-No deberías hacer eso por mí, Roy.
-Que me dejes en paz con mi vida, Tricia, que voy a hacer lo que me dé la gana – me contesta, sin moverse.
Tiene los pies apoyados en la barandilla del balcón, yo las piernas cruzadas sobre la silla de plástico. Desde aquí arriba se oye el murmullo de la música que viene de una discoteca cercana, los tropiezos de los borrachos por la calle y quizás, muy a lo lejos, el mar. Huele a mar, eso desde luego, o puede ser que como el agua estaba congelada para cuando ha sido mi turno de ducharme no me haya lavado muy bien el pelo y la sal siga ahí, bien pegada, perfecto para una melena larga como la mía.
-Debería habértelo dicho antes de todos modos – le digo, sin mirarle. Me limito a observar el bloque de apartamentos de enfrente – Perdona.
-Bah, si da lo mismo.
Las cartas de confirmación de acceso a la universidad llegaron hace unas semanas, pero no me atreví a abrirlas. O mejor dicho, no me atreví a abrir una en concreto: la perfecta, la soñada. Decidí leerla cuando sintiera la valentía suficiente, pero está siendo un verano ajetreado: fiestas, playa, quedar con MJ, algún ensayo esporádico con el grupo, quedar con Roy... he pasado pocos días en casa y no me apetecía preocuparme durante ninguno, por lo que preferí pasarlo tranquilita, viendo películas, por ejemplo, porque soy una adulta responsable.
Pero decidí abrir ese último sobre hace un par de días, cuando este pequeño viaje ya estaba organizado. Tuve que sentarme tras leer el inicio para poder terminarla. No me habían aceptado y eso suponía que tendría que ir a mi segunda opción, que no está mal del todo pero no es la ideal, y que Roy tendría que decidirse entre acompañarme allí o ir a nuestra soñada.
-Es que de verdad, lo comprendería perfectamente, no tienes que preocuparte – le digo tras unos segundos de silencio, según una luz en la ventana de otro edificio se enciende.
-Madre mía, que casi parece que no tienes ganas de ir conmigo – me contesta, riéndose con suavidad, y según empiezo una retahíla aclaratoria sobre mis intenciones, me interrumpe - Tricia, decidimos ir juntos a la misma y eso vamos a hacer
-Pero es peor a prácticamente todos los niveles. Joder, es que lo siento mucho, debería haberme esforzado más durante el curso, o para estudiar la mierda d-
Entonces siento su mano sobre mi hombro. Giro la cabeza para mirarle: tiene un gesto serio que conozco muy bien, así que me limito a suspirar.
-Te convencí para que entraras en la clase de Arte y es en la que peor nota sacaste, probablemente todo esto sea mi culpa – dice entonces, y aunque frunzo el ceño dispuesta a decirle que se equivoca, él ladea levemente cabeza y consigue que siga en silencio – Tú no me dejaste solo en esa clase, y yo no te voy a dejar sola en la universidad. Siempre estamos el uno para el otro, desde que empezó la secundaria -. Entonces relaja el gesto y sube un momento la mano a mi mejilla para darme una bofetadita sin fuerza – Sé que quieres librarte de mí, pero voy a estar pegado a tu culo hasta que la palme, o la palmes. Seré tu damo de honor y toda la vaina cuando te cases con tu rubia.
-Bueno, pero sólo si llevas vestido.
-Pues claro, ¿por quién me tomas?
Me río un poco, todavía mirándole. Se quitó hace un rato las gafas, que descansan en su regazo. Él se limita a sonreír, hasta que dice:
-¿Qué hacemos aquí como unos pánfilos? Deberíamos irnos a dormir.
Sin embargo, no hace ningún ademán de levantarse. Giro la cabeza hacia atrás para observar el salón que se ve a través de la puerta corredera: la luz de la tele sigue encendida, pero tanto Mitch como Jane están igual de dormidos en el sofá, sus piernas enroscadas en una posición imposible mientras sus cabezas descansan en los reposabrazos. La verdad es que entre el viaje, instalarnos, comprar algunas cosas para estos días y la playa deben estar tiradísimos. De hecho yo también debería estarlo, pero me noto despierta cual conde Drácula tras dormir todas las horas de luz de un día veraniego.
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Torpes con estrella
Novela Juvenil"Tricia, te gusta", me dije el otro día mirándome al espejo, llenando mi propia boca del terrible nombre que eligieron mis padres para mí. "Te gusta, admítelo. No pasa nada". Pero sí que pasa, sí. Yo desde siempre he sido gilipollas. De pequeña me d...