(El tercer día) de los tres que vamos a pasar aquí

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Tecleo deprisa con los pulgares, respondiendo el mensaje que Roy me ha dejado. Resulta que se ha ido esta mañana temprano con Mitch a la playa, por eso cuando me he despertado hace cosa de una hora no había nadie en casa más allá de Jane y yo. Según pone en el mensaje, llamaron a nuestra puerta pero no contestamos. Estoy segura de que en realidad no han llamado. O eso, o MJ tiene un sueño tan profundo como el mío.

Dejo el móvil a un lado tras responderle y empiezo a plantearme si tengo ganas de ir con ellos o si prefiero hacer algo distinto. Esta tarde nos marchamos y me gustaría aprovechar bien el tiempo que queda. Casi que prefiero hacer otra cosa, las playas ya las tengo muy vistas, el problema es que tampoco se me ocurre nada mucho mejor.

Jane entra en la habitación, todavía en pijama y con el pelo sin peinar, como yo. Hemos terminado el desayuno hace nada.

-¿Entonces qué hacemos? – me pregunta, caminando hacia su bolsa de viaje – A mí no me importa volver a la playa a ver si me pongo más morena.

-Pues yo preferiría algo distinto.

-¿Cómo qué?

-Una pregunta magnífica, Jane.

-Bueno, podemos dar una vuelta hasta la hora de comer, ver tiendas, no sé. Me vendría bien una falda nueva – dice, subiéndose a la cama desde el otro lado y caminando a gatas hasta mí. Apoya la cabeza en mi hombro quedándose a mi espalda – Tú también podrías comprarte una. Te sentaba bien la del baile.

-Me sientan mejor los pantalones.

-También te queda bien el vestido ese de playa que tienes.

-Porque me pasé horas buscando uno que me sentara decente.

-Y seguro que también te sienta bien esto – continúa ella, y pasa el brazo por mi otro hombro para abrir la mano frente a mis ojos.

Dentro hay una pulsera de hilo hecha por ella, se nota. La cojo de inmediato, mirando mi nombre escrito en ella en colores rosa, morado y azul oscuro. ¿Pero cuánto tiempo ha estado haciendo esto?

-Quería que tuvieras algo que te recordara a mí en la uni... - dice en tono suave, bajando la mano por mi brazo hasta que toca mis dedos.

-No tendrías que haberte molestado, si me voy a acordar de ti todos los días – le digo, girándome un poco para darle un beso en la mejilla – Pero muchas gracias, es preciosa. Me encanta.

Apoya su frente en la mía y cierra los ojos, contenta. Pero yo no tengo nada para ella, siquiera había pensado en dejarle algo. Como mucho ahora puedo darle alguna camiseta, mi cepillo lleno de pelos o mi bote de crema solar casi gastado. Vamos, una mierda le puedo dar, una mierda. Se ríe cuando se lo comento:

-Puedes cortarte un poco de pelo, ya que estás, y me lo quedo y lo pongo en un altarcito con una foto tuya cuando llegue a casa, en plan psicópata – bromea, alejándose un poco para mirarme con esos ojos tan marrones que tiene – De todos modos no la he hecho esperando nada a cambio -. Levanto una ceja y añade – Bueno, puede que otra pulsera.

-Pues tendré que comprártela porque las manualidades se me dan fatal.

-¡Pero si estabas en la clase de Arte!

-Y así me ha ido.

Resopla mientras toma mi muñeca, luego la pulsera, mientras la anuda por los extremos de hilos sueltos y yo me sonrío como una boba de lo contenta que estoy. Y porque mis propios comentarios me hacen gracia, sí, no voy a negarlo.

Entonces Jane levanta mi mano hasta sus labios y besa mi muñeca, me lanza una miradita, la mordisquea después. Le pregunto qué hace, sonriendo, pero entonces besa mis dedos, que se humedecen en las yemas, y entrelaza los suyos, pasando de sostener mi mano a apretarla sin demasiada fuerza. Tira un poco de mí para besar también mi hombro, luego recorrer mi cuello con los labios, una caricia suave que eriza mi piel en un escalofrío.

Torpes con estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora