Nunca a la hora prevista (Segunda parte)

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-Así que estás en un grupo – dice MJ rompiendo el silencio incómodo que se había instalado entre nosotras.

Todo estaba yendo bien, conseguía contestar a todo lo que decía con decencia, hasta que de pronto se ha reído por algo que he dicho y nos hemos callado de golpe. En los segundos, no sé si minutos de silencio, ella iba observando el cielo mientras yo buscaba mil temas de conversación. ¿Cosas favoritas? Demasiado típico. ¿Hablar de alguna peli? Podría no gustarle la que elija, o podría no haberla visto. ¿Deportes? No tengo ni puta idea. ¿Religión? Arriesgado, y de mala educación.

Por suerte me ha sacado del apuro, sin ella saberlo, la pregunta que acaba de hacer.

-Bueno, algo así – contesto – Ensayamos más que otra cosa, y tampoco demasiado.

-¿Y qué tocáis?

-Rock por lo general... nada muy cañero, de todos modos. Nuestro cantante no da para muchos berridos y Roy es un vago con la guitarra.

-No es mi estilo favorito, pero... podríais tocar en el baile.

-No queremos tomates ensuciando nuestros instrumentos, gracias.

-Vengaaa, sería mejor que el DJ de todos los años – me agarra la manga de la sudadera y empieza a dar tirones cortos – Y tenéis unos meses para ensayar. Sería genial.

-Buf, sólo de pensar en hablar con el profesorado para organizarlo me da pereza...

-¿Y no te da pereza el DJ de mierda que traen? – pregunta con mirada escéptica.

-Vaya, MJ, creo que es el primer taco que te oigo decir. Siquiera en el partido has dicho uno – comento, realmente sorprendida.

-¿Tan atenta estabas a lo que decía?

Se queda quieta, todavía agarrando mi sudadera, y yo miro sus ojos marrones sin saber qué responder. Me ha pillado. Ya está, a tomar por saco, hinca la rodilla en el suelo y declárate, Tricia. "Mira, chavala, que me molas un huevo, ¿vale? Si te molo, bien, y si no, pues pasando".

Bueno, quizás no deba ponerme tan dramática. Podría responder con algo como "¿Y quién no estaría atento a todo lo que haces?"... aunque dicho así suena a que me dedico a espiarla. Podría probar con algo más desenfadado:

-El rugby me aburre, y no había nada mejor a lo que mirar.

Frunce un poco el ceño. En lo que dura ese gesto, me da tiempo a pensar, como tantas otras veces, que soy gilipollas. Ha sonado a que ella no es para tanto o a que no vale la pena prestarle atención. ¿A quién, excepto a mí, se le ocurriría decir algo así en voz alta?

Habría sido mejor arrodillarse. Quizás debería hacerlo ahora y rogar por su perdón, o podría no volver a abrir la boca nunca más en mi vida.

-Y aunque soy tan poco merecedora de tu atención - dice, soltándome el brazo y comenzando a caminar en círculos a mi alrededor –, has preferido mirarme a mí en lugar de un montón de tíos siguiendo una pelota, o a Roy sacando fotos... y has decidido acompañarme a casa... -. Se queda quieta frente a mí - ¡Disculpe si no creo sus palabras, chica despistada, pero no se ajustan a la realidad!

Me mira con el ceño fruncido y los brazos en jarras, pero el brillo juguetón de su mirada consigue que sonría. Todas mis preocupaciones se esfuman al ver ese gesto divertido y cómo, por segunda vez, me ha sacado de un aprieto.

-Vale, vale, te he mentido – digo, levantando las manos – Quería hacerme la dura.

-¡Ahá! – exclama, retomando el camino a su casa - ¡Nada se escapa a mis dotes deductivas!

Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora