Habrá más ocasiones

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Mientras Roy mete las maletas en su coche desguazado, he decidido dar una vuelta tonta con Jane, que ha venido a despedirme tal y como dijo. Yo no he conseguido dormir demasiado y tengo una cara que espanta, pero ella parece tan llena de vitalidad como siempre. Ni ojeras, ni ojos enrojecidos, ni arrastrar de pies. Quizás parece un poco alicaída, pero nada más.

-Tienes que contarme cómo es todo, para que me vaya haciendo a la idea – me dice, sin apartar la vista de sus pies. Coloca uno frente al otro jugando a cada paso, haciendo que el talón toque la punta de las manoletinas que se ha puesto – Y tienes que contarme qué tal eso de compartir habitación con una completa desconocida.

-No te preocupes que no me voy a guardar ni un detalle. Te lo narraré cual novelista obsesionado con las descripciones minuciosas – respondo, apretando un poco su mano en la mía.

-Tus mensajes parecerán textos bíblicos – se ríe – Pero me parece bien.

Carraspeo y cambio el tono de mi voz a uno un poco más grave:

-La habitación era pequeña, de paredes desnudas, y tenía sendos escritorios y armarios que las chicas procurarían dar vida, cubriéndolos para hacerlos acogedores, suyos de alguna manera -. Jane me da un golpe suave con el codo y me río – Vale, me lo guardo para luego.

-Puedes decir lo mismo pero con tu voz normal. Será la última vez que la oiga en vivo y directo hasta que vuelvas...

Le echo un vistazo. Sigue mirando a sus pies mientras camina como antes, pero me da la sensación de que está más triste de lo que aparenta, así que paro nuestra caminata a ninguna parte.

-Va a ser más rápido de lo que crees – le digo, sonriendo.

-Ah, lo sé, lo sé – levanta la cabeza, aunque no me mira – Pero no puedo evitar ponerme moñas. Para estas cosas siempre he sido así. Cuando de pequeña me despedía de mi madre los findes para ir a ver a mi padre, me daba pena, y cuando me despedía de mi padre para volver con mi madre, lo mismo.

-Nunca me has hablado de tu padre.

-Están divorciados y ya no le veo mucho, pero ya te contaré en más profundidad -. Me mira por fin a los ojos y sonríe un poco – Tenemos que saber ocupar con charlas las horas que tengamos libres, que no podremos hacer mucho más.

-No te preocupes, tengo un anecdotario importante, una vida entera siendo torpe da para mucho – se ríe un poco y tomo su otra mano, quedando la una frente a la otra – Y tú tienes muchos secretos, ¿eh?

-Soy monísima a la par que enigmática, ¿qué te parece? No hace falta ser una femme fatale para tener un halo de misterio a tu alrededor.

Ahora la que se ríe soy yo, y entonces Jane tira de mis manos y me abraza, su cabeza apoyada contra mi hombro, sus brazos apretando con fuerza mi cuerpo. Respondo de la misma manera y procuro no cerrar los ojos, mirando hacia las casitas que nos rodean, o hacia su falda, que ondea con la brisa mañanera, o me concentro en el tacto de su pelo húmedo de la ducha que debe haberse dado antes de venir.

Entonces oigo, algo lejos, el claxon destartalado del coche de Roy. Lo reconocería entre miles de cláxones, y Jane parece que también. Se separa de mí y retomamos el camino de vuelta, charlando todavía hasta que llegamos frente a la casa de Roy, que espera apoyado contra el maletero cerrado de su coche, su madre a su lado y mi padre ya detrás del volante. Roy abraza a Jane, su madre se despide de ella cordialmente, después entran al coche, que irá tras el de mi padre.

-Bueno, encantado de conocerte – le dice desde la ventanilla cuando se acerca a despedirse – Una pena que haya sido tan rápido.

-Ya habrá más ocasiones, papá – le digo mientras Jane sonríe con amabilidad y dice un alegre "igualmente".

Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora