Nunca a la hora prevista (Primera parte)

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Llego al campo de rugby. Hace un día estupendo, maravilloso. Uno de esos días en los que le diría a Roy que fuéramos a la playa más cercana con su coche aunque fuera para tomar el sol. Puede que me comprara un helado, o dos. Puede que también uno para Roy.

Y yo con mi sudadera de béisbol. Muy lista, Tricia. Vale, el estilo deportivo queda de puta madre con el partido de rugby, pero qué calor. Podría haber sido lista de verdad, haberme depilado un poco, lo justo para ponerme unos piratas... pero noooo. Mejor me pongo unos vaqueros largos, sí, con la sudadera. Tampoco hará tanto calor. Da igual que el sol haya estado todo el día dale que te pego. Da absolutamente igual.

Resoplo, quitándome la sudadera y anudándola en mi cintura. He quedado con Roy justo donde estoy, pero no le veo por ninguna parte. Miro la hora: las siete menos cinco. Bueno, es que he llegado pronto. Siempre igual. O llego tarde, o llego pronto, pero nunca a la hora prevista.

Me apoyo en la pared, mirando al cielo despejado. El bullicio de la gente, cada vez mayor, es agradable. Es como el de las olas rompiendo contra las rocas de un acantilado, un murmuro de fondo que llena los oídos, evitando que el silencio lo haga.

Sé lo que va a pasar en este partido. Los del instituto oeste van a dejarnos para el arrastre, pero es que es normal. Incluso su mascota mola más que la nuestra. Es un jodido T-Rex rojo. ¡Rojo! ¡El color de la pasión y la rabia! ¿La nuestra? Un erizo. Un erizo color erizo. Vale, que sí, que tienen púas, pero no hay punto de comparación.

Si la gente viene a ver esto es porque existe la ínfima posibilidad de que ganemos, y sería épico verlo. A mí me importa poco, prefiero ser de los pringados a los que se lo cuentan y no lo viven. Prefiero una narración corta que tragarme una hora de partido, y eso si no se alarga.

-¿Qué haces con sudadera?

La pregunta de Roy interrumpe mis pensamientos. Sin moverme, giro la cabeza en dirección a su voz. Está a mi lado, apoyado en la pared como yo.

-No la llevo puesta - contesto.

-Pero la llevabas, que lo sé yo. Seguro que has pensado que iría bien, cosa que no entiendo porque esto es rugby, no béisbol; pero con el calor que hace te la has quitado - dice, colocándose las gafas con una sonrisa altiva.

-¿Cómo sabes siquiera que es de béisbol?

-Por las mangas.

-Menudo ojo tienes...

-Soy fotógrafo. Que por cierto - se quita la mochila, dejándola en el suelo, y saca su preciada cámara -, fíjate quién me acompaña.

-A mí no me saques fotos, ¿eh?

-Por favor, Tricia, si quiero ganar el concurso, más me vale no enseñar tu jeto a los jueces.

-Duras palabras...

Entramos a las gradas. Me va comentando el tipo de fotos que quiere conseguir, y que quizá haga alguna a las acrobacias de las animadoras si se anima, aunque no las presente a concurso. Yo le escucho, pero a la vez voy revisando los asientos, buscando vestidos simples, cabezas rubias, sonrisas de dientes descolocados y, en general, chicas bajitas.

Recorremos una grada tras otra. Las animadoras entran al campo durante nuestro trayecto, y Roy se va parando a mi espalda para sacar fotos a sus volteretas y saltos. Luego vuelve corriendo a mi lado. No es difícil distinguir a la tía que está de pie entre tanta gente sentada.

Estamos a punto de dar la vuelta completa al campo, y ya estoy pensando en qué voy a hacer cuando llegue a casa - ¿Una siesta, quizás? ¿Toco la batería un rato? ¿Estudio? ¿Molesto a Brendan con alguna tontería? -, cuando por fin veo la unión de todo lo que buscaba: MJ levanta una cartulina con su amiga del otro día, que se llamaba... ¿Caroline? Supongo que sí.

Le señalo a Roy dónde están y vamos como quien no quiere la cosa, como si no hubiésemos recorrido todas las gradas buscándola, como si esto no estuviera planeado en absoluto. Vaya tela que estuviera casi donde hemos empezado el recorrido, pero en la otra dirección.

Llegamos a su lado justo cuando nuestro equipo sale al campo. MJ se levanta con su amiga, y ambas empiezan a vitorear junto con casi todo el público. Tiene una enorme sonrisa decorando su rostro, y a pesar de que esto eleva sus mejillas, sus ojos parecen del mismo tamaño que siempre. Está tan ilusionada con esto que casi me contagia su emoción.

-¡Hola! - saluda Roy - Nos conocimos el otro día en la fiesta, ¿os acordáis?

-¡Claro! - responde MJ - La chica despistada y su amigo del alma.

-¿Esta es la chica despistada? - pregunta su amiga - Vaya, es más alta de lo que me imaginaba. Y más flaca.

-Si no hubieses estado mirando a Míster Tupé en la fiesta, Mitch os habría presentado adecuadamente y ahora no te sorprenderías - le reprende MJ, elevando las cejas.

-Bueno, no pasa nada. Entiendo que Míster Tupé está más bueno que yo - comento, consiguiendo que se rían - Somos Tricia y Roy. Y tú eres Caroline, ¿no?

-Claudia - me corrige, amable - Me han llamado Claire, Clarice, Chloe... pero jamás Caroline. ¿Cómo se te ha ido tanto la olla?

-Vete acostumbrándote, ésta es así - advierte Roy mientras yo me encojo de hombros.

Me siento al lado de MJ, que no aparta la vista del campo. Yo intento concentrarme en lo mismo, pero entre que no me sé las normas y que el deporte me importa nada y menos... acabo por mirar a la gente que tengo alrededor. Roy saca fotos, desapareciendo de cuando en cuando y moviéndose constantemente para buscar buenos ángulos; mientras que las otras dos gritan, se quejan del árbrito, animan...

Creo que nuestro equipo debería ser más agresivo. Más pasivo-agresivo para ser exactos. Me los imagino hablando con los jugadores del instituto oeste: "No, si queréis coger el balón, cogedlo, y si queréis marcar punto, marcad. Si total, ya que más dará todo, ¿no? Allá vosotros con lo que hagáis".

Nos patearían el culo igual, pero por probar...

-Eh, mira - susurra de pronto Roy a mi lado, y me muestra una imagen en la pantalla de su cámara: un retrato de MJ de perfil, con el ceño fruncido y los labios apretados - Se podría resumir el sentimiento general de nuestro instituto con esto.

-Espero que nunca me mire así - contesto, también susurrando.

Cuando termina el partido, salimos del campo los cuatro juntos. MJ y Claudia no dejan de quejarse
sobre lo injusto que ha sido todo, y Roy va enseñándome sus fotos. Luego se despide excusándose en que se muere de ganas por llegar a casa y verlas bien en el ordenador, y Claudia recibe una llamada de su madre. Se va casi corriendo.

-Vaya, habíamos decidido cenar helado... - dice MJ apoyando una mano en su cintura - Y encima ahora me toca volver sola a casa.

-¿Quieres que te acompañe? Compramos un helado y nos lo tomamos en el camino - propongo, y al darme cuenta de que quizás conteste que sí, no puedo evitar ponerme nerviosa. De momento, su única respuesta es ladear la cabeza - Sé que no soy Claudia, pero siempre puedo hacerme una coleta, hablar como si supiera lo que ha pasado en ese campo y caminar encorvada para parecer más baja.

Se ríe. La mala uva que había en su rostro por el partido desaparece justo entonces. Está mucho más guapa de buen humor, y no puedo evitar sonreír un poco.

-Vale, quiero que me acompañes - dice - Y... también quiero que me invites a un helado.

-Ah, claro, qué lista. Así yo también sé.

Se ríe y comenzamos a caminar. Tengo que acompasar mis pasos rápidos a los suyos, más cortos. La noche va cayendo sobre nosotras poco a poco, y acabo poniéndome la sudadera. MJ comenta que me sienta bien. Supongo que al final no ha sido tan estúpido traerla.



Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora