Tampoco te vas a la guerra

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Al final compramos aquella falda, o bueno, faldas. Una para ella, otra para mí. La suya suelta y amarilla, la mía más apretada y oscura. Pero las dos más o menos igual de largas, o de cortas, depende de cómo se mire.

Ahora la doblo y la meto en una de las maletas, sintiendo un pinchazo dentro del pecho. No me quiero ir aunque quiera hacerlo. Tengo ganas de marcharme a la universidad, estar más a mi rollo que aquí con mi padre, pero a la vez... voy a echar de menos a tanta gente... y mi cuarto y mi casa. Y si me pongo a pensar, casi cada rincón que haya pisado en esta ciudad.

Se me está haciendo muy difícil hacer la maleta. La habría dejado para más tarde, pero ése más tarde es mañana por la mañana. Dios, va a ser la última noche que pase en mi cama hasta navidades, o hasta acción de gracias. Espero que las camas en la residencia sean cómodas o que me acostumbre pronto a ellas si no lo son. ¿Estarán limpios los baños?

Sacudo la cabeza y sigo a lo mío, guardando ropa, intentando no pensar demasiado para que no me pase como hace media hora, que me he quedado sentada en el borde de la cama mirando al suelo y pensando, pensando, pensando sin parar. Estoy metiendo un jersey cuando llaman a la puerta:

-Tricia, soy yo – dice mi hermano, aún al otro lado. Le digo que pase y cierra la puerta tras de sí nada más entrar – ¿Cómo va?

-Pues aquí – estiro los brazos abarcando el espacio que me rodea, desordenado y con un par de maletas abiertas – Decidiendo qué me llevo y qué no.

-¿Quieres que te ayude?

-Si me prometes no juzgar demasiado, vale.

-Oye, encima no te quejes – dice caminando hacia la maleta con ropa – Esto se puede organizar mejor, Tricia.

-Vale, mira, fuera de mi cuarto.

Se ríe un poco y empieza a reorganizarla en silencio, mientras yo elijo las prendas con más dedicación y se las voy dando. Sentado en el suelo, las dobla con precisión, de maneras muy concretas, y cabe más ropa de la que había pensado en un principio. Me siento a su lado para que me explique todas las técnicas, que espero no se me olviden hasta que tenga que jugar a este tetris de nuevo, al próximo verano.

-Qué apañado eres – le digo cuando termina.

-Como mamá. Tú has salido a papá más bien – contesta, y le doy un empujón sin fuerza alguna. Sonríe con un poco de tristeza y entonces paso el brazo por sus hombros, acercándole a mí – Voy a echarte de menos.

-¡Qué va! – le contesto – Ya verás cuando no te encuentres pelos míos por la bañera, o cuando puedas entrar al baño sin llamar primero, o no tengas que oírme perder el ritmo con la batería, y no habrá nadie que se meta con ese estilazo emo que te gastas.

-¡Que es rockero!

-¿Ves? Si no me aguantas.

-¿Pero con quién voy a ver pelis de mierda? ¿Quién me va a cubrir en las mentiras? Y me gusta oírte practicar con la batería...

-Bueno, pues en vacaciones te daré muchísimo la lata, para que te alegres de que me vaya y tengas ración de tu hermana hasta que vuelva –. Apoyo la cabeza en la suya mientras él también pasa su brazo por mis hombros – Y espero que tú hagas lo mismo, porque también voy a echar de menos tus quejas sobre tu pelo y tus libros desperdigados por todas partes y que aporrees la puerta del baño cuando tardo mucho.

-Joder Tricia, yo te he dicho cosas que me gusta hacer contigo y tú me sueltas esto.

-Porque me lo paso bien con esas cosas, tontorrón.

-La más tonta de los dos eres tú.

Sonrío, cerrando los ojos, y nos mantenemos en silencio hasta que se rompe el abrazo. Brendan sigue en mi cuarto ayudándome, también charlando conmigo, una pequeña pausa para merendar que se vuelve una tan larga que volvemos corriendo a mi cuarto al ver que atardece. Terminamos de hacer las maletas un minuto después de que suene el timbre de casa. Han llegado las pizzas que ha pedido papá.

Cenamos con él entre risas, en los sofás viendo una peli y bebiendo refrescos. Mi padre se va a dormir antes que nosotros y me recuerda, según sube la escalera, que tengo que acostarme pronto hoy, que mañana me espera un viaje e instalarme allí. Un día largo, en definitiva.

Me quedo un rato más con Brendan en los sofás y luego recogemos la mesa, doblando los cartones de la pizza y dejando los vasos en el fregadero. Estoy guardando en la nevera lo que ha quedado de los refrescos cuando le digo que podríamos ver pelis por Skype. Me sonríe, esta vez contento, y asiente con la cabeza antes de irse a su cuarto.

Yo me decido a ir al garaje, así, descalza. Me siento detrás de mi batería, las baquetas reposando en el tambor, y al final saco el móvil del bolsillo de mis shorts de pijama, el único bolsillo que tienen, y llamo a Roy:

-¿Preparada? – me pregunta nada más descolgar.

-Ni un ápice– le contesto.

-Bien. Ya somos dos -. Nos reímos un momento – Oye, mañana mi coche va a parecer una mierda al lado del cochazo que se gasta tu padre.

-Roy, tu Warrete Cacharro parece una mierda siempre.

-Anda y que te den -. Volvemos a reír - ¿Vendrá Jane a despedirte con un pañuelito?

-A ponerse de puntillas para besarme según me asome a la ventana del tren, sí – contesto, poniendo los ojos en blanco, aunque no me vea.

-Más bien se agachará para besarte según te asomes por la ventana del coche. Además, que tampoco te vas a la guerra.

-¡Pero si eres tú el que has preguntado!

-Y tú la que ha llamado.

Resoplo y me puedo imaginar a Roy sonriéndose en su casa, sentado frente al ordenador, con alguna peli de las suyas pausada en la pantalla. Espero que me haga verlas también durante la universidad porque lo cierto es que las echaría de menos. O quizás no, a veces me enseña cada mierda artística que es para matarle, el muy pedante.

-¿Entonces mañana a las nueve y media frente a mi casa? – me pregunta, como si no lo supiera.

-Sí, porque eres un tardón.

-Pero si la que llega siempre tarde a clase eres tú.

-Bueno, bueno, detalles.

-Te veo mañana, Tricia. Intenta dormir algo esta noche.

-Inténtalo tú, que lo que no duerma hoy lo puedo dormir mañana en el coche, pero tú no, que conduces.

-También es verdad. Creo que voy a acostarme.

-Haces bien. Hasta mañana.

-Hasta mañana.

Cuelgo la llamada y dejo el móvil reposando al lado de las baquetas. Cojo una de las dos, juego con ella pasándola de un dedo a otro, haciéndola girar como los pensamientos que llenan ahora mi cabeza. Pienso en tantas cosas a la vez que no sé ni en qué pienso, pero está claro que ya siento nostalgia y ni me he ido.

Pero acabo dejando la baqueta donde estaba.

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Nota de la autora:

Bueno, la semana que viene esto se acaba. Ya os lo agradeceré con más intensidad cuando así sea, pero de momento, gracias a todos los que habéis comentado y seguís comentando esta historia, y a todos los que la seguís aunque no la comentéis. Lo aprecio mucho. ¡Un abrazo y espero que os guste lo poco que queda ya!

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