Me sorprendo al levantar la vista. Aunque llevo desde hace una hora con el pelo arreglado y el maquillaje puesto, es ahora cuando veo el resultado final. Es ahora cuando encuentro la sombra de ojos negra intensificando la claridad verde de mi iris, cuando las dudas sobre mis caderas huesudas desaparecen y descubro que la falda de tubo me sienta bien, como la blusa rosada y las medias, y que los tacones simples, cortos, no hacen más que resaltar mi figura, esa que creo no tener.
Suspiro. Vale, estoy estupenda, pero no sé cómo coño voy a tocar la batería con esta falda tan apretada. Llevaría pantalones, pero es el baile. Es el jodido baile. Dios. Nunca en mi vida he estado tan nerviosa por un evento tan tonto en realidad. Será porque, al fin y al cabo, yo también soy muy tonta.
Mi hermano abre la puerta de mi cuarto de golpe y me mira con su típico escepticismo. Por algún motivo que no llego a comprender, lleva puesta la corbata pero no la camisa:
-Vaya, así que tienes faldas - comenta - Y tacones. Increíble.
-Mira Brendan, ya estoy lo suficientemente nerviosa para que vengas aquí con tus mier-
-Papá dice que o bajas ya o se va sin ti - me interrumpe - Y no te preocupes. Lo vas a hacer bien y yo podré presumir de hermana y todos estaremos contentos.
-Gracias - contesto, suspirando. Camino hacia él, que se aparta de la puerta y la cierra a mi espalda - Tú también lo harás bien.
-¡Calla! ¡Cállate! ¡No quiero pensar en ello!
Se va casi corriendo mientras yo me río en bajo. Los quince son una edad rara, y más si te acabas de echar novia, supongo. Mi sonrisa se mantiene según bajo las escaleras y las risas vuelven cuando veo a mi padre en la puerta moviendo la pierna, nervioso.
-Ya va, ya va - digo, cuidando mis pasos. No acostumbro a ir en tacones.
-Ya viene, ya viene - resopla. Cuando ya estamos en el coche, añade - Por fin. Tu hermano y tú me estresáis más que el papeleo de la empresa.
-Podrías habernos llevado a los dos ahora. No se iba a morir por esperar media horita a que abran las puertas.
-Es que quiere que recoja a alguien, supongo que a alguno de sus amigos, a no ser que se haya echado novia.
Me lanza una mirada rápida y me limito a encogerme de hombros. El resto del viaje se dedica a quejarse, cada vez en un tono más gracioso, sobre todo en general. Llego al instituto más relajada. Me despido dándole un beso cariñoso en la mejilla, pero ese ánimo tranquilo se desvanece en cuando estoy en el escenario.
Roy y Joss, nombre que no volveré a olvidar, están ya allí haciendo pruebas de sonido junto con un profesor. El primero se ajusta las gafas nada más verme y empieza a apremiarme para que monte mi batería. Lo hago más deprisa de lo esperado, tanto por ellos como por mí, y pronto estamos listos. El sonido es decente, me sé el repertorio de memoria de tanto ensayarlo, y mi corazón late tan fuerte que temo que se oiga por los micrófonos. Perfecto.
Nos retiramos a una sala a parte mientras la gente va llegando. El bullicio es cada vez mayor y Roy, que me ve a cada instante más nerviosa, me pone una mano en el hombro.
-Va a salir genial - dice - Además a los que más se nos ve es a Joss y a mí. Tú estás al fondo.
-Ya, hasta que cante, que me pongo al frente.
-¿Has calentado algo la voz? - pregunta Joss entonces. Ante mi negativa, me da unas pocas instrucciones, y al final somos los tres los que calentamos. Al fin y al cabo, Roy hace algunos coros.
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Torpes con estrella
Teen Fiction"Tricia, te gusta", me dije el otro día mirándome al espejo, llenando mi propia boca del terrible nombre que eligieron mis padres para mí. "Te gusta, admítelo. No pasa nada". Pero sí que pasa, sí. Yo desde siempre he sido gilipollas. De pequeña me d...