Más allá de algún encontronazo en las taquillas (Primera parte)

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La cuña de las botas choca contra el suelo a cada paso que doy mientras me pongo lo que me queda de disfraz. No tenía pensado currármelo tanto, pero al final me he zambullido de lleno. Incluso he comprado una espada de plástico.

Me abrocho los botones de la camisa todo lo rápido que puedo. Roy estará al caer y yo sigo vestida a medias, y todo por remolonear en el ordenador, pero es que había unos vídeos muy graciosos, joder.

Remango la camisa y me pongo tres cinturones de diversos tamaños, para después ir corriendo al baño. Me maquillo unas ojeras, me desaliño el pelo más de lo normal, me pongo un pañuelo rojo en la cabeza y bajo al salón. Allí encuentro a mi padre bebiéndose una copa de vino con toda la pachorra de este mundo.

-¿Cómo me ves? – le pregunto.

Levanta la vista de los informes y me dedica una mirada rápida.

-Pareces toda una bucanera – dice, sonriente.

-Vale, perfecto. ¿Conservas alguna de las joyas de mamá?

-Hay una caja pequeña en el primer cajón de mi cómoda que...

Salgo corriendo escaleras arriba, dejándole con la palabra en la boca, y entro su dormitorio, que está tan pulcramente ordenado como siempre. La cajita está apenas llena porque mi padre se dedicó a desprenderse de todo poco a poco, pero encuentro unos pendientes de aro que me vienen perfectos. También está la alianza de mamá. Es tierno que todavía la guarde.

Dejo la cajita donde estaba. En esa misma cómoda hay una foto de mis padres cuando eran jóvenes, de igual modo que colgada en la pared tengo yo una con mamá y Brendan tiene una con ella en su escritorio. Dentro de dos años habrán pasado diez desde que murió. La echo de menos, a pesar de las broncas que solía echarnos a Brendan y a mí por ser unos trastos, pero son cosas que pasan... me dedico a conservar con cariño los recuerdos que tengo de ella, como todos en esta casa.

El claxon del carricoche de Roy me saca de mis pensamientos. Corro a mi habitación, donde cojo la espada, el móvil y las llaves. Antes de salir a la misma velocidad de casa, le doy un beso en la mejilla a mi padre. Me dice que tenga cuidado asaltando a los españoles.

-Lentoooorra – dice Roy en cuanto entro a su ruina de coche.

-Si supieras las carreras que me he dado por casa, no dirías lo mismo – contesto mientras me pongo el cinturón – ¿Qué te has hecho en el pelo? Es más, ¿de qué cojones vas, tío?

Se echa a reír, y entre carcajadas, me explica que intentaba caracterizarse de Andy Warhol y se ha echado un espray para colorearse el pelo de blanco, pero que funcionaba de culo. Que ha dejado el baño hecho un desastre y su madre le ha echado una bronca espectacular antes de salir de casa. Le ha hecho prometer que lo limpiará en cuanto vuelva.

-Menudo marrón. ¿O debería decir... menudo blanco? – le señalo con ambos dedos índice mientras esbozo una sonrisa enorme.

-Mira, Tricia, ni lo intentes – contesta, sin apartar la vista de la carretera – No es lo tuyo.

-Pero Roy, tengo que intentarlo o-

-Shh... Que nooo... dedícate a analizar saliva y déjanos el humor al resto –. Me cruzo de brazos, haciéndome la indignada, hasta que añade – Oye, había pensado que el miércoles que viene, y a partir de ahí, todos los miércoles hasta el baile, deberíamos ensayar.

-Todavía alucino con que nos dejen tocar... - digo, perdiendo la vista en el paisaje de casas que se suceden tras el cristal de la ventana.

-Sólo tres cuartos de hora, ya ves tú. Luego pasará a la acción el DJ asqueroso ese.

-Joder, ¿por qué le tenéis todos tanta tirria? A mí me parece que lo hace bien.

-Bueno, tú es que te tiras todo el baile charlando con gente. Ni te fijas.

-Eh – le miro – El año pasado bien que bailé.

-Porque fuiste mi pareja – sonríe con suficiencia – Además, como Mitch no pudo venir por ser de otro instituto, estabas alicaída y algo tenía que hacer, que no me gusta verte triste.

-Vaya, eso no me lo dijiste... - digo, sintiendo de golpe unas ganas inmensas de darle un abrazo.

-No te hagas ideas equivocadas. No me gusta verte triste porque te vuelves una petarda.

Me lanza una fingida miradita soberbia, y yo le pincho en la mejilla con mi espada, diciéndole que es un mejor amigo de mierda, cuando pienso todo lo contrario. Roy siempre ha estado ahí cuando le necesitaba, y sé que seguirá estándolo, como yo para él. Incluso hemos pensado ir a la misma universidad. Somos ya inseparables, aunque jamás nos lo hayamos dicho. Lo sabemos. Nos han pasado demasiadas cosas en estos años como para no saberlo.

Tras aparcar un poco alejados, por fin llegamos a la casa de Mitch. Hacía tiempo que no venía y los recuerdos asaltan mi cabeza al instante, tanto los buenos como los malos. Las tardes en su cuarto viendo series, el día que discutimos porque se pasó bromeando sobre mi manera de vestir, los besos largos en el sofá, la noche que tuve una pesadilla sobre mi madre y me desperté llorando, las conversaciones sobre esas cosas que no le importaban a nadie más que a nosotros...

Toda la casa está llena de aquellos momentos. Los recuerdo con alegría, sin embargo, porque me hace feliz que hayan ocurrido. No sería la Tricia que soy ahora si no hubiese salido con él.

-¡Hola! – nos saluda, animado, cuando abre la puerta. Va disfrazado de preso – Vaya, Roy, estás... ¿de qué coño vas?

-De Andy Warhol – contesta Roy, señalando su pelo.

Mitch me mira buscando respuestas:

-El de la lata de tomate – le explico escuetamente, y alza las cejas – Yo soy más reconocible y voy de pirata normal.

Asiente con la cabeza y nos deja pasar. Me muevo por las habitaciones y pasillos como si fueran los de mi propia casa, y es que conozco hasta el último de los secretos y normas de ésta, y por eso refunfuño cuando veo la parte más cómoda del sofá ocupada.

Entonces, la voz de MJ llamándome me sobresalta. Me giro para encontrarla vestida de Alicia, con su vestido azul y el delantal blanco, aunque le ha dado al personaje un toque más adulto. La falda es más corta y los zapatos son de tacón, además de que se ha pintado los labios de un intenso color rojo.

-¿Cómo me ves? – pregunta, esbozando una sonrisa.

-¿Prefieres una respuesta amigable o una coqueta?

Se ríe. Llevo tonteando con ella por el móvil desde el otro día, y es la primera vez que nos vemos en persona desde que la acompañé a casa. Más allá de algún encontronazo bobo en las taquillas, quiero decir.

-¿Cómo sería la amigable? – me pregunta.

Apoyo una mano en la cadera y respondo:

-Tía, estás estupenda.

-¿Y la coqueta?

-Que estás tan impresionante que Tim Burton se tiraría de los pelos si te viera.

Se queda mirándome con gesto serio, y luego desvía la mirada a un lado, apretando los labios y frunciendo el ceño.

-Porque... hizo una versión de Alicia en el país de las maravillas hace unos años... y al verte pensaría que debería haberte elegido a ti en lugar de... - intento explicarle, sintiéndome avergonzada – Se me ha dado de culo, ¿verdad?

-Un poco, pero no pasa nada – me guiña un ojo y añade – Tienes toda la noche para intentarlo.

Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora