La que él compartía con su madre y sus hermanos quedaba al final del pasillo principal de la segunda planta, aquel que tenía todos esos portarretratos de la familia. Probablemente fue eso lo que lo hizo enamorarse de su madre en el pasado, cuando encontró una foto suya de joven, probablemente de no más de dieciséis años. Ella era muy hermosa a esa edad, y siempre creyó que si él no hubiese nacido como su hijo, tal vez habría tenido la oportunidad, tan vaga como imposible.

Cuando él nació ella tenía diecinueve años, y seguía siendo hermosa, a pesar de todo, y mientras él más crecía, más notaba eso que nunca había notado alguna vez en otra mujer. Su madre le gustaba, y mucho, pero él siempre renegaba de tal sentimiento: «Es tu madre, ¿Por qué carajos piensas en eso?», siempre se preguntaba, sabiendo que eso que pensaba era indebido, no era algo que quería pensar, pero tampoco podía hacer nada para ignorar lo obvio, y mientras más crecía, más se alejaba de ese pensamiento, y el amor por su madre dejaba de sentirse tan vacío, resumido a sólo ese enamoramiento de ese niño que veía el rostro de su madre como el más hermoso del mundo. Este amor se profundizó más al entrar en su adolescencia, y entre cada retazo de sensibilidad que su madre dejaba en sí, como esa forma de asegurar a cada instante que lo amaba, que hiciera lo que hiciera, él la iba a enorgullecer. Entre tantos sentimientos tan confusos, buscando eso que lo identificara, eso que marcara su propio camino, encontrara sentido a su nombre... Entre ese viaje truncado, lleno de rostros borrosos que no buscaban nada de sí, sino que sólo veían a Rhys Windsor como algo que les diera validación, tener la amistad del príncipe era la base de la influencia en Remia, nadie se quería quedar atrás en ese sentido, y todo era tan superficial... Y entre todo eso... Sólo ella acarició su cabello y miró sus ojos, su rostro era el único no borroso, el único que veía más allá en sí mismo, que encontraba en su propio extravío... Su camino... Como nadie lo había encontrado jamás... Como sólo ella pudo haberlo visto desde el primer día... Cuando lo tuvo en brazos, y marcó su destino.

Renegaba ese sentimiento de amor, de querer no haber nacido como su hijo para enamorarse suyo, renegaba pensar en no ser su sangre... Lo hacía sentir mal, cuando cada vez que él le preguntaba si lo amaba, ella respondía lo mismo: «Con mi vida, mi amor... Por siempre». Y eso era algo claro, algo que ella nunca negó... Algo que saltaba a la vista... Y que hasta el mismísimo Rygal tenía en cuenta, de lo que nunca se iba a olvidar tampoco... Ya que sí él no hubiese nacido, nada aseguraba que su madre podría haber sido feliz... Ya que, como se sabía, según ella se lo dijo, muchas veces, tantas veces, que hasta se le había grabado en la mente con fuego... Él fue toda su felicidad... Y luego de que nació... El sentido entero de su vida entera. De principio a final... Cada paso a su lado. Sufrir por su sufrimiento. Llorar por su perdición. Reír por su felicidad... ¿Qué sentido tenía pensar si la amaba? Si era obvio, era obvio que la amaba... La iba a amar por siempre, porque nadie más que ella ponía tanto valor en su vida... Nadie más que ella velaba tanto por su felicidad... Nadie más que ella comprendía todo lo que lo atormentaba... Ese deber, ese destino... Que sólo ella podía definir... Que sólo ella podía anhelar.

LA LEYENDA DEL SCIRE - Di Rem-WindsorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora